29. de recuerdos entretejidos y pasadizos sin reclamar

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14 de junio, 2021

Era el primer día de selectividad.

Elena y Carlos acompañaron a Julia hasta el edificio reservado para las pruebas. A diferencia del resto de institutos, la Gloriosa contaba con un edificio entero en el recinto para la realización de los exámenes. También con una plantilla completa de profesores de todas las facultades andaluzas. Nadie, excepto ellos y los alumnos matriculados podían acceder a sus instalaciones. Elena y Carlos, con las manos entrelazadas, se despidieron de Julia entre ánimos y vítores, sin ninguna pizca de vergüenza.

Julia daba saltitos muerta de nervios. Faltaban unos minutos para que abrieran las puertas. Elena se adelantó y la tomó de las manos.

—Sé que te gustaría que Luna estuviera aquí...

—Pero las entrevistas con los ojeadores son hoy, ya lo sé.

Carlos escaneó con la mirada a las personas que se amontonaban a su alrededor. Elena no podía lidiar con los dos, muchas gracias. Sus habilidades no daban para tanto. La Gloriosa contaba con un programa de becas internacionales para que sus estudiantes modelo pudieran estudiar cualquier cosa en cualquier universidad de élite. Para ello, aparte de tener un expediente curricular y extracurricular de matrícula, debían realizar varias entrevistas con diferentes ojeadores. A final de junio, saldría una lista con los admitidos. Era una oportunidad única. Elena podría haber probado suerte, había tenido hasta la semana anterior para anotarse, pero solo de pensar en estudiar una carrera le daba taquicardia. No estaba preparada. No quería eso. Por lo menos no ahora, quizás en unos años.

En unos días, Carlos tendría las pruebas de acceso al ciclo de Ilustración. Elena había mirado todos los ciclos formativos de grado superior que había en Andalucía. Gracias a los contactos de la Gloriosa, si ella quería, todavía podía acceder a una de esas pruebas. Tenía un panfleto en el bolsillo. Carlos enredó su brazo con el de ella y le dio una pequeña sonrisa. Era como si supiera lo que estaba pensando. Como si lo supiera todo de ella. Elena le devolvió la sonrisa.

—¡Están abriendo las puertas, mierda!

Era lo más cerca que Julia había estado de maldecir en voz alta sin estar enfadada. Era gracioso.

—¿Historia?

Era Verónica. ¿De dónde había salido? Elena dio un salto en el sitio, uno nada disimulado. Carlos se mordió la lengua para no reír. Julia, anonadada, asintió a la pregunta de Verónica, cuya sonrisa podría haber deslumbrado a medio planeta. Eso solo lo había pensado Elena, por supuesto.

—¡Yo también! ¿Entramos juntas? Es el aula 5B.

Carlos le dio un empujoncito a Elena.

—Eh..., ¡buena suerte!

Verónica alzó una ceja divertida.

—¿Eso es todo lo que se te ocurre? —se burló invadiendo su espacio; roja como un tomate, Elena abrió la boca pero no supo qué decir, así que solo asintió. Vero rio bajito—. ¿Qué tal un abrazo de buena suerte? ¿O un beso en la mejilla?

Carlos fue incapaz de mantenerse calladito.

—Eso, eso, un besito.

Elena iba a estrangularlo.

Por suerte la campana le salvó.

Julia se despidió con un abrazo rápido y arrastró a Verónica hasta el edificio. Elena se quedó ahí, paralizada, con el corazón a mil por hora, sintiéndose como una extraña en su propio cuerpo. Aunque Verónica no estaba interesada en una carrera universitaria, no quería cerrarse puertas. A Elena le parecía una tontería que se presentara a selectividad, sobre todo sabiendo que le habían dado una plaza en la Escuela de Artes Escénicas, pero era su decisión. Carlos le dio un toquecito en el hombro y le señaló el camino hasta la cafetería.

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