El trayecto en carruaje fue uno de los peores minutos que había vivido hasta el momento. El señor Rickly no dejaba de manosearme y yo únicamente podía intentar fingir que jugaba a escabullirme de él. Una vez llegamos al interior de su propiedad pude contabilizar la seguridad con la que contaba. La verdad es que no era mucha, pero suponía que, en los pisos inferiores, habría más.
-Madam Austen... -Dijo un impaciente señor Rickly. -Mis habitaciones están por aquí. -Presté atención durante todo el recorrido. Memorizando cada pasillo y cada puerta.
-No va a enseñarme primero la propiedad... -Dije mordiéndome el labio inferior.
-Crees que me importa mi casa en estos momentos. -Replico llevando mi mano a su entrepierna.
Cuando me empujó al interior de la estancia sin ningún miramiento, comencé a estar alerta. Caí contra la alfombra y antes de que tuviera tiempo de prepara mi anillo para drogar a aquel hombre, el señor Rickly se abalanzó sobre mí y aprisionó mis muñecas con sus manos.
-Hoy aprenderás lo que es estar con un hombre de verdad. -Dijo mordiendo uno de mis pechos.
-Yo... -Comencé a llorar, pensando que quizás esa podría ser una buena estrategia para confundirlo un poco. – Creo que hoy no estoy de humor para esto... pero una noche de descanso y mañana seré toda tuya.
-No pienso desaprovechar tu cuerpo. -Dijo al tiempo que liberaba una de mis muñecas para poder subir mis faldas con su mano. Para mi mala suerte yo llevaba el anillo en la otra mano.
-Permita al menos que me quite la ropa. -Ronroneé intentando hacer algo de tiempo.
-Ahora mismo me sirves tal y como estás. -El señor Rickly estaba cegado por la lujuria. Nada de lo que hiciera o dijera le haría cambiar de opinión.
-Señor Rickly... -Exclamé cuando volvió a morderme el pecho con demasiada brusquedad. -Me hace usted daño... - Aquella situación me estaba hartando demasiado. Así que cuando vi que el señor Lluch no reaccionaría a nada decidí emplear mi mano libre para abofetearlo.
-¿Pero qué te has creído zorra? – Dijo sorprendiéndome al darme un puñetazo en la nariz. Yo reaccione de forma instintiva y antes de darme cuenta tenía al señor Rickly retenido en el suelo y con la cara cubierta de sangre.
Salí de la estancia a gran velocidad, la nariz no dejaba de sangrarme, pero no tenía tiempo que perder. Intenté dirigirme hacia las escaleras del servicio, pero no logré encontrarlas antes de que los hombres que Rickly había enviado a por mí me encontraran.
Tras una larga contienda, logre reducir a los dos hombres que me perseguían, pero la llegada de tres más me hizo saber que no iba a salir victoriosa de aquella lucha. En algún momento fui golpeada en la cabeza y perdí en conocimiento. Lo siguiente que supe fue que estaba de vuelta en las habitaciones de Rickly maniatada a los postes de la cama.
-Así que nos ha salido peleona la puta... -La cara del señor Rickly estaba hinchada y algo amoratada. Me sorprendía que siguiera teniendo ganas de acostarse conmigo. Yo fingí seguir desubicada y gracias a ello el señor Rickly se acercó a mí sin ninguna preocupación y yo pude golpearlo en el lugar en el que más le duele a un hombre. Mientras él se retorcía de dolor logré soltar una de mis muñecas, pero los hombres que patrullaban la casa entraron en la estancia ante la advertencia de los gritos de su señor. -Encerrarla con las otras... -Dijo con dificultad. -Mañana aprenderás lo que es bueno. Nadie logrará reconocerte... -Su amenaza sonó bastante convincente, pero yo había logrado mi objetivo.
Los guardias no se preocuparon por taparme los ojos, por lo que el camino al lugar en el que iban a encerrarme se quedó grabado en mi cabeza. Tras bajar dos pisos llegamos a un pasillo repleto de puertas. Los hombres abrieron una de ellas y me empujaron con brutalidad al interior y cerraron la puerta. Yo esperé unos minutos hasta que mi vista se acostumbró a la oscuridad, y entonces me levanté del suelo.
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LA VIDA TRAS LA MENTIRA
Historical FictionAnna Sparkel, más conocida como Madam Austen, no ha tenido lo que se dice una vida corriente. Tras la muerte de su madre, su padre, un alto cargo del servicio secreto, contra todo pronóstico decide hacerse cargo de su educación. Aquella sencilla de...