CAPÍTULO XXI

1.1K 115 10
                                    

Luego de superar el bochorno que le había provocado el comentario de su esposo en frente del lacayo, fue extremadamente corto para su gusto, ya que los nervios estaban comenzando a apoderarse de ella y la mano de David no le ayudaba a aplacarlos, pero de todas formas se dejó guiar por el lugar.

Sabía que lo que ocurriera aquella noche tenía que pasar en algún punto de su matrimonio, pero le aterraba no complacer a su esposo y, si consideraba cómo la había besado, podía jurar que sus nervios eran absurdos.

Al entrar a la alcoba, sabía qué esperar, ya que cada decoración demostraba que el caballero vivía sin la presencia femenina desde hace un largo tiempo.

—¿Necesitas tiempo antes de...?

Georgiana se giró para observar a su esposo, quien la miraba con preocupación.

—¿Puedo?

—Yo diría que lo necesitas —le sonrió él, señalando sus manos temblorosas—: No has dejado de temblar desde que comencé a guiarte a la habitación.

—Lo siento, es que estoy algo nerviosa.

—¿Por qué deberías estarlo? —preguntó él, mientras se alejaba de ella y se comenzaba a sacar la ropa—. Yo no haré nada que no quieras y tampoco muerdo —dijo con una leve sonrisa y, para apaciguar los nervios de la joven, se giró hacia ella y la observó a los ojos cuando agregó—: A menos que prefieras que lo haga, no me rehusaré a dejar en claro que eres mía.

Georgiana iba a reclamar sobre ello hasta que se lo replanteó, ¿podría dejar esas marcas en el cuerpo del hombre frente a ella? Y llegó a la conclusión de que le gustaría hacerlo, porque eso incrementaría los rumores de que su esposo habría dejado atrás sus días como libertino.

—¿Lo está considerando lady Saint Clair? —preguntó él, saboreando el nuevo nombre de su mujer.

—Consideraba las posibilidades de dejar mi marca en usted lord Saint Clair —respondió la joven, retirando las horquillas de su cabello—. Si usted quiere dejar en claro que le pertenezco, creo que es justo que me otorgue los mismos privilegios, ¿no lo cree?

—Me parece de lo más justo —finalizó él mientras se aproximaba a ella y le sonreía—: ¿Ya se encuentra mejor?

Georgiana fingió pensarlo y con una sonrisa burlona, preguntó:

—¿Cree que sus sirvientes estén atentos a lo que hacemos en la habitación?

—Lo dudo, pero por las dudas será mejor que no hagamos demasiado ruido o mañana no podrá verlos a la cara —respondió David, acercando el cuerpo de su esposa al de él, pero antes de iniciar su vida como marido y mujer, decidió aclarar—: Además, mis sirvientes también son suyos y eso incluye todas las habitaciones de las propiedades que lleven mi nombre.

Durante unos segundos ambos permanecieron observándose hasta que el vizconde la miró con una sonrisa mucho más maliciosa y decidió besar a su esposa.

—Creo que ya hemos estado por mucho tiempo con nuestras ropas, ¿no lo cree lady Saint Clair? —dijo él entre besos.

—Debería callarse y dejar que me concentre —lo silenció ella.

David soltó una carcajada y, sin ningún esfuerzo, la tomó en brazos hasta la cama de cuatro postes que había en la habitación.

—Puedo caminar a la perfección —murmuró ella, sorprendida al ser alzada.

La depositó en el colchón, sin apartar la mirada de la belleza de la joven, quien se retiraba los guantes con torpeza.

—Si estás concentrada en lo que haces, significa que no lo estoy haciendo bien —respondió al final—: ¿Qué debería hacer con usted vizcondesa?

Desde El Primer Baile [#2]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora