CAPÍTULO XXIV

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Dos semanas más tarde.

Londres, 1841

Cuando Georgiana decidió partir a la ciudad junto a su ama de llaves, no lo había realizado tras un plan bien elaborado, por lo que tuvo que enfrentarse a las exasperadas palabras de su esposo. Aunque resta decir que fueron palabras que él le envió a través de una misiva que llegó junto a ella a Londres. Tal parecía que él no había tardado horas en averiguar que ella se marchaba de Petersfield a solas, pero nunca planeó ir tras ella y eso le dolió durante los primeros tres días.

Por otro lado, su madre y hermana menor se sintieron felices de verla en la ciudad durante la temporada. Pero siendo sincera, Georgiana no esperaba encontrarse con su hermana menor, pues se suponía que debía estar en una escuela para señoritas en el campo, bastante alejada de la ciudad.

Sus padres parecían ser los únicos felices de tener a Jane en casa, lamentablemente, no se podía decir lo mismo de Frederick quien en reiteradas ocasiones le recordaba a su hermana la insensatez de haber causado que la enviasen de regreso a casa antes de las vacaciones.

—Frederick sigue frunciéndome el ceño cada vez que estamos en la misma habitación —habló Jane con burla—: ¿Puedes creerlo?

—Jane, se supone que debes comportarte en aquella escuela —le regañó Georgiana, quien ya no podía hacer la vista gorda—. Además, ¿no asistes con la hija de los Bennet?

—Sí, lo hago —respondió Jane—: Pero se ha marchado a casa antes de las vacaciones y no quería estar a solas en aquella escuela, por lo que hice un par de travesuras para que me enviaran a casa y...

—Y Frederick se ha venido a quejar conmigo sobre lo inmadura que has sido y que nuestro padre ha tenido que pagar una suma generosa para que la directora no ensuciara tu nombre por toda la región —interrumpió Georgiana con un tono severo, esperando que al menos así su hermana menor prestara atención a sus palabras—. Deberías sentir algo de lastima por él, ¿no lo crees? Después de todo, en un par de meses él será el nuevo conde y será quien responderá primero a tus travesuras.

—No necesito de una niñera.

—No lo será —bufó Georgiana perdiendo la paciencia—: ¡Por todos los cielos, Jane! Es tu hermano mayor, al menos deberías facilitarle las cosas, él también tendrá que buscar una esposa el próximo año —explicó mientras soltaba las flores que llevaba en las manos para no dañarlas—. Que Dios se apiade de tu suerte, si él ya está detrás de una jovencita esta temporada, lo que le facilitaría las cosas a nuestra madre, pero la pobre joven tendrá que luchar con buscarle un pretendiente a su mimada cuñada.

—Bueno, creo que has estado reteniendo tu opinión por mucho tiempo, Georgie —murmuró Jane, en un hilo de voz—. Sé que no soy lo que se esperaría de una joven, aún más teniendo de padre a un conde, pero quiero que sepan que enserio me esfuerzo por ser quienes desean que sea.

Georgiana soltó un largo suspiro antes de sonreírle a su hermana menor.

—Disculpa, no estoy sintiéndome bien últimamente y he dicho cosas que te lastimaron.

—Pero planeabas decírmelas algún día, ¿no es así? —preguntó avergonzada la jovencita, pero al ver que la mayor estaba por decir algo, hizo un gesto al aire y agregó—: No te molestes, sé que debes tener tus preocupaciones y en cambio te das el tiempo de aceptar mis visitas...

—Las de madre y la señora Basset —agregó Georgiana con un suspiro y, tomando una bocanada de aire, se llevó las palmas al rostro—: Estoy exhausta, eso es todo.

—¿Puedo preguntar el motivo? —la mayor negó ante la pregunta, por lo que Jane se puso en pie y tomó su abrigo—. Puedo retirarme a solas, no es necesario que me dejes en la entrada, pero al menos puedo decirte que deberías traer a tu marido a la ciudad.

Desde El Primer Baile [#2]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora