Quedaba poco menos de dos días para que comenzaran los temidos exámenes o pruebas de selección. A pesar de haber superado con creces las anteriores, que aquella fuera la último me generaba un malestar interno del que no podía deshacerme. Tenía claro que iba a superar toda aquella parte que suponían memorizar contenidos, pero las demás ... aquellas que nunca sabías que eran una prueba me ponían en tensión y me hacían meditar cada uno de mis movimientos y respuestas hasta tal punto que me asustaba quedarme bloqueada. Por eso, decidí salir a despejarme antes de que las clases dieran comienzo.
Recorrer los silenciosos y oscuros pasillos se me hacía tan familiar que hasta podía hacerlo con los ojos cerrados. Las primeras veces que me atreví a merodear por la gran casa, que yo había considerado un castillo, me aterraba que alguien pudiera darme un susto o poder perderme, pero lejos quedaban ya esos días. Ahora, esas mismas paredes, puertas chirriantes y rincones oscuros componían mi hogar.
-Buenos días. -Saludé a los hombres que habían tenido que hacer guardia aquella noche. – Sólo deben aguantar media hora más y vendrán a relevarlos. -Dije animándolos.
-Hacia días que no salías a cabalgar rubita. – Me dijo Josh.
-No seas envidioso Josh, si no hubieras llegado tarde no tendrías que estar haciendo la guardia.
-Mira mimada... no todos contamos con un papá que...
-Siento que tenga que estar soportando a este caballero toda la noche... - dije dirigiéndome al guardia que acompañaba a Josh en la vigilancia. -Supongo que tener que escuchar sus llantos será de lo más incómodo. -El hombre no pudo evitar reír ante mi comentario. – Si me disculpan... - Dije al tiempo que subía sobre mi montura. – Nos veremos más tarde. – Dicho esto espoleé mi caballo con la intención de dejar a Josh con la palabra en la boca.
Josh era uno de mis compañeros, era simpático y gracioso, aunque quizás algo pretencioso. Según tenía entendido no era hijo de nadie importante, pero era la mar de habilidoso en el combate cuerpo a cuerpo y era capaz de camuflarse casi en cualquier lugar. Por esa razón, había sido reclutado hacía tres años y se examinaría junto a mí.
Sentir el frescor de la mañana en mi rostro era una sensación increíble. Por no mencionar las impresionantes vistas que se extendían a mi alrededor. Había cabalgado lo suficiente para poder contemplar el que consideraba mi hogar a lo lejos. La verdad se veía imponente. Aunque todos lo negaran, a mí me parecía un castillo encantado. Era una fortificación situada entre montañas y alejada de la mano de Dios, pero era hermosa.
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Superar los exámenes no fue tarea sencilla, incluso aquellos que consideré que serían más sencillos no lo fueron. Me agradaba pensar que no cualquier persona podía entrar a formar parte del servicio secreto, o por lo menos no de los altos mandos, puesto que también sabía que en ocasiones se reclutaba gente que poseía ciertas habilidades o contactos, pero que carecía de la preparación necesaria. A pesar de todas las dificultas, logré superar todas las pruebas. No negaré, que hubo un momento en el que pensé que no lo conseguiría, pero ahí me encontraba yo, frente al tribunal dispuesta a jurar lealtad a la corona por encima de todo.
De los veinte reclutas que habíamos sido entrenados a lo largo de los últimos tres años, sólo diez habíamos llegado hasta el final. Se podría decir que yo contaba con ventaja, ya que me había estado entrenando por casi diez años, pero nadie me había considerado una rival hasta que fui capaz de tumbar al primer hombre.
Todo resultó ser muy solemne y serio. Por ello, no fue hasta que nos encontramos en la intimidad de nuestras estancias que mi padre me dio un fuerte abrazo y me felicitó por haberlo logrado.
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LA VIDA TRAS LA MENTIRA
Narrativa StoricaAnna Sparkel, más conocida como Madam Austen, no ha tenido lo que se dice una vida corriente. Tras la muerte de su madre, su padre, un alto cargo del servicio secreto, contra todo pronóstico decide hacerse cargo de su educación. Aquella sencilla de...