9. CONOCIENDO AL DEMONIO

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—¿Cómo estas? —preguntó al avanzar.
—Bien —respondió al intentar dejar de verlo.
—Tenemos que hablar —azuzó al sentarse.
—Antes quiero pedirte algo —Sesshomaru afilo sus facciones.
—Pídelo.
—Quiero hablar con Bankotsu.

Y un frío sepulcral se sembró en toda la habitación. Ella se aferró a las sábanas por debajo y decidida continuó.

—Necesito explicarle lo que está pasando —continuó —no pudo hacerle esto, no cuando, no podré regresar a su lado.
—Considerabas la opción —aquello no era pregunta sino afirmación.
—En realidad tampoco puedo estar contigo —entonces el peliplata ensombreció su rostro —soy parte de una Transacción que tú ideaste, estoy en esta posición porque...
—Él te apostó —terminó por completar fríamente. Kagome apretó los puños con fuerza.
—Si —contestó secamente —y porque... —aspiro hondo antes de continuar —en realidad todo esto qué haces es por venganza a su persona. No me estás tomando enserio, solo soy parte de tu juego y yo... —agachó la mirada.
—Eso es parcialmente cierto —dijo al tomarla del mentón y subirlo delicadamente para verla a los ojos —en términos de tiempo sería colocarlo en: pasado, porque hoy por hoy, quiero estar contigo.
—Entonces —comenzó a decir a la vez que ladeaba el rostro para separarse del tacto —¿Con qué intenciones me pusiste esto? —señaló con su dedo la luna en su hombro. Sesshomaru noto la voz entrecortada y la cristalización de sus ojos —¿Por qué seguimos juntos por un contrato? ¿¡Porque lo estás haciendo en esta forma!?
—Porque eres mía —respondió al abalanzarse sobre su cuerpo y atrapar sus labios.

Quiso empujarlo, no corresponder al beso pero simplemente su resistencia se desmoronó cuando la empujo contra la cama y se colocó sobre de ella. Se separaron y se vieron a los ojos; encerrada en los cabellos plateados no podía hacer otra cosa más que admirarlo.

—Anularé el contrato —añadió de repente.
—¿Có...?
—Estarás conmigo por tu voluntad —bajo los tirantes del vestido haciendo saltar sus senos, Kagome se estremeció —pero con una sola condición —agarró sus pezones erectos y los pellizcó suavemente, escucharla gemir agrandó su virilidad —hablaras con él al regresar de nuestro viaje.
Aquello hizo reaccionar brevemente a la azabache.
—¿Qué viaje? —adujo entre cortada cuando el demonio se despojaba de la camisa blanca y se bajaba la bragueta del pantalón.
—Quiero tener más que tu cuerpo, Kagome —ella se sonrojó y él descendió sus manos por los muslos hasta atrapar sus bragas —deseo tener tu corazón —arrojo el encaje en alguna parte de la habitación, subió la falda del vestido y se agachó lamiendo los pliegues vaginales.
—¡Aaah! —gimió Kagome al revolverse en la almohada y apretar los ojos con fuerza.

Sesshomaru acomodó las piernas femeninas en sus hombros mientras tomaba con ambas manos los glúteos, la elevó un poco y hundió su lengua en la cavidad. El saborear toda su existencia provocó que doliera la erección que desde hacía rato venía controlando pero deseaba darse su tiempo para tocar, lamer y poseer todo centímetro del cuerpo de Kagome. Así que sacó su lengua aún unida por el líquido transparente y se concentró en el punto más sensible.

—Sessh... —dijo entrecortada mientras sus muslos se tensaban. Lengüeteó esa zona provocando que su espalda se arqueara —bas... —intentaba hablar pero la electricidad y los espasmos brotaban desde su interior sin tener control —Sesshomaru —dijo al incorporarse y tomarlo de las mejillas; los ojos dorados destellaron contra los azules —hazme tuya —agregó al rodearle los brazos al cuello y besarle.

Sesshomaru tomó los pliegues del vestido y lo deslizó por encima de la cabeza azabache, ahora estaba totalmente desnuda; retomaron el beso, se acariciaron, Kagome arañó su espalda y enrolló sus piernas alrededor de las caderas masculinas. Percibió en su vientre la presión de la erección del peliplata. Así que pausando el beso, tomó el miembro, lo colocó en su entrada y empujó. La electricidad se propagó por ambos cuerpos y cuando él tomó sus caderas para moverla y embestirla con fuerza una sensación de ardor se produjo.

—Estás muy caliente —murmuró contra su oreja.
—Aagh —gimió ella sin dejar de moverse —tú también.

Pero el calor aumentó a un grado donde él tuvo que apartarse un poco para examinar lo que pasaba, entonces sus ojos dorados se abrieron como platos al notar el reiki rodearlos en una jaula azul, existían también pequeñas chispas de corriente eléctrica entre ambos cuerpos, energía que su propio cuerpo intentaba repeler. Pero Kagome siguió moviéndose, ignorante a lo que pasaba a su alrededor, obligándolo a mantener la excitación que no le permitía pensar con claridad hasta que de repente por instinto buscó el hombro marcado, era como si supera qué hacer sin saberlo. Entonces abrió su boca, mostró los incisivos y perforó por segunda vez la piel rosa. Kagome gimió, él se calento y la energía se redujo hasta impregnarse en ambos cuerpos. Una explosión interna llenó a ambos, eyaculando dentro de ella con una potencia que la hizo vibrar.
Perlados en sudor y aún unidos, juntaron sus frentes agitados, se vieron a los ojos y sonrieron.

—¿Qué fue eso? —preguntó Kagome casi sin aliento.
—Instinto —murmuró él.
Arqueo una ceja y volvió abrazarlo. No le importo la sensación pegajosa en sus ingles, tampoco que todos sus cabellos estuvieron adheridos a su espalda o que él siguiera llenando su interior. No, lo único que deseaba con el alma es que él percibiría lo mucho que lo amaba.
—Aceptó —dijo al fin.
Sesshomaru se aferró al pequeño cuerpo, tumbándolo otra vez en la cama y sin separarse volvió a embestirla con fuerza. Reanudarían una y otra vez la actividad hasta el cansancio.

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Encontrar las jeringas en el baño del terror (así lo había bautizado Jakotsu) fue la cúspide de su frustración. Kagura ahora yacía dormida y limpia sobre su cama, habían tenido que vestirla con deportivos para que no ensuciara la ropa nueva. Entretanto ellos limpiaban la casa a fondo.

—¡Kyaaaa! —gritó Jakotsu cuando saltó con los guantes y el atomizador en las manos —creó que pise mierda humana.
—Ni te quejes —sentenció Renkotsu al asomarse por el pasillo —yo encontré orines en el lavabo.
—¡Puta madre! —exclamó Bankotsu al sacar del baño el paquete de jeringas junto con un diminuto frasco negro.

Sus hermanos le vieron sorprendidos y centrando su atención en lo que llevaba se acercaron curiosos.

—¡Mierda! —añadió entre dientes.
—No me digas que eso es...
—Heroína —completo Renkotsu la frase de Jakotsu al ver fijamente al Bankotsu —estas jodido.
—¡Cállate!
—¡Kami! ¿Pues que le hiciste a esta mujer?
—Nada que ella no quisiera —respondió al pasarlos de largo y arrojar todo al bote de basura —hay que desintoxicarla —los otros dos se vieron entre sí preocupados —tenemos tres días antes de la jodida fiesta.
—Bank... —comenzó a decir Jakotsu —no podrás hacerlo, es muy poco tiempo además lleva mucho tiempo haciéndolo.
—¿Qué quieres decir?
—Tiene piquetes recientes en sus brazos y pies.
—¡Joder! —se revolvió el cabello desesperado —quizás aguante el día de la fiesta.
—Eso es cruel de tu parte —espetó Renkotsu —si vas ayudarla tiene que ser entero y no por partes.
—Yo solo quiero que Sesshomaru la vea para que reaccione.
—Si pero lo único que verá será a una ex esposa alcohólica y drogadicta —opinó Jakotsu —no puedes cambiarla de la noche a la mañana, para eso necesitas tiempo.
—Tiempo es lo que no tengo —porque de varias semanas para acá se había sentido tremendamente inquieto, era como si intuyera lo peor.
—¡ERES UN INFELIZ! —el grito hizo girar a los tres hermanos. Era Kagura que sostenida por una de las columnas de la casa fulminaba con sus ojos rubí al moreno.

Sorprendidos, admiraban boquiabiertos la apariencia de la mujer que era muy diferente al de la mañana. Sus orejas eras puntiagudas y sus cabellos castaños más largos de la habitual.

—¿Kagura? —llamó Bankotsu confundido.
—Pero que mierda... —susurro Renkotsu.
—¿Por qué luce así? —preguntó Jakotsu.
—¡IDIOTA! —bramó al írsele encima con las manos en alto.

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—¿Qué quieres que haga, que cosa? —adujo Inuyasha con la boca abierta.
—Mueve la fecha del evento de caridad —musitó Sesshomaru al meter las últimas hojas en el sobre amarillo —dentro de unos dos meses —añadió sin verlo.
—¿Por qué? ¿Por qué en este punto?
—Porque se me antoja —contesto viéndolo a los ojos.
—¿Lo haces por Kagome?
Mencionar aquel nombre le hizo fijar sus grandes ojos amarillos en los contrarios una clara señal de advertencia.
—No te interesa —siseo apretando la mandíbula.
—Eres un bastardo hijo de...
—Para Inuyasha —intervino Miroku desde atrás. Sesshomaru lo fulminó con la mirada.
—Cambia la fecha —repitió fríamente —estaré ausente.
Inuyasha se masajeo el tabique de la nariz negando por debajo
—Ausente... —repito Miroku.
—Si —azuzó al verle. Claramente no tenía intenciones de dar detalles.
—Eres un pinche dictador Sesshomaru —y girando sobre sus talones salió sin despedirse.
Entonces el monje y el demonio se quedaron a solas.
—¿Qué quieres saber? —demandó a saber Miroku.
El peliplata arrugó la frente, tenía conocimiento de la sabiduría del tipo y necesitaba respuestas antes de que sus indagaciones crecieran más.
—La otra noche, Kagome hizo algo extraño.
Miroku sonrió y se acomodó en la silla con una pierna sostenida por la otra.
—¿Cuál?
Relatarlo de principio a fin fue difícil e incómodo. Le degollaría el cuello si se atrevía hablar con alguien más de lo que le estaba confesando.
—¿Y haz experimentado algún cambio después de la cópula? —preguntó cuando terminó de hablar.
—Si —le mostró una garra de la cual una pequeña chispa color azul apareció fugazmente. Miroku sonrió pero Sesshomaru se mantuvo ecuánime.
—Ya veo —dijo pensativo —Kagome o mejor dicho tú mujer te a brindado de parte de su poder —colocando sus codos en la mesa le dio a entender que tenía continuar sin parar —existen sacerdotisas que pueden regalar parte de su energía a sus parejas, siempre y cuando se traten de algún tipo de monje o como en tu caso: seres sobrenaturales, sin embargo estos últimos casi no existen por la incompatibilidad entre ambos, se rumora la destrucción del contrario o de ambos durante este "traspaso" pero jamás se a confirmado nada por la misma razón de que antiguamente no se hablaban de las relaciones íntimas con los humanos. Kagome a hecho contigo lo excepcional, te a regalado energía espiritual, única para tu uso. Sin saberlo y sin esperarlo te a fortalecido, eres ahora el primer demonio en tener uso de ambas energías: tú yoki y el reiki de ella.

Sesshomaru aspiró hondo antes de hablar. Lo que el monje le explicó era exactamente lo que él indagaba.

—¿Por qué la volví a marcar?
—En teoría supongo que para fortalecer tu dominio, ser un legendario daiyokai te ayudo. Y volver a morderla durante el acto solo afianzó más el lazo de energías.
—¿Algo más que deba de saber?
Miroku sonrió.
—Todo lo que te dije es teoría, una que por supuesto me acabas de confirmar. Lo demás que venga será tan novedoso para ti como para mi.
—¿Lo que hizo puede retirarse?
—Supongo que de la misma forma que eliminas la marca demoníaca.
—¿Supones?
—Si, supongo. Te repito que todo es teoría.
—Patético —murmuró para sí.
—¿Estas jugando con ella? —se atrevió a preguntar provocando que el peliplata inhalara hondo y entrecerrara los ojos.
—No —respondió cortante.

El silencio le indicó que se debía de retirar. Así que poniéndose de pie camino hasta el umbral deteniéndose unos segundos como queriendo decir algo que de último momento se ahorró.

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Recorrer la mansión la hizo sentirse un poco menos encerrada y encontrar un piano en uno de los salones le recordó la melodía de sus sueños. Hacia mucho que no tocaba el piano y esperaba no a verlo olvidado; así que tomó asiento en el banquillo, aspiro hondo, colocó los dedos en las teclas y...

—Kag... —la voz sorpresiva de Inuyasha la hizo saltar —lo siento, no quería asustarte.
—No... no... —se agarraba el pecho intentando recuperar la postura.
—¿Te sientes mejor? —ella se limitó a sentir —nos sorprendiste a todos. Incluyendo a Sesshomaru.
—Lo siento —se limitó a decir.
—¡Khe! No tienes porque disculparte sino más bien sentirte halagada ¿Y qué haces? —adujo —¿Sabes tocar el piano?
—Un poco —se ruborizó —mi tía me enseñó hace mucho.

El muchacho sonrió. Y ella siguió sin entender como un tipo como él fuera gay. Su parecido con Sesshomaru seguramente también lo hacía popular entre mujeres.

—¿Y que vas a tocar? —preguntó cruzándose de brazos.
—Una melodía que escuche en sueños —contesto al pasar suavemente las yemas de los dedos por las teclas.
Inuyasha arqueó una ceja, avanzó y se recargó sobre la caja de resonancia.
—Me gustaría escucharla.
Pero Kagome se limitó a sonreír por debajo.
—No te llevas bien con Sesshomaru —soltó cambio el rumbo de la conversación. Inuyasha rolo los ojos —¿Por qué? —preguntó al mirarlo.
—Porque es un bastardo infeliz —azuzó sin verla —un cabrón hijo de... —entonces noto los ojos entrecerrados de Kagome —todos los que son como él, lo son —recompuso al aclararse la garganta.
—¿Y como son?
—¿A que viene tanta pregunta? —demandó a saber curioso —se supone que deberías de saberlo.
Kagome agachó la cabeza.
—Es que...
—Pasas más tiempo en su entrepierna que tratando de saber quién es en realidad —completo fríamente. Kagome le dedicó una mirada sepulcral.
—Eso fue muy grosero de tu parte.
—Lo siento —murmuro —pero no puedo quedarme quieto. Todo esto de la apuesta y de que estés aquí por Bankotsu me preocupa.
—Pues muchas gracias pero no es necesario que te preocupes por mi.
Se vieron a los ojos con desafío ¿Qué era lo que quería de ella? ¿Por qué actuaba así?
—Mi madre era trabajadora de esta mansión —empezó a contar de una forma tan enojada que la contagió —una simple empleada de servicio que tuvo la desdicha de encontrarse con un infeliz que la vio, se le antojó y la violó —Kagome abrió los ojos de par en par, tragó saliva sin saber que responder —y lo que vez frente a ti, es el producto de ese aborrecible acto.
—¿Te refieres a...?
—Si, el padre de Sesshomaru —Inuyasha respiro agitadamente pero sin romper el contacto visual —tú no conoces a Sesshomaru, ni siquiera debiste...
—Inuyasha —la voz de Miroku los hizo girar —debemos irnos.
Kagome captó enseguida el cruce de miradas entre ambos era como si estuvieran hablando un dialecto mudo que solo ellos entendían.
—Como sea... —musitó.

Avanzó hasta Miroku sin voltear a verla. Kagome se giró y comenzó a tocar la melodía que hacia noches anteriores no la dejaba tranquila, una y otra vez oprimió las teclas con un sentimiento que de a verse volteado hubiese notado la boca abierta de ambos hombres.

—Kagome —esta vez era Sesshomaru quien con acto de presencia detuvo el toque —es hora de irnos —y le tendió su mano. Una que Kagome vio antes de clavar sus ojos azules en los dorados.

La tomó sin chistar y dejo que él la jalara contra su cuerpo sin dejar de verse ni un segundo. Su corazón se expandió, su alma vibró y supo que ese demonio con apariencia de ángel era dueño de su voluntad.

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—Se quedó dormida —murmuró Jakotsu al salir de la habitación —pero sigue con esa apariencia rara —tuviste suerte de que se desmayara antes de tocarte.
—Bank... —llamó Renkotsu que postrado frente a la ventana miraba a la lejanía.

Las palabras de Kikyou que había considerado pura burla y fantasía, ahora se repetían una y otra vez en su subconsciente. Apretó los puños con fuerza y se dirigió a la salida.

—Ahora regresó.
—Oye pero...
—No se muevan de aquí —sentenció antes de cerrar la puerta.

Se colocó el casco, subió a la motocicleta y arrancó. Necesitaba respuestas y las encontraría.

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Llegaron de noche, en un vuelo que había sido terriblemente cansado y no importaba si era un jet privado porque se sentía igual de agotada que en un vuelo normal. Ahora pegaba su frente contra el cristal de la ventana del auto observando curiosa las palmeras en hilera y el cielo azul marino que fundido contra el mar confundía a los receptores en donde iniciaban y terminaban ambas.

—Luces cansada —dijo Sesshomaru mientras conducía centrado en el camino. Ella deseaba lucir igual de fresca que él porque parecía que las 20hrs de viaje no le habían afectado en nada.

La camisa blanca, la corbata medió descompuesta y los pantalones de vestir lucían intactos en su persona. También su apariencia humana le resultaba chistosamente incómoda aunque se percató de que en ese estado no perdía por completo la noción de lo que pasaba a su alrededor. Sesshomaru en su forma real era como imán hipnótico y difícil de ignorar.

—Tengo doloridas las nalgas —en cuanto aquello salió de su boca se ruborizó hasta sentir arder su cara.
Pero Sesshomaru se limitó a reír de lado.
—Eso tiene solución —murmuró al cambiar la velocidad del deportivo.
—¿A dónde vamos? —preguntó al intentar cambiar de tema —¿Y en donde estamos?
—Brasil —contestó al detenerse en un semáforo en rojo, empezaban a invadir las calles de la ciudad —llegaremos a nuestro destino en unos 30 minutos más —Kagome suspiró agobiada —duerme.

Pero ella no quería dormir. Quería bajar y estirar las piernas, andar un rato y que mejor a las orillas de una playa atiborrada de puestos de comida y gente.

—Quiero bajar —Sesshomaru se giró a verla despectivo —también me duelen las piernas —noto cómo entrecerraba los ojos —y tengo hambre —añadió como si fuese su última opción —paremos aquí —señaló con el dedo la larga fila de puestos de comida —¡Mira! —exclamó de repente emocionada —¡Helado!

No tuvo que decir más porque de inmediato hizo girar el volante, estacionándose en seco en el hueco vacío de la hilera de coches. Ella apenas si pudo aferrarse a la guantera para no caer de lado.

—Bajemos entonces.
Apago el motor, salió y camino hasta la puerta del copiloto sin perder elegancia. Kagome sonrió cuando le abrió y le ofreció su mano.

Fue él quien entrelazó sus dedos para caminar al paso que ella marcaba. Kagome se sintió terriblemente nerviosa porque lo que en realidad estaba buscando era tener esa platica que se había formulado una y otra vez desde que Inuyasha le dijo aquello.

—De limón por favor —pidió al detenerse en el puesto de helados —¿Vas a querer uno? —preguntó frente al hombre que sacaba un cono de galleta de la urna de cristal. Sesshomaru negó.
—No me apetece.
—¿Los haz probado?
—No
—¿Entonces como puedes decir que no te gustan?
Él heladero colocó la bola sin prestarles atención.
—Que sean dos helados por favor —añadió al tomar el suyo y lamerlo.

Sesshomaru no pudo evitar estremecerse cuando vio la lengua rosa deslizarse sobre la nieve verde. El verla degustar, contemplar su perfil y admirarla como lo que era le hizo calentarse.

—Ten —ofreció al brindarle el cono —yo invito.
El peliplata observó y calló. Una sola vez repitió lo que Kagome hizo y fue lo que le bastó para continuar, en realidad esa cosa sabía mejor de lo que imaginó.
—¿Caminamos un rato? —él frunció el ceño —aún me duelen las piernas —dijo al señalarlas.
—Hasta terminar el helado —sentenció.
—¿Qué edad tienes? —soltó de repente. Sesshomaru fingió no escucharla —yo tengo 25 —siguieron andando —soy fotógrafa profesional y soy alérgica a las avellanas.
Él se detuvo mirándola de soslayo.
—¿A que viene todo esto?.
—Quiero saber más de ti —contestó al llevarse el helado a la boca —me di cuenta que no conozco más que tú... —se quedó callada al clavar sus ojos en su entrepierna y encender sus mejillas —bueno... me refiero a que...
—Tengo aproximadamente cinco mil años —escupió de repente. Kagome abrió la boca casi hasta tocar su clavícula —no soy alérgico a nada pero me agrada la lectura.
La azabache recuperando su postura, sonrió. Bajaban las escaleras que los llevaría a la playa.
—No se nadar —añadió al dejarse caer en la arena y admirar el océano azul, Sesshomaru la siguió casi a regañadientes —soy claustrofobica y mis padres murieron cuando era pequeña —continuó sin mirarlo —mi tía se encargó de mi crianza y jamás me emborrachado aunque si e fumado.
Él la observó un buen rato. No le apetecía compartir más de lo que dijo anteriormente así que simplemente guardo silencio.
—Conocí a Bankotsu en un elevador, quedamos atrapados por accidente —añadió sin verlo —después de eso...
—No necesito saber detalles de tu relación con ese tipo —azuzó pero Kagome dejó de prestarle atención al mar para mirarlo directamente nostálgica.
—Quiero que me cuentes. Qué pasó con Kagura, Bankotsu y tú.
—Con lo que sabes es suficiente.
—No se nada —replicó enojada —y quiero saberlo ¿Qué fue lo qué pasó?
—Se acostaron —respondió fríamente.
—Eso ya lo sé —espetó —lo que no me explico es como —Sesshomaru adivino por donde iba —se supone que está cosa —se señaló el hombro —no te permite ser tocada por ninguno otro que no sea su autor.
—Eso es porque yo la retire de su cuerpo.
Kagome arqueó ambas cejas sorprendida.
—¿Eso se puede hacer?
—Si
—¿Cómo?
—Repudiándote.

TRANSACCIÓN (Sesshome)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora