REMINISCENCIA I

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El pulso se le disparó y un calor repentino se expandió, apoderándose de todo su cuerpo. Giro al momento de percibir una repentina sensación inefable. Apenas lo hizo y una extraña desesperación por encontrar al remitente nublo toda concentración; rápidamente sus ojos buscaron entre el frenesí destructivo: derecha, izquierda, al frente. Nada.

No comprendía la razón, pero de pronto, su corazón latía en sus oídos, su sistema nervioso colapsaba y una intranquilidad desconocida la invadía.

Entonces lo encontró.

Entre la multitud existía una presencia que parecía emanar un brillo tenue y plateado, destacaba no solo por poseer una impresionante belleza o la larga caballera plateada, sino también por aquella mirada inquebrantable. El remitente poseía, además, una postura intimidante y un aura indiferente. Tenía la fuerte sensación de que no era la primera vez que lo veía, conocía al extraño, aunque no lograba recordar de dónde. Verlo andar sin quitarle la vista de encima provoco que retrocediera, el desconocido noto la intención, aun a distancia y, de inmediato tomo impulso. En un parpadeó la alta figura plateada apareció de frente.

Hubo un largo y tenso silencio entre ambos, era como si todo aquello que la rodera no existiera; el ruido y la barbarie, desaparecieron en cuanto aquellos dos se vieron fijamente a los ojos.

Volviste.

Por instinto sus ojos se abrieron al máximo. Conocía esa voz, la había escuchado antes, lo sabía, pero por más que intentaba rebuscar en sus recuerdos, no había nada. Entonces, inesperadamente el extraño apreso su cintura mientras que con la otra le tocaba delicadamente el rostro. El simple contacto de piel a piel afloro en respuesta una gruesa lágrima, ¿Por qué lloraba? ¿Qué le ocurría? ¿Quién era él?

Kagome.

Todo se diluía, la figura plateada se desvanecía, en su lugar aparecía el techo del dosel y la luz violácea que se filtraba a través del enorme vitral.

―Señora, ¿Se encuentra bien?

Se enderezó, encontrando a primera hora de la mañana, el par grisáceo desde el otro extremo de la habitación. Era Zanya, tan impecable y preocupada como todos los días.

―Si. Solo fue... ―medito antes de hablar―... un sueño.

―¿El mismo?

Kagome le sonrió.

―No es nada importante.

Un sueño, esa era la única explicación lógica para desconocer a Sesshōmaru. Pero en cuantos sus pies tocaron la alfombra y alzo la vista, pudo notar en Zanya una expresión entre sorpresa y terror.

―¿Qué ocurre? ―demando a saber. De inmediato los ojos de Zanya la vieron fijamente para descender rápidamente, Kagome le siguió y comprendió entonces la razón―. ¡Wow! Creció, bastante.

La ligera bata de dormir que llevaba puesta estaba completamente abierta por la mitad mostrando el enorme vientre inflamado.

―¿Esto es normal? ―Kagome sonrió al escuchar aquella pregunta―. Se supone que no debería verse con ese tiempo, por Kamisama. Señora, el Amo va a matarme.

―No digas tonterías y mejor ayúdame antes de que Rigel venga a buscarme.

Zanya era una Yōkai adolescente de mediana estatura, esbelta de largo cabello cobrizo, ojos grises y con un par de enormes orejas de zorro coronando su cabeza. Era excesivamente dulce y muy amable. Al inicio de su llegada todo se había vuelto caótico, pues se trataba de un obsequió de los Señores del Este en restitución por la muerte de Kaede.

TRANSACCIÓN (Sesshome)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora