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Hiperventilaba con fuerza y velocidad. La sangre de Albert comenzó a cubrir el suelo con rapidez. Era el último que me quedaba. Lúa, acompañada por el otro soldado, rodeó el cuerpo de forma indiferente.
El soldado aprovechó para golpearle la cabeza con una patada y seguir a Lúa.

-¡Albert!- grité horroriza.

Me levanté del suelo y empecé a correr hacia el cuerpo, pero alguien me frenó. La cadena de mi cuello apretaba, y sentí un fuerte dolor en la espalda a causa del tirón. El chico de ojos grises me miraba serio. Le había entregado la cadena al chico moreno, quien era el que me había obligado a parar.

-Quieta ahí, chica maldita. -me dijo el moreno.

-Déjame ir, por favor. - le supliqué entre llantos. La gente nos miraban mal mientras pasaban.

-Estas llamando la atención, cállate. - dijo el chico de ojos grises, Morgana.

-¡Por favor, déjame ir!- grité encaminada hacia el chico de ojos grises. -¡Te lo suplico! ¡Déjame un momento!- Las lágrimas no me dejaban ver con claridad. El chico moreno se interpuso junto al otro hombre mayor, frenándome el paso hacía Morgana.

Este me miró sorprendido.

-¿Es que no sabes quién es, estúpida?- me habló el hombre mayor.

-Claro que no, ¿no ves la que esta liando?- habló el chico moreno con el brazo alzado donde coloqué mis manos para empujar sin ningún tipo de éxito.

-¡Por favor! ¡Era mi amigo, necesito despedirme! ¡Ten compasión!- gritaba y lloraba con fuerza. Sentía el alma totalmente despedazada. No paraba de perder gente y todo por mi culpa. No podía más. Estaba totalmente hundida.

-Cállate ya zorra de mier...-

-Dejadla.- dijo el chico de ojos grises cortando al hombre mayor. Cesé mi llanto de forma repentina, sorprendida. Sus ojos recorrían mi rostro con lentitud. - Tienes un minuto. - me dijo.

Rápido giré sobre mis talones y corrí hacía Albert mientras la cadena resbalaba en las manos semi abiertas del chico moreno. Aterricé de rodillas con fuerza al lado del cadáver y cogí su cabeza en mis brazos para colocarla sobre mis piernas. Lo abracé como pude. Me temblaba tanto el cuerpo que la fuerza era nula.

-Lo siento, lo siento tanto. - su sangre manchó mi traje completo. Estaba cálida aún. Dios... me encontraba tan mal. Miré al techo, inconscientemente, buscando algún milagro. Liberé, sin poder remediarlo, un grito al aire, un grito desgarrado que pensé que me aliviaría un poco, pero solo me puso peor. Lloré desconsolada, quedándome sin aire mientras abrazaba el cadáver de Albert.

Los gánsteres y el resto miraban la escena divertidos.

-¿Has perdido a tu juguetito, maldita?- me bufó uno de un grupito de gánsteres que se quedó mirándome a poca distancia.

Yo lo miré con furia. Los ojos rojos de llorar me ardían y los brazos me temblaban mientras apretaba el pesado cuerpo de Albert.

-Ohh.- dijo acercándose dos hombres jóvenes de ese grupo. -Pobrecita. -

Uno de ellos golpeó con el pie la pierna de Albert.

-¡No lo toques, joder!- rugí.

El gánster sorprendido por mi reacción, enfureció, alzando su mano para golpearme el rostro. Cerré los ojos y apreté los dientes rabiosa, sin soltar a Albert bajo ningún concepto.

Relajé mi cara cuando, al abrir los ojos de nuevo, vi una mano agarrando la muñeca del gánster. Este retiró la mano rápido, asustado.

-¿Era vuestra? No tenía ni idea. Es encantadora, de verdad. Buena elección. - dijo rápido casi tartamudeando.

Ragno d'oro (gold spider)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora