CAPÍTULO XVI

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Una tarde soleada, durante esa misma semana, David ingresaba al salón de la señora Basset aún confundido por la invitación.

—¡Ah, me alegro de que aceptara mi invitación, lord Saint Clair! —exclamó la mujer al verlo ingresar tras el mayordomo—. No esperaba su visita, debo admitir.

—Usted me ha invitado, lady Basset —agregó él, saludando a la mujer—: No veía cómo negarme a una invitación suya.

—Puede decirme señora Basset, milord —habló la mujer, mientras le invitaba a tomar asiento frente a ella—: Hace meses que le cedí el título de lady a mi nuera, por lo que no veo necesario que me sigan tratando de lady.

—Puede que me tome algo de tiempo acostumbrarme —sonrió el caballero y, observando el salón, preguntó—: ¿Se nos unirá alguien más?

La mujer sonrió con alegría.

—Siempre espero que alguna de las señoritas Middleton me alegren con sus visitas —respondió—. Hace meses que lo hacen, en ocasiones vienen por separado y, en otras, ambas —dijo ofreciéndole una taza de té, pero la rechazó, por lo que ella preguntó—: ¿Tal vez le apetezca algo más fuerte?

—Si no es una ofensa para usted, por supuesto —murmuró David.

—No es para nada una ofensa, milord, he pasado años casada con el anterior barón de Petersfield y, debo admitir, era un gran bebedor —señaló con una sonrisa nostálgica mientras le ofrecía un vaso con alcohol—. Por supuesto, que no era un vicio para él, pero disfrutaba de beber en sus tiempos libres en casa.

—¿Le extraña? —se atrevió a preguntar el joven.

—Todos los días —murmuró la mujer—. No fue un buen marido en sus últimos años, aún menos un buen padre para mi único hijo.

—¿Por qué le extraña, entonces? —preguntó él, confundido por los sentimientos de la mujer—. No parece ser un hombre por el cual deba seguir pensando, lady Basset.

—Porque lo amé y siempre lo amaré —respondió ellas con la voz entrecortada—. Antes de que decidiera cometer todas esas malas elecciones para nuestra familia, siempre lo amé y le doy las gracias por permitirme esos años para conocer lo que es amar a alguien —finalizó con un suspiro. Y, tras recomponerse, agregó—: Lo que nos lleva a hablar de usted, milord, dígame, ¿por qué se niega en ser amado?

David no se sorprendió que la señora Basset fuera directo al tema de conversación, pues como ella le había comentado antes, las Middleton solían visitarla, por lo que no le extrañaría que estuviera al tanto de su situación con Georgiana Middleton.

—Creo que ha formulado mal su pregunta —dijo con una leve sonrisa, más bien, estaba incómodo con aquella pregunta—. Nunca me he negado en amar, solo no ha llegado el momento en el que alguna jovencita me ha hecho sentir amor.

—Miente, milord —dijo la mujer, tomando un trago de té y, dejando la pequeña tacita sobre la mesa de centro y, con una sonrisa, dijo—: Usted ya está enamorado, pero evita describir de esa manera sus sentimientos.

David, dio un largo trago a su bebida, retrasando su respuesta.

—¿Qué le hace creer eso?

—Georgiana Middleton.

Aquella respuesta llamó por completo su atención, si no fallaba su intuición, la joven habría puesto al tanto a la señora y debe de haber pedido ayuda con aquella extraña relación que él ansiaba con mantener, pero que Georgiana deseaba llevar al altar.

—No entiendo...

—Estoy segura de que algo siente por la señorita Georgiana Middleton —dijo la señora Basset, con un suspiro—. No veo el por qué su esmero en ocultarlo, milord.

Desde El Primer Baile [#2]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora