21. Mírame. Mírame. MÍRAME

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25 de marzo, 2021

Mírame. Mírame. Mírame. Mírame. Mírame.

No quiero abrir los ojos, no me obligues, te lo suplico. Intento retroceder, salir corriendo, pero las piernas no me responden. A estas alturas de la película, intento hacer cualquier cosa. No funciona, nunca funciona. No debería pillarme por sorpresa. Estoy atrapado en una pesadilla sin fecha de caducidad, en un círculo sin principio ni final. Mírame. No quiero. Soy un cobarde. Mírame. Sería tan sencillo rendirme, aceptar mi destino y desaparecer entre las sombras, ser engullido y quizás reencontrarme con ella. Pero tengo miedo. Estoy acojonado. Temo lo que pueda hacer si le escucho, si abro los ojos y me encuentro con su rostro. Está ahí, justo ahí. En todas partes.

Sigo sin poder moverme, no siento mi cuerpo. No estoy aquí. Estoy aquí. En todas partes. En ninguna quiero. Quiero escapar de este sin sentido, despertarme en sábanas húmedas y bañado en sudores fríos. Quiero romper las cadenas invisibles que me mantienen aquí, que han hecho de mi cuerpo una jaula. Quiero. Quiero. Quiero. No quiero. No quiero estar aquí, no donde no siento nada y lo siento todo a la vez. Sin filtros.

Él sonríe, claro que lo hace. Es predecible.

Quiero. Quiero. Quiero.

Mírame. Mírame. Mírame.

Está justo ahí, al alcance de mi mano. A un suspiro. Sombras sin forma, sonrisas maliciosas, promesas de poder y libertad. Miedo. El miedo hecho persona. Rompe las cadenas, acepta tu destino y sé libre. Es una mierda. Es una mentira. Es una verdad disfrazada de mentira. Es todo a la vez. No es nada. Nada. Nada. NADA. Al final me rindo, igual que todas las veces anteriores. No hay otro camino, no sé a quién he pretendido engañar. Abro los ojos y me rompo en miles de pedazos, si es que no en millones. Ahí está, rostro ceniciento, sonrisa de medio lado, ojos negros como boca de lobo y sombras que se deleitan a su alrededor, dándole forma y, al mismo tiempo, creando un halo de misterio, de poder. Es inalcanzable. Parece inalcanzable. Poderoso. Eterno. Efímero.

Él extiende un brazo en mi dirección, sombras que se acercan sigilosamente. Quiero huir, quiero tirarme al suelo y rendirme. Quiero. Quiero. Quiero.

Él sonríe, por supuesto. No sabe hacer otra cosa. No necesita hacer más.

Mírame. Mírame. Mírame.

Es lo que hago. No hago otra cosa. Y, sin embargo, no es suficiente. Nunca es suficiente. ¿Cuándo lo será? ¿Cuándo te conformarás? Dímelo, por favor. Te lo suplico. Dime cuándo cojones será suficiente. Estoy aquí, roto, cansado y muerto de miedo. Estoy a tu merced. Él ríe, las sombras lo hacen. ¿Acaso importa? ¿No son lo mismo? Él y las sombras. Ellas y Él. Son una extensión de sí mismo, una trampa de la que intento escapar todos los días. Fallo estrepitosamente.

No puedo huir de ellas. Nunca. Nunca. Nunca.

Cada día me siento más fuerte, más débil, más insignificante.

Cada vez me cuesta más resistir, la tentación es cruel.

Mírame. Mírame. Mírame.

Ellas están ahí, en todas partes, recordándome lo que podría hacer si me permitiera ceder tan solo un poco. Podría estar en todas partes. Podría controlar la luz y la ausencia de esta. Dar forma a la oscuridad. Gobernar en las sombras. Podría ser quien quisiera ser. Podría hacer todo lo que quisiera. Más, mucho más. Solo necesito rendirme, aceptar mi don. Morir.

Podría desaparecer, probablemente las sombras me engullirían.

Eres un necio. Necio. Necio. Necio.

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