XVII

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No habría transcurrido ni una hora cuando el servicio me informó de que el señor Lluch quería verme. Yo respondí con una negativa rotunda. No sabía que me había dolido más aquella noche, si el abuso de un hombre o que Marcus pensara que yo deseaba aquello y no hubiera hecho nada. ¿Me convertía aquello en una dama convaleciente que espera a ser rescatada por su príncipe? Yo no era así siempre me había valido por mi misma y no iba a permitir que un hombre, si se podía llamar así me hiciera dudar de mi misma. Por esa razón, aunque mi enfado todavía permaneciera latente, me presencié a la mañana siguiente en casa de James con la intención de seguir investigando en el caso del asesino de mujeres. Y me topé con la inesperada noticia de que el asesino había vuelto a atacar. Obviamente, con la posición que ocupábamos en la sociedad, ni Marcus ni yo podríamos acercarnos a plena luz del día al escenario del crimen, pero sí lo habían hecho algunos de los informantes de menos rango, los cuales ya habían enviado sus informes. Según ponía en el documento la dama asesinada, la mujer de un Lord, había acudido a la misma fiesta que nosotros, por lo que probablemente el asesino también lo había hecho. Maldición, debería haberme quedado en esa fiesta durante más tiempo.

Cuando Marco ingresó en la biblioteca comenzó con lo que yo sabía sería una disculpa, pero no dejé que pronunciara más de tres palabras.

-Ana me gustaría...

-A mí me gustaría, señor Luch, que ayudara en la resolución de este caso o saliera por la puerta por la que ha entrado. No necesito que más tonterías salgan de su boca. -La frialdad con la que pronuncié aquellas palabras pareció convencerlo lo suficiente como para tomar asiento cerca de los papeles del caso y no pronunciar palabra alguna.

Un par de horas después por el suelo se extendían un sinfín de papeles sobre el caso del asesino en serie. Ambos nos encontrábamos más que frustrados, que otro asesinado hubiera ocurrido en nuestras narices y no hubiéramos podido hacer nada era desesperante. Tras volver a releer el informe del último asesinato me dejé caer con poca elegancia sobre el sillón y llevé las manos al rostro.

-Nada... nada... nada... -Murmuré aplastando mis mofletes con desesperación.

-Debemos haber pasado algo por alto.... -Dijo Marcus como si hubiera hecho un gran descubrimiento.

-Debes de ser un genio, porque ni James ni yo habíamos llegado a esa conclusión. -Respondí algo malhumorada. Sabía que Marcus no tenía la culpa, pero después del último acontecieminto no podía evitar sentirme enervada cuando me encontraba en su compañía.

-¿Sabes? Esto no es parte de mis servicios a la corona amorcito... -Pronunció la última palabra con tal reintentan que mi genio saltó solo.

-Es que nadie te ha pedido que estés aquí... Tu misión es fingir que eres tu hermano ¿Cierto? pues permíteme decirte que te queda tanto para poder parecerte a él que te resultará una misión imposible hacer tu trabajo. – Aquella salida tan maleducada no refreno ni por instante la réplica de Marcus.

-Mira bonita... tan mal no debo hacerlo cuando la primera vez que nos viste saltaste a mi regazo creyendo que era él.

-Oh tranquilo, en el momento en el que te besé tuve claro que no eras tú hermano... calificar ese primer encuentro como algo desagradable sería quedarse corto... -Sabía que aquellas palabras me iban a dejar como una mujer de vida alegre, pero también sabía que a Marcus le molestaba mucho sentirse inferior a su hermano.

-Por lo que he visto ahora eres toda una experta en compartir la cama de cualquiera que te proporcione algo de conversación primero. -Aunque sus palabras fueron pronunciadas con total tranquilidad, la ira se reflejaba en sus ojos. – Supongo que habré de mantenerme mudo de ahora en adelante puesto que no quisiera que confundieras mi conversación como un aliciente a meterte entre mis sábanas.

LA VIDA TRAS LA MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora