19. en tiempo prestado

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15 de marzo, 2021

Con las zapatillas en la mano, y con una sonrisa socarrona de oreja a oreja, Carlos Espósito atravesó las puertas del comedor como si fuera el dueño del lugar.

Así se sentía, así quería sentirse.

El comedor se encontraba en la primera planta en el ala oeste, junto a las cocinas. Era un sitio repleto de mesas alargadas y ventanales gigantescos, precedido por una mesa principal en la que se sentaba el profesorado. Aunque las mesas se dividían por franjas de edad, no existía ninguna norma que impidiera que en ocasiones los cursos se mezclaran. Era lo más común. Lo único que estaba prohibido, aparte de hablar a gritos, pelear o jugar con la comida, era llegar tarde al horario de comidas. Si lo hacías, debías traer tu propia comida o probar suerte con las máquinas expendedoras. Él llegaba tarde, y no le importaba, ya se había comido una bolsa de jumpers de camino aquí.

Julia estaba sentada en una de las mesas de bachiller con la mirada perdida en ningún punto en particular. Él vaciló en la entrada, su sonrisa lo hizo. Si estaba allí, y no haciendo tiempo en los jardines echándose una siesta, era porque se había cruzado antes con Guerrero en el patio. Esta le había pedido que fuera a hablar con Julia, que no estaba teniendo una buena mañana y prefería no dejarla sola. Normalmente, Julia pasaba las horas muertas en la biblioteca, así que era, como mínimo, raro que quisiera quedarse en el comedor sin hacer nada.

Él no necesitaba leerle el pensamiento para descubrir qué le preocupaba. Julia estaba bien la mayor parte del tiempo, menos cuando no lo estaba.

Tomó asiento frente a ella.

—¿No tienes clase ahora?

—«Hola, Carlos, ¿qué tal tu día?».

Ella puso los ojos en blanco no del todo molesta por su presencia, pues pudo apreciar el comienzo de una sonrisa en sus labios. Podía anotarse ese tanto, aún podía hacerla sonreír.

—Si, sí, perdona.

—Pasaba por aquí y he dicho «vamos a probar suerte».

Julia alzó una ceja suspicaz.

—Te has perdido el mejor menú del año.

—¡Hala, qué fastidio!

Julia se cubrió la boca para no reírse. Tenía la mochila abierta encima de la mesa, un puñado de apuntes repartidos a su alrededor. Él cogió una hoja al azar, repleta de colorines y posits. Era de literatura. Había muchísimas notas en los márgenes. Quizás Guerrero exageraba, quizás solo se había quedado allí a estudiar.

—Tengo un parcial —le explicó.

Él asintió, después le entregó la hoja y se cruzó de brazos sobre la mesa. Ya que estaba allí, podría sacar algo de provecho. Molestar preferiblemente.

—¿Guerrero y tú...?

La sutileza no era lo suyo. Ella enrojeció hasta la punta de las orejas.

—Somos amigas —respondió deprisa, muy deprisa.

—Claro, claro.

—Es verdad.

—Yo no le como la boca a mis amigues, qué conste.

Ella palideció, boqueó cual pez fuera del agua.

—¿Quién te ha dicho...? ¿Nos has visto?

Pillada. Había sido demasiado sencillo.

—¡Lo sabía!

—Oh, por favor...

—¡Te pillé, te pillé! —canturreó emocionado.

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