Capítulo 10

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Seokjin

Necesitaba dejar ir lo que cargaba en mis hombros. Absolutamente todo, lo bueno y lo malo. Y no me importó. Fue una buena decisión; me liberé, aunque sea por unas horas.

Ver a Adelia reír conmigo se sintió igual de bien. Justo cuando creí ser una carga molesta en estos días para ella, pude animarla un poco.

Mi energía es alta. La voluntad de no caer otra vez ha regresado con más ganas. La tarde se siente más ligera que cuando recién abrí los ojos esta mañana.

Adelia terminó exhausta. Luego de comer, dijo que iría a descansar. Desde entonces me quedé aquí, afuera de la casa, disfrutando del día en este otoño tan inusual para mí.

La puesta de sol me trae paz. Quiero continuar así; valorando los pequeños momentos de felicidad que pueda encontrar alrededor. Además, quiero averiguar qué soy capaz de hacer. ¿Qué nuevos límites puede haber?

Apenas empieza la noche, así que cierro la puerta para ver si Adelia tiene hambre.

En la habitación, la luz apenas entra por la ventana. Ella sigue dormida, pero parece que tiene una pesadilla. Su expresión no se ve nada bien.

Me arrodillo a su lado, sus mejillas rosadas contrastan mucho con la frente pálida. Gotas de sudor se acumulan en su cuello. Llevo una de mis manos hacia su mejilla. Ella está ardiendo en fiebre.

La última vez que vine de visita me dejó un solo recuerdo vívido. Lo agradezco mucho en este momento, luego de tantos años. Voy por el abrigo para salir antes de que anochezca más. En el centro de Bolfort hay un boticario, es el único que me ayudará en este momento. Corro en esa dirección; nada ha cambiado tanto como para no reconocer el camino. Por suerte, lo encuentro cerrando la puerta y le pido que venga conmigo.

A pesar de no conocerme, me sigue el paso y lo dejo entrar a la casa. Regreso al lado de la cama, esta vez para decir lo que no pude antes.

―¿Adelia? ¿Puedes oírme? Despierta, por favor.

Ella se mueve, parpadea con dificultad y me observa con detenimiento. Sus ojos verdes están más brillosos que de costumbre. El hombre se arrodilla junto a mí.

―Señorita Adelia, ¿se siente bien? ―dice este, colocando el dorso de su mano en la frente de ella―. Su fiebre es alta.

Tomo la otra sábana para enrollarla como puedo. Es suficiente para elevar su cabeza un poco. Él le toma el pulso.

―Ella estará bien, ¿verdad?

―Sí, no se preocupe. ¿Quién es usted? ―pregunta, distrayéndose de buscar en sus bolsillos; me mira con ojos bien abiertos―. ¡Oh! ¡Debe ser su prometido! ¿Decidieron fugarse?

―¿Qué? ¡No! No, no. Digo, sí. Yo soy su prometido, pero acabo de llegar hace poco para ayudarla con algunas cosas y... me alegra haber venido. Como verá, necesita ayuda.

―Cierto. Entonces, ¿cuándo es la boda?

Saca un frasco pequeño, similar al que me quiso dar Adelia una vez. Su tono despreocupado mientras hace que ella beba el contenido me relaja. Me ha creído.

―Pronto. Regresaremos a primera hora a Alenrys. ¿Cree que mejorará?

―Sí, con la medicina estará bien. No se preocupe. Aunque...

―¿Aunque... qué?

―Necesitará ayudarla a realizar el viaje. ¡Pero usted se ve bien! Ni siquiera le falta el aliento luego de correr hasta mi casa. Hizo bien en venir rápido.

―Claro que sí. Soy muy resistente, señor. Muy en forma, no será un problema. ¡Usted también es muy habilidoso!

―Ah, qué considerado. Gracias. Veo que la señorita Adelia se casará con un buen hombre. Cómo vuela el tiempo. Es como si fuera ayer cuando era tan pequeña.

―¿Namjoon? ¿Estás aquí? ―pregunta Adelia. Su mirada sigue entreabierta.

Su voz me devuelve la preocupación. ¿Quién es? ¿Me ha confundido de verdad con su prometido porque dije que lo era o está fingiendo como yo?

―Sí, cariño. Estoy justo aquí. Descuida. Te sentirás mejor ahora.

Quito la sábana al ver que está incómoda. De nuevo se recuesta de lado sobre su brazo, acurrucándose. Adelia suspira al sentir la brisa entrando desde la ventana.

―Por favor, llévelo para el viaje ―dice el hombre; me da un saquito lleno de flores secas―. Hacer té con estas aliviará la fiebre. Si no mejora, busquen un médico en Alenrys.

―Muchas gracias. En serio. Como pago, por favor, escoja lo que le guste de la entrada de la casa. Hay cosas que no podemos quedarnos.

―¡Oh, vaya! ¡Es un hombre muy gentil! Gracias, me llevaré algo de salida. No los molestaré más. Vayan con cuidado allá afuera.

La sugerencia parece emocionarlo, se va con entusiasmo y con prisa por temerle a la noche. Si demoraba un poco más, no hubiera podido encontrarlo.

Después de todo lo que Adelia ha hecho por mí, es lo mínimo que puedo hacer por ella al verla tan mal.

Busco agua y un pedazo del vendaje que estuvo secando en el sol por la mañana. Con eso, humedezco su cuello para quitar el sudor y el calor de su cuerpo. Lo repito con frecuencia, esperando a que su temperatura baje.

Ahora ella se ve vulnerable, muy diferente a como la he visto estos días.

En realidad, me parece la mujer más hermosa que he visto hasta hoy. Sus facciones son elegantes como una flor de invierno. Pero su belleza no solo es física, sino resplandece desde su corazón.

Nadie me hubiera ayudado cuando estuve en el bosque. Mucho menos al descubrir en lo que me convertí. Es una deuda que no estoy seguro de poder pagar algún día.

Su respiración se ha calmado. Paso mi mano sobre su mejilla, comprobando que está más fresca que antes. Saberlo me regresa la tranquilidad.

Acomodo las cosas alrededor, preguntándome si es posible salir hacia Alenrys más tarde, pero su voz me paraliza.

―No te vayas. Quédate a mi lado, así como yo no te dejé.

Sus ojos verdes apenas están abiertos, se resiste a caer en sueños otra vez.

―Ni lo pienses. Es lo último que haría en esta nueva vida.

Entonces sabe que soy yo.

Eso es suficiente para mí.

Mi lugar junto a ti • [KSJ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora