Seokjin
Adelia trató de mantenerse despierta, pero no llegó a ver el amanecer. Es lo mejor, ha hecho tanto por mí que se merece descansar bien.
Ella insistió en que probara la sangre del vaso en la cocina, yo me negué todas las veces. No es que Adelia no tenga razón. Es verdad que no me disgustó del mismo modo que la comida que antes era mi favorita sí lo hizo. Solo que... Ojalá fuera fácil aceptarlo.
Cierro la ventana para dejar fuera la gélida brisa de la mañana y regreso a sentarme al pie de la cama. Este silencio es ensordecedor.
No importa cuánto quiera regresar el tiempo, no puedo cambiar nada de lo que me pasó. Lo único que quiero y puedo hacer es evitar convertirme en un monstruo. No sé cómo puede suceder, si es involuntario o del todo bajo mi control, pero me importa mucho.
La idea de cambiar mi dieta por sangre me sigue pareciendo desagradable. Sin embargo, quizá el dolor en mi garganta disminuirá si soy capaz de beber eso aunque sea. Cualquier cosa para sobrevivir, ya llegué a este punto.
Sin hacer ruido, voy hacia la cocina donde dejé el vaso intacto. Recién lo noto, pero la oscuridad ya no es un problema para mí. El primer cambio que considero transformar en una ventaja.
Retractarme es dar más vueltas al asunto, entonces bebo sin tiempo para pensarlo. La sensación que encuentro similar es tomar medicina; necesario, pero nada placentero. Debo admitir que no es tan malo como creí.
Dejo a un lado el vaso. Mi cuerpo no se opone a más, lo cual encuentro deprimente. Ya no hay vuelta atrás.
¿Es una segunda oportunidad o una maldición? Regreso a la habitación; mi garganta dejó de sentirse como arena.
Poner a un lado esa angustia da lugar a la calma. Estuvo esquiva desde que hui; no sé si volverá a estar ausente, así que la aprovecharé al máximo. Tomo la otra frazada de la cama y me siento en el piso a un lado de esta, recostándome en la pared.
Hago el esfuerzo y cierro los ojos, cubriéndome con la tela. Silencio y nada más.
Los recuerdos que disfruté me visitan uno a uno. Como una despedida de la que soy instigador.
Es adictivo.
Al abrir mis ojos, ya amaneció. Nada ha cambiado en esta habitación vacía, excepto por nosotros. Alguna vez estuvo ocupada y quiero imaginarla acogedora.
Aunque me distancie del pasado, este seguirá en mi mente. Es inútil. Innecesario. Doloroso. Pesimista.
A mi lado, Adelia se mueve y se incorpora. Finjo no darme cuenta, observando las sombras en la ventana de pájaros volando entre los árboles.
―¿En qué piensas? ―pregunta. Le dedico una mirada. Seguro estuvo observándome un buen rato.
―Muchas cosas.
―Espero que no tan malas. ¿Descansaste bien?
―No pude dormir ni siquiera un poco.
Ella frunce el ceño. Su interés en mi bienestar no ha perdido el encanto.
―Descuida. Creo que ya no es lo mismo.
―¿Qué quieres decir?
―Traté de hacerlo. Cerré los ojos y esperé, pero solo llegué a estar muy relajado. Como la sensación de estar a punto de quedarte dormido, aunque el sueño nunca llega.
―Ya veremos si es algo permanente. Aunque sea poco, es mejor que nada por el momento.
Se levanta y sale de la habitación. La idea de seguirla se me pasa por la mente.
Dejo a un lado las sábanas, pero no me pongo de pie. El dolor se ha ido, ahora el peso de mis ideas me dejan en el piso. No durará mucho, me niego a dejarme vencer por eso.
―¿Lo lavaste? ―pregunta Adelia a la distancia. Regresa a verme con el vaso que usé.
―No... Por cierto, tenías razón. Ayudó a sentirme mejor. El dolor se fue.
―¿En serio? ¡Perfecto!
De nuevo se va, rápido como si fuera a ver a alguien. Hago caso a mi instinto y voy detrás. ¿Ahora qué trama?
Hay una pila de cosas cerca de la puerta principal. Adelia busca entre ellas y de repente suspira. Qué raro, sus cambios de ánimo son inesperados tan temprano.
―¿Qué te desanimó tan rápido?
―Tengo que deshacerme de esto como sea. Pero sigue siendo difícil.
―¿Son las cosas de tus padres? ―pregunto. Voy un poco más cerca.
―Sí. Quiero que mi tía encuentre el lugar listo cuando ella venga a vivir aquí después de mi boda.
Casi lo olvido. ¿Quién es su prometido? Entonces ella va a quedarse a vivir en Alenrys, después de todo.
―¿Qué harás para deshacerte de esto?
―Negociar un poco. Necesito medicina, comida, ropa para ti, un abrigo nuevo...
―Oh, perdóname. ―Ella me mira con las cejas alzadas―. No debí usar esto, no quise ser irrespetuoso.
El abrigo de lana es lo más cómodo que encontré, pero la única persona a la que le pudo pertenecer es su padre. Debí ser más cuidadoso ayer.
―Quédatelo puesto. Es el que más usaba. Puedes devolverlo luego, me lo quedaré como recuerdo.
A pesar de su sonrisa, todavía noto su mirada ausente al decir aquello. No debe serle fácil fingir que todo está bien, lo sé perfectamente. Hay mucho que estoy conteniendo para no alarmarla ni preocuparla más.
―Entonces, ¿puedo ayudarte con lo demás?
―Solo con una condición.
―¿Qué condición?
―Esta tarde iremos al bosque. Tengo una idea que puede ayudarte en el futuro.
Es la segunda vez que saca provecho de mi situación para hacer acuerdos con los que no me siento a gusto. Sin embargo, la intención sigue siendo la misma en el fondo; hacer algo por mí.
―No es nada engañoso, solo quiero ver si puedes cazar. ¿Alguna vez lo has hecho?
―Yo... no exactamente. Aprendí cómo, pero no me llamó la atención.
―¿Entonces qué hacías en Alenrys? No nos hemos visto por ahí.
―Pintar. Dejé de hacerlo hace un par de años, pero de vez en cuando me buscan para eso.
―Oh... Bueno, será beneficioso para los dos hacer algo diferente hoy.
Su sonrisa vuelve a ser contradictoria. Si no fuera tan buena conmigo, diría que no a este tipo de cosas... Estoy perdido.
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Mi lugar junto a ti • [KSJ]
FanficSeokjin huyó de casa; Adelia quiere tener un futuro seguro en Alenrys. Ahí, la Hermandad de los Oscuros aterroriza a sus habitantes. Sin embargo, ningún terror es más grande que la necesidad de seguir al corazón. A veces, solo basta una persona para...