17 de abril, 2021
Supo que era su hermana antes incluso de que llamara a la puerta. Julia podría haber pretendido que no estaba en el cuarto, aunque Canijo estuviera dormitando en una caja de zapatos y pudiera montar un buen estruendo al oír a Elena, pero algo —que se le agarró desde muy dentro hasta estrujarle el corazón— se lo impidió. Ya había sido suficiente. Abrió la puerta, pilló a su hermana con el puño en alto y con el horror pintando sus facciones.
Ninguna supo qué decir, cómo reaccionar. Era la primera vez que habían durado tanto tiempo enfadadas, que habían tardado tanto en hacer las paces. Canijo, paseándose entre sus pies, dibujando ochos, y acariciándose el lomo contra Elena, fue de gran ayuda.
—Así que estabas aquí, ¿eh, gordinflón?
Julia sonrió tímida.
—Ahora le ha dado por dormir entre mis zapatos —bromeó, Elena asintió, en cuclillas, mientras le hacía carantoñas al gato—. Luego dicen que los gatos son independientes y muy ariscos, este, aunque se tire el día fuera, a su bola, es lo más pegajoso que me he echado a la cara.
Canijo había llegado a sus vidas sin avisar; se coló en el cuarto de Elena, le destrozó sus camisetas favoritas y después se restregó contra Julia, al descubrir que la rubia quería destriparlo vivo. Al final, a base de ser un pesado de campeonato, y un bebé a duras penas, Elena y Julia decidieron que se lo quedarían, al menos hasta que apareciera su familia. No lo hizo. Y, por suerte, la directora no puso pegas.
Elena se incorporó, con el gato en brazos.
—Qué grande estás, bola de nieve.
—Lleva con nosotras cinco añazos —dijo Jul.
—¿Tanto? Vaya. —Silencio—. Yo... venía a...
—¿Quieres pasar? —le preguntó adelantándose a cualquiera cosa que estuviera a punto de decir, dando un paso atrás y ofreciéndole entrar—. Podemos ponernos al día con Merlín.
Era un buen plan, un planazo.
Pero las cosas no podían (ni debían) ser tan sencillas. No más.
—Morgana lo vale, pero... No puedo hacer esto, fingir que no llevamos meses sin hablarnos y que no la cagué. No estaría bien.
Julia apretó los labios y asintió, aunque no parecía muy convencida con la idea. Siempre habían solucionado sus problemas así, con alguna peli o una invitación inocente. Después todo quedaba olvidado, como si nada malo hubiera ocurrido. Y eso estaba bien, de verdad que sí, pero solo cuando la riña se debía a que una de las dos se había comido el último trozo de pizza o le había cogido algo a la otra sin permiso. Esto era más grave. Muchísimo más.
Julia cerró la puerta tras de sí y tomó aire, una, dos hasta cuatro veces. Estaban bien. Estarían bien. Iban a solucionarlo. Elena se había sentado con las piernas cruzadas sobre la colcha. Con Canijo entre las piernas, quien parecía encantado con las atenciones recibidas. Julia sopesó sus opciones, que no eran muchas, se acercó hasta el escritorio y desconectó la música del móvil. Si iban a tener esa conversación, sería sin interrupciones de ningún tipo. Cerró los ojos, de espaldas a su hermana, y se concentró en sus emociones. Conocía a Elena como la palma de su mano, casi podía saborear su incertidumbre, su miedo, sus dudas... Todo desde allí. Por más disparatados que fueran los consejos de Carlos, a fin de cuentas, procedían de los cómics y las pelis de superhéroes, resultaban muy efectivos, sobre todo ahora que Luna (sus sonrisas, sus caricias, sus latidos y sus besos) era su talismán. Su ancla.
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Somos efímeros (YA A LA VENTA EN AMAZON)
Teen Fiction"La chica que sentía demasiado, la que se convertía en Muerte y el chico que temía a las sombras. Estaban juntos, el resto no podría importarles menos". El internado la Gloriosa abre las puertas al nuevo curso escolar, uno repleto de secretos efímer...