Seokjin
La claridad es desagradable. Mi memoria, el sol en el cielo, el sonido del río que acalla el silencio. Nunca estuve tan mortificado con mi realidad.
Es como amplificar todos los malos momentos que experimenté antes de esto en uno solo, tanto que ya ni me quejaría de aquellos si pudiera revertir lo que ocurrió.
Trato de encontrar algún rostro en mi mente; sin embargo, es inútil. Esa parte sigue siendo confusa, y ojalá que se quede así. Lo último que quiero es recordar cómo se sintió en ese momento, cuando no pude defenderme.
La mañana sigue fresca. A la distancia, la silueta de Adelia se aproxima por el mismo lugar. Lleva más cosas que cuando se fue. Asumo que ya debe tener un plan.
Me pregunto si alguna vez cruzamos caminos sin notarlo en Alenrys. Sigo observándola acercarse, como si pudiera evocar un recuerdo de ella. Pero no lo hay.
Con la respiración agitada, ella se detiene en frente de mí y deja caer las cosas a un lado. Lleva una daga colgando de la cintura.
―¿Puedes moverte ahora?
―No tan rápido como tú.
El anillo termina en mi bolsillo. Uso el árbol como punto de apoyo para levantarme poco a poco. Es tedioso, pero lo hago sin quejarme. Debo continuar, sin importar lo que ya sucedió.
―No lo fuerces si todavía es incómodo.
―Podré hacerlo. Lo haré, descuida.
―Mantén esa actitud. Pero, en serio, primero lo primero.
Adelia se arrodilla y busca en su bolso lleno de cosas. Quisiera hacer varias preguntas, pero no sé por dónde empezar.
―Usarás esto ―dice, mostrándome una camisa blanca―, luego de vendar tu herida.
―¿Me quedará?
Mi pregunta la hace pestañear. Ella estira la prenda en el aire, mientras yo me deslizo hasta el suelo una vez más. El dolor se ha concentrado en mi abdomen y espalda. Al menos mis brazos y piernas están más ligeros que antes.
―Tienes mucha suerte. Creo que es más grande.
―¿Y dónde conseguiste vendajes?
Mi ropa manchada de sangre no tiene remedio. Me quito la camisa para dejarla a un lado y recibir la nueva. Tengo que deshacerme de esto como sea.
―Estoy aprendiendo con los médicos, tenía un poco en caso lo necesitara.
Su expresión apenas cambia. Envuelve mi hombro izquierdo primero, para luego cruzar la venda por mi pecho y espalda con la tensión adecuada. Sus habilidades siguen impresionándome.
―Tienes razón.
―¿Sobre qué?
―Tengo mucha suerte.
Una muy leve sonrisa surge en sus labios al oírme, su mirada sigue fija en asegurar el vendaje sin ajustarlo demasiado. Sin embargo, cuando termina, esquiva mis ojos y se aleja sin mirarme de nuevo.
El sonido del río reemplaza el silencio entre los dos. Ponerme ropa limpia es un consuelo después de tantas sensaciones desagradables.
―¿Qué sigue ahora, aprendiz? ―pregunto, ya que ella sigue dándome la espalda.
―Iremos a Bolfort.
Adelia levanta sus cosas y me enfrenta sin más explicaciones. La última vez que estuve ahí era solo un niño.
―¿Bolfort?
―Sí. Conozco a dónde ir. Pasaremos desapercibidos si seguimos el río cuesta abajo. La zona de pesca estará desolada cuando lleguemos.
De nuevo, no tengo alternativa, solo confiar en Adelia. Me pongo de pie una vez más, la práctica le quita lo difícil. Estiro mi brazo hacia el sur y ella avanza delante de mí, siguiendo la corriente del río.
Mis pasos pueden ser más largos, pero aún no puedo ir rápido. De vez en cuando, Adelia se da vuelta para ver si le sigo el ritmo o no. Si dejo la mente en blanco, el esfuerzo también pasa a un segundo plano junto con todo lo demás.
Luego de un tiempo, me aburre seguir en silencio.
―Eres más interesante de lo que creí. Déjame adivinar, también sabes cómo defenderte con esa daga. ¿Tu padre te enseñó?
―Ahí te equivocas. Me hubiera gustado que lo hiciera, pero... ya no importa.
―¿Por qué dices eso?
―Mis padres murieron hace poco más de un mes.
Su respuesta me detiene. Ella se da vuelta cuando no oye mis pasos siguiéndola.
―Lo siento, no lo sabía.
―Descuida ―sonríe―. Solo queda seguir adelante.
―¿Puedo preguntar cómo sucedió?
―Un ataque en Bolfort. Murió mucha gente ese día... ¿Quieres descansar?
―No. Puedo seguir si vamos despacio.
Entonces continuamos adelante. Su historia comienza a tejerse en mi mente, una buena distracción de mi propia vida. Aunque quizá llegue exhausto. Mi poca energía se agota rápido.
Más tiempo pasa y mi garganta está en llamas. Es más incómodo que cuando me levanté al oír la voz de Adelia en medio de tanta oscuridad.
¿Se estaba despidiendo de mí? Yo no estaba preparado para darme por vencido, aunque esta tampoco es la manera en que quise sobrevivir.
Pero elijo olvidar mis tormentos con lo que viene. Con su silueta en frente de mí, su cabello suelto agitándose con la brisa de la tarde.
Observo sus rizos oscuros para darme fuerzas al caminar, y luego al suelo. Tantas veces como puedo. Hasta que llegamos a un puerto pequeño. No parece el principal.
―Esperaremos aquí. Una vez que se oculte el sol, nos adentraremos con calma.
Iba a responder, pero no salen las palabras.
El nudo en mi garganta se hace más grande, empeora con los lamentos que no he podido soltar. Mis piernas me fallan y la vista de Bolfort se me hace borrosa por las lágrimas.
―¿Seokjin? Respira profundo, ¿sí? Solo un poco más.
Ella tampoco se rinde fácil.
Bien. Lo necesito.
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Mi lugar junto a ti • [KSJ]
FanfictionSeokjin huyó de casa; Adelia quiere tener un futuro seguro en Alenrys. Ahí, la Hermandad de los Oscuros aterroriza a sus habitantes. Sin embargo, ningún terror es más grande que la necesidad de seguir al corazón. A veces, solo basta una persona para...