XXI

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La cuarta noche de guardia dio comienzo. En aquella ocasión no esperé a que Marcus saliera de la residencia, me había escabullido como una ladrona. Busqué un nuevo lugar desde el que hacer la guardia y me situé en una estrecha rama, para que en el remoto caso de que Marcus me hubiera seguido, no pudiera unirse a mí. Habían trascurrido dos aburridas horas cuando dos carros se detuvieron en la puerta lateral de La Felina, y unos minutos después las puertas se abrieron y varios hombres comenzaron a cargan cajas en ambos. Aquella era nuestra noche, pensé con gran entusiasmo al tiempo que hacía la señal para que el resto supiera que la carga se estaba llevando a término. Así mismo, volví a avisarles cuando los carros comenzaron a moverse, y tan pronto como se alejaron del edificio yo descendí de mi escondite y comencé a correr. Sabía que sería la última en llegar, pero no podía permitir que después de todo el tiempo que llevábamos investigando fueran otros los que disfrutaran de la acción.

Veinte minutos y una larga carrera después, la cual, he de reconocer, me hizo recordar que hacía mucho no entrenaba y me estaba pasando factura. Llegué al lugar en el que se estaba llevando a término el asalto. Uno de los carros ya había sido retirado del lugar por nuestros hombres, y junto al otro, dos maleantes parecían resistir con uñas y dientes. Uno de nuestros colaboradores se me acercó al verme aparecer, y tras informarme de que con un poco más de batalla todo estaría bajo control y que la situación se resolvería con rapidez retrocedió por el camino por el que habían llegado los dos carros para asegurarse de que todo seguía tranquilo. Mientras tanto uno de los nuestros, no podría decir de quién se trataba porque todos llevábamos la cara cubierta e íbamos vestidos de negro, estaba presentando algunas dificultades para reducir a los dos hombres que faltaban. Sin pensarlo dos veces me acerqué con rapidez para ayudarlo. Aquella era la primera situación real en la que lucharía cuerpo a cuerpo con un enemigo y, la verdad, aunque suene prepotente... fue de lo más sencillo. Una vez que estos estuvieron maniatados yo estaba eufórica y al escuchar la voz del compañero que había luchado junto a mi descubrí que era Marcus.

-¡Lo hemos logrado! -Exclamé emocionada sin poder evitar abrázalo. Aquel acto reflejo hizo que ambos nos quedáramos mirándonos a los ojos y dejáramos de prestar atención a nuestro alrededor. Error que conllevó una puñalada a Marcus.

Uno de los hombres había logrado deshacerse del elaborado amarre que envolvía sus muñecas y había aprovechado nuestra distracción para atacar. Pero no pudo alejarse más que unos metros antes de que lo lograra alcanzar y tras presentar algo de batalla volvió a encontrarse en el mismo lugar que apenas unos minutos antes.

-Mira que montar tanto alboroto para no lograr nada... -Dijo Marcos intentando hacer un chiste para que no hacer notar lo mucho que debía dolerle la herida.

Yo no quise decir nada más delante de aquellos hombres por miedo a delatar que era una mujer. Precaución que no había tomado unos minutos antes cuando me había podido la emoción del momento. Mientras realizábamos los últimos actos de aquella noche vi como Marcus no separaba la mano de su costado y como intentaba camuflar algún que otro quejido. Por ello, nada más nos encontramos en el interior del coche de alquiler de vuelta a casa me senté junto a él y sin pedir consentimiento alguno aparté su abrigo y al ver la camisa teñida de sangre levanté la misma para poder saber cuál era el alcance de la herida, pero la escasa luz que las farolas proporcionaban me impidió poder hacer un diagnóstico de la situación.

-Si llego a saber que un pequeño rasguño es lo que hacía falta para que quisieras desnudarme lo habría hecho hace mucho, mucho tiempo. - ¿Es que acaso aquel hombre no podía tomarse nada enserio?

-No le veo la gracia a la situación señor Lluch. -La verdad es que no solo estaba preocupada por él, sino que me sentía responsable. Si no hubiera desatendido mis obligaciones al quedarme embobada mirándolo, aquel hombre no le habría atacado. Por ello, nada más llegar a la residencia lo conduje hasta mis aposentos, saque el maletín de sanación que teníamos James y yo, obligué a Marcus a quitarse la camisa y le curé la herida.

-No es nada... pero me gusta que me mimen... -Dijo risueño, pero yo sabía que estaba haciendo un esfuerzo por no maldecir.

-No soy doctora, pero creo que lo mejor sería dar algunos puntos... así la herida se cerrará antes. -Lo miré esperando su respuesta.

-Si la dama lo cree conveniente... seguro que un bonito bordado de flores me queda divino en el costado. -Tome ajuga he hilo del maletín, no pude evitar que mi mano temblara un poco. Sería la primera vez que cosía carne humana.

-Creo que deberíamos llamar a un médico o por lo menos a alguien que sepa coser... -Dije finalmente.

-¿No sabes coser? -Su pregunta resultaba más una exclamación de sorpresa.

-No sé en qué momentos crees que podría haber aprendido, me he criado en la academia y la verdad es que allí no recibíamos clases de costura al uso... Sí que he cosido piel de cerdo... supongo que no se llevará mucho al fin y al cabo. -Dije aquello con la intención de hacerle reír y que desechara la idea de que yo le cosiera.

-Considero que con todas las habilidades con las que cuenta... dar un par de puntadas será coser y cantar... -Solo pensar en atravesarle la piel con una guja me revolvía las tripas. -Está bien... cuando quieras comienzas.

Tragué con dificultad y al realizar la primera puntada sentí como toda la piel se me ponía de gallina. No quería tener que volver a hacer aquello nunca. Logré dar cuatro puntadas medianamente simétricas y creí que no sería necesarias más.

-¡Lo has hecho muy bien! -Me dijo Marcus una vez finalizada la tarea.

-¿No debería ser yo la que le lo dijera a ti? -Aquello era lo típico que un médico le diría a su paciente después de coserlo.

-Si quieres te dejo que me ayudes para acelerar mi recuperación. -Debí darme cuenta, por el movimiento de sus cejas, de que aquello no me llevaría a nada bueno, pero acababa de coser a un hombre que había sido apuñalado en parte por mi culpa.

-¿Qué se supone que me deja hacer? -Pregunté con inocencia.

-Mi tía siempre me daba un beso... decía que los besos ayudan en la recuperación. -Dijo aquello con tanta seriedad que no pude evitar reír.

-No voy a darle un beso en una herida llena de sangre. -Dije con cara de asco.

-Creo que se me ocurre otro sitio mucho mejor y que no tiene sangre...

-Y yo creo que debería descansar... nos esperan días de mucho trabajo y hoy me he dado cuenta de que hemos dejado demasiado de lado el entrenamiento... así que en cuanto se sienta mejor retomaremos la rutina que seguía con James. - Sacar a relucir el nombre de su hermano no pareció hacerle mucha gracia. -Buenas noches señor Lluch... -Dije dirigiéndome a la puerta.

-No sé a dónde irá... se acuerda de que esta es su habitación - ¿Como podía haber sido tan estúpida de olvidar el lugar en el que estábamos? – Lo sé. -Dije orgullosa. 

LA VIDA TRAS LA MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora