XXXI

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Me encantaba volver a sentirme yo misma. Aunque debía interpretar un papel que mucho distaba de parecerse a mí, seguía estando en un país extranjero, mi compañero se encontraba muy lejos y mi padre ya no estaba en este mundo. Los momentos en los que Josh y yo entrenábamos se generaba un oasis en el que no existía el resto de la humanidad. Sentía que volvíamos a estar en alguna de las salas de entrenamientos de la academia en la que los dos debíamos demostrar lo buenos que éramos para poder pasar los exámenes, hecho que nos hacía mejorar cada día un poco más. La diferencia era que ahora no competíamos por ser el primero de la clase, no obstante, las ansias por ganar al otro no habían menguado. Cuando un combate finalizaba los dos nos decíamos los puntos que debíamos mejorar y eso nos ayudaba como compañeros y como equipo.

-No agaches la cabeza o te pegaré un puñetazo mientras lo haces. -Aquella frase a pesar de haber sonado muy ruda y vulgar, resultaba ser una opinión amiga que realmente podía hacerme perder o ganar una pelea. Josh me había pisado deliberadamente mientras combatíamos, hecho que me había llevado a mirar hacia abajo.

-Se que en la vida real no hay peleas justas, pero algún día deberíamos batirnos en un combate de caballeros para ver qué tanto sabes hacer sin usar artimañas. – Aquello pareció divertirle muchísimo.

-Así que ahora no eres sólo una cortesana, sino que también eres un caballero. Me gusta la rapidez con la que eres capaz de cambiar los papeles que interpretas. – A pesar de las burlas por parte de Josh sobre el hecho de que ahora se me considerara una mujer de vida alegre, nunca había hecho un comentario despectivo o desagradable más allá de sus pullas habituales.

-Y eso lo dices porque no me has visto en acción querido... -Dije con voz muy dulce mientras le asestaba un golpe que casi lo hizo caer al suelo.

-Realmente te han enseñado muy bien muñeca. – Su mirada felina me hizo reír.

-Cariño... soy una Diosa, pero un simple mortal como tú nunca será capaz de alcanzarme. – Volví a hacerlo caer al suelo.

-Bueno, en ese caso ... si Mahoma no va a la montaña... la montaña ira a Mahoma

-Creo que te estás confundieeee...- Josh finalizó el combate de una manera muy poco ortodoxa, ambos terminamos trastabillando y yo estuve a punto de caer.

-Te tengo mi Diosa...- Dijo sujetándome por la cintura cuando me encontraba a poca distancia del suelo.

De pronto la puerta de la estancia se abrió de golpe con un sonoro golpe haciendo que Josh me soltara y como consecuencia caí al suelo y mi cabeza recibió un buen golpe. No pude evitar cerrar los ojos para intentar no gritar por el susto y el dolor, pero algunos quejidos lastimeros se escaparon entre mis labios.

-¡La has dejado caer! -La voz de Marcus sonó desde la puerta.

-¿Rubia estás bien? -Josh sonaba realmente preocupado. Yo abrí los ojos al tiempo que llevaba las manos a mi cabeza. -Creo que la montaña nunca llegará a Mahoma.

-Mira que eres tonto... -Respondí sin poder evitar sonreír.

-Creo que debería irse. -ordenó Marcus. Josh no se giró, sino que levantó una ceja burlón mientras me miraba divertido.

-Mientras mi diosa no me lo pida... permaneceré a su lado.

-Muy gracioso... Ayúdame a levantarme anda. -Josh me ayudó a levantarme con mayor delicadeza de la que hubiera empleado si hubiéramos estado solos, hecho que me sorprendió. Iba a echárselo en cara, no obstante, al ver el estado de agitación en el que se encontraba Marcus comprendí que algo malo había sucedido. -Creo que ya es tarde, ¿seguimos mañana?

LA VIDA TRAS LA MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora