XIV

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Aquella noche se celebró una encantadora cena de bienvenida, a pesar de lo esplendoroso que era todo, las formalidades brillaban por su ausencia. Cada cual había tomado asiento en el lugar en el que más gustaba, los criados se paseaban con la comida entre las mesas y la gente se movía por el lugar a su antojo.

-¡Qué agradable sorpresa encontrarnos aquí Madam Austen! -La voz del señor Oliver antecedió a su presencia ante mí. - ¿Le molesta si tomo asiento junto a usted?

-Sería un placer ... -Respondí con una melodiosa y encantadora voz. Aunque aquel hombre ya no era mi amante podía acercarnos al señor Rickly y por consiguiente seguía siéndome de utilidad.

-No sabía que estaría usted en esta fiesta... ha sido una grata sorpresa... -Dijo al tiempo que llevaba una de sus manos por debajo del mantel y la depositaba sobre mi muslo.

-Querido... -Dije deteniendo su mano antes de que esta llegara demasiado arriba. -Siento decirle que vengo como acompañante de alguien.

-Seguro que nadie tan entretenido como yo... -Respondió al tiempo que intentaba que su mano avanzara.

-Eres un compañero estupendo... y espero que podamos compartir algunos momentos a lo largo de esta fiesta, pero... sabes que no me gusta estar con más de un hombre a la vez. -Dije esto bajando el volumen de mi voz, ya que, aunque era bien sabido que ejercía como amante, no era una persona vulgar.

-Prométeme que me avisarás en el momento en el que te aburras ....

-No creo que la dama pueda hacer tal promesa. – Aquella afirmación había sonado demasiado cerca. Alcé los ojos y me encontré con el señor Lluch acompañado por el señor Rickly. - ¿Quizás desee usted cambiarse de lugar? -Dijo claramente a modo de amenaza. Una vez Oliver hubo desaparecido de nuestra vista, Marcus hizo las presentaciones.

-Un espécimen de lo más delicioso. -Respondió el señor Rickly mientras me miraba de una forma muy grotesca. – Avísame si te cansas de ella.

-No me gusta que se toquen mis tesoros. -Respondió Marcus. -Pero estoy seguro de que podemos compartir otras cosas menos valiosas. -Aquello hizo reír al señor Rickly.

-No tendrá por casualidad una hermana o una amiga que se le parezca ¿verdad? -Pregunto Rickly.

-Es usted muy alagador... -Dije con una mirada coqueta.

-Mujeres hay muchas, pero con encanto, belleza y que sepan como satisfacer a un hombre...

-Le sorprendería... -Respondió Rickly regodeándose.

-Ese si es un tema que me gustaría discutir. Quizás después de esta cena podríamos ir a un lugar menos concurrido.

-¿Teme ofender a la dama? -Preguntó con perspicacia Marcus.

-Hay temas que es mejor solo tratar entre hombre... -Con aquella afirmación pareció quedar concertada la cita.

Cuando ambos caballeros se retiraron y viendo que aquella noche poco trabajo había por hacer corrí a las habitaciones que me habían designado, me quité las faldas del vestido, me puse unas calzas y con ayuda de una cuerda descendí por el balcón. Me costó unos minutos localizar el lugar en el que se estaba llevando a término la conversación entre Rickly y Marcus, pero finalmente me ubiqué junto al alfeizar de la ventana para escuchar mejor.

-Así que está pensando en abrir su propio establecimiento... - La pregunta del señor Rickly parecía una prueba.

-No exactamente, eso conlleva demasiado trabajo. Yo lo que deseo es poder contar con presencia femenina en todas las fiestas que deseo montar. Llevo tiempo pensando en emplear una de mis residencias como punto de encuentro para todos aquellos que desean vivir la vida en libertad y desenfreno.

-Con eso sí que puedo ayudarle... ¿De cuántas chicas estamos hablando?

-No me gusta que siempre se vean las mismas caras... pero tampoco estoy dispuesto a pagar un precio desorbitado... al fin y al cabo sólo son mujeres.

La conversación derivo en un acuerdo del precio que se debía o no pagar por una mujer y cuáles eran las demandas que se le podían hacer. Llegados a un punto obsceno y sin sentido y viendo que ya no podía extraer más información que el hecho de que aquellos hombres eran unos cerdos inmorales. Decidí volver a mis habitaciones. Tomé una de las libretas de anotaciones y comencé a redactar en clave todo lo que habíamos descubierto de aquel hombre. Después de aquello me puse el camisón y me metí en la cama.

-¿De verdad quieres que me crea que estás dormida? -La voz de Marcus me sacó de mi ensoñamiento.

-Lo estaba hasta que has llegado... -Respondí sin moverme de la cama.

-No quieres saber qué he descubierto... -Intentó tentarme mientras se sentaba junto a mí en el borde de la cama.

-No. -Dije dando media vuelta en el colchón para no tenerlo frente a mí.

-Eso sólo puede significar una cosa... Has estado escuchando la conversación ¿Cierto? No es necesario que respondas...Hice que nos ubicáramos junto a una ventana, suponía que no confiarías en mí.

-No seas dramático. – Murmuré intentando recuperar el sueño.

-¿Qué mi compañera no se fie de mí no es motivo por el cuál ser dramático? Seguro que si hubiera sido James no habrías estado allí husmeando. – Su tono de voz parecía realmente dolido, pero con Marcus nunca podías fiarte de nada.

-Creo que tus envidias deberían quedar a un lado si deseas que esto funcione. -Dije todavía sin mirarlo. -Y Sí ...-Añadí una vez él ya se había retirado de mi lado y comenzaba a desvestirse. -Hubiera acudido como refuerzo, hubiera sido quién hubiera sido mi compañero. Porque eso es lo que se hace. Se cubren las espaldas del otro. La próxima vez, podrías facilitarme la faena diciéndome dónde se realizará el encuentro.

-Así lo haré. -Su tono de su voz parecía algo diferente esta vez, pero no le hice mucho caso. -Buenas noches amor. -Dijo tumbándose en la cama. Yo no pude evitar gruñir ante su apelativo, hecho que hizo que Marcus riera. 

LA VIDA TRAS LA MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora