XVIII

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Y aunque me avergüence decirlo yo no hice nada para evitarlo, ni siquiera me plantee los motivos por los que Marcus podría estar actuando de ese modo hasta que la puerta fue abierta de par en par.

-¡Qué no he dicho que no habíamos terminado! -Gritó Marcus muy enfadado mientras seguía balanceándose sobre mí.

-Señor la habitación solo puede ser ocupada por una hora... -Dijo la voz de un hombre al que no pude ver con mucha claridad.

-Estoy a punto de terminar... pero no puedo hacerlo con público. -Aquello pareció divertir al hombre.

-Le doy diez minutos. -Dicho esto cerro la puerta.

-Tardaré menos de una hora... -Dijo Marcus en tono burlón mientras escondía su cabeza en el hueco entre mi cuello y mi hombro. – Llevan sin para de aporrear la puerta la otra hora... llegan a abrir un minuto antes y ... joder Ana.

-Has cubierto muy bien el frente... -Pronuncié aquellas palabras con algo de dificultad. - Sentir nuestros pechos pegados era... bueno nunca había estado tan desnuda junto a un hombre. Los golpes en la puerta volvieron a sonar. -Creo que... deberías ... deberíamos ponernos la... deberíamos salir de aquí.- Marcus se dejó caer bocabajo en el colchón como toda respuesta. – Necesito que me ayude a atarme el corsé. -Nota mental, en adelante solo usaré corsés que se ajusten por delante.

-Y yo necesito que se me baje... yo necesito un momento ¿De acuerdo? – La vergüenza que resonaba en sus palabras me dio a entender que algo importante debía pasarle.

-¿Puedo ayudarte en algo? -Pregunté acercándome un poco al colchón. Mis palabras le hiciron reír.

-¡Oh por Dios! Dijo suplicante... lo estás empeorando...

-¡Qué! Pero si yo no he hecho nada.

-Esta bien, date la vuelta y te ataré el maldito corsé... ya pensaré como salgo yo ... -Marcus comenzó a murmuran palabras inteligibles y no fue hasta que consideré que yo ya estaba lista para salir y me giré hacia él, que creí entender lo que le sucedía. Marcus luchaba con sus calzas con la intención de reducir la hinchazón que tenía ...

- ¡Oh Dios Mío! -Cuando él alzó su mirada no puede evitar cubrir mi sonrosada cara con mis manos.

-¿En qué momento pude pensar que eras una libertina? – Parecía que mi reacción había logrado aminorar su mal humor.

-Será mejor que lleve la chaqueta en el brazo, así podrá cubrir su... -Intenté mantener la vista fija en sus ojos, pero esta se desviaba hacia otro punto.

-Viendo tu cara no sé si soy yo el que está más incómodo o lo eres tú. -Dijo divertido.

-Vámonos de aquí. -Respondí girándome hacia la puerta.

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Poner por escrito toda la información que había leído me llevó más tiempo del que había pensado. No deseaba dejarme ningún detalle y más cuando estos podían suponer la diferencia entre encontrar o no a una de las mujeres que estaban cautivas. Unos golpes en la puerta de mi despacho me hicieron levantar la vista.

-Señor Lluch... Podría usted ayudarme haciendo un duplicado de todos los informes, así podremos enviarlos hoy y tener nosotros una de las copias. – Sabía que mi tono había sonado extremadamente formal, y más teniendo en consideración la situación que habíamos vivido la noche anterior, pero no sabía como reaccionar a ello.

-Claro. -Aquella escueta respuesta sí que era algo extraño en él. No obstante, tenía demasiadas cosas en la cabeza como para pararme a pensar en eso.

LA VIDA TRAS LA MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora