26. estaban juntos

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6 de mayo, 2021

Carlos parecía distraído, ausente de la conversación, así llevaba desde hacía una temporada. Era un espejismo de sí mismo, un reflejo distorsionado. No hablaba ni hacía el tonto. Julia quería preguntarle cómo se encontraba, acariciar sus pensamientos con la yema de los dedos, pero acababan de retomar la redacción del trabajo, al fin habían decidido poner sus notas al día, por lo que no podían desperdiciar el poco tiempo que les quedaba, no con los exámenes a la vuelta de la esquina. El profe de filo quería, antes de la entrega, realizar una breve exposición, comprobar que los trabajos estuvieran listos. A ellos les faltaba lo más importante, redactarlo. En otras circunstancias, Julia y Elena se estarían llevando las manos a la cabeza, pero después de todo lo que habían pasado, solo podían encogerse de hombros, recogerse el pelo y ponerse manos a la obra.

Su móvil vibró con un nuevo mensaje de Luna.

Se le escapó una sonrisa.

Al igual que habían vuelto sus encuentros semanales para el trabajo, también los entrenamientos absurdos por equipo. Al principio Julia no había tenido mucha fe en ellos, pero, junto a la presencia constante de Luna, las ideas de Carlos le habían ayudado a aprender a controlar su don, a ver sus poderes como lo que eran, una parte innegable de ella. A Elena le pasaba lo mismo, ya no rehuía del contacto físico como antes y salía mejor parada de los enfrentamientos verbales. La Muerte estaba ahí, en el gris de sus ojos, en la esquina de sus sonrisas y en los movimientos sutiles de sus manos. Al acecho, lista para lanzarse a la yugular de quien osara molestarla, pero no como antes. Elena tenía el control. No podían decir lo mismo de Carlos, aún se difuminaba en los bordes, aún luchaba contra su don de la peor forma y ellas no sabían cómo alcanzarlo. Julia sospechaba que su hermana sabía más, pero había decidido no presionar.

Julia revisó el documento compartido. Elena estaba redactando la introducción, en la que exponía lo difícil que había sido permitir que otras personas miraran dentro de ti, reflexionar sobre uno mismo y aceptar que no somos más que una suma de imágenes superpuestas, la que nosotros creamos, la que ven los demás y la que somos en realidad. Carlos también debería estar escribiendo, pero seguía con la mirada perdida mientras jugueteaba con su cadenita.

«La cura. No habéis hablado de la cura».

Julia frunció el ceño. Era cierto. No habían vuelto a mencionar la cura, probablemente porque la madre de Carlos todavía no la había encontrado. No podía ser una tarea tan sencilla. Tampoco habían vuelto a hablar de la posibilidad de que sus padres se involucraran en el proyecto. A Julia ni siquiera se le había pasado por la cabeza mencionárselo a Elena, quizás lo haría más tarde, quizás incluso le preguntaría por Carlos. «No importa», comprendió de golpe. No le importaba la cura en realidad. No de la misma forma que antes, al menos. Se preguntó si alguna vez le había interesado o había creído, tonta de ella, que sus poderes eran el origen de sus problemas y que erradicarlos, resolvería todo.

—¿Cómo lo ves? Esta línea no me termina de convencer...

—Está perfecto.

No eran el origen del problema. Nunca lo fueron. Luna se lo demostró. Dorotea también. Ellos mismos lo habían comprobado. Al menos ellas, no podía decir lo mismo de Carlos. ¿Qué sabían de él en realidad? Todo había girado en torno a ellas, siempre, sin excepciones. El chico hacía mucho ruido, gritaba muy fuerte, pero nada más. No conocían el nombre de su madre, tampoco si tenía hermanos o hermanas. Nada. No conocían sus miedos ni sus preocupaciones, no más allá de lo que ella había podido vislumbrar por los bordes. ¿Y si probaba a acceder a su mente ahora que tenía un control más exhaustivo de sus poderes? Solo un vistazo.

Somos efímeros (YA A LA VENTA EN AMAZON)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora