24 de noviembre, 2020
Julia conectó los datos al salir del aula. Quería escribirle a su hermana para avisarle de que tenía todos sus apuntes y que como el wifi había ido fatal ese día, no había podido subir nada a Drive. Por suerte no compartían muchas asignaturas. Elena llevaba mala con la regla desde el sábado; se había tirado todo el fin de semana maldiciendo a sus ovarios y lloriqueando en la cama por no poder hacer nada de clase. Con los exámenes a la vuelta de la esquina, y las fechas de entrega, Julia cruzaba los dedos para que la regla se marchara pronto por una vez.
A diferencia de su hermana, la regla le duraba tres días y los dolores brillaban por su ausencia. «Eres la elegida de dios», le decía Elena en sus mejores días o «que te jodan» si estaba sufriendo la peor de las torturas. Guardó el teléfono antes de que su hermana se conectara. Ya la aguantaría en persona cuando fuera a su cuarto. Ahí, al otro lado del patio, con un chubasquero violeta y una sonrisa resplandeciente, estaba Luna Guerrero. Julia se quedó congelada en el sitio. Aparte de sus encuentros diarios en la biblio (donde hablaban poco, pero sin parar) y de los mensajes que habían intercambiado, no habían coincidido mucho en persona, no más allá de las asignaturas que tenían en común.
Julia no supo reaccionar, ni siquiera cuando Luna se le acercó.
—Ya está. Ya lo he hecho —le informó sonriente, si acaso se podía sonreír más y casi dando saltitos en el sitio.
¿Por qué llevaba unas botas de agua? Julia le echó un vistazo al cielo. Estaba despejado. Ni una sola nube.
—¿Va a llover?
—Nunca se sabe —respondió enigmática, después se echó a reír, probablemente por la cara que Julia puso—. ¿Te cuento un secreto? No he sacado la ropa de invierno de las maletas y me daba pereza ponerme un abrigo. ¡Estamos casi a treinta grados!
Era una exagerada.
—Dudo que lleguemos a los treinta.
—Nunca se sabe —repitió.
—Supongo que sí. —Julia quiso darse un golpe en la cabeza. ¿No se le ocurría nada mejor que decir? ¿Bonitos pendientes? ¿Son arco iris bebés eso que llevas en las botas? Era ridículo todo—. ¿Qué es lo que has hecho?
Luna frunció el ceño. Era adorable.
—¡Ah! ¡Leer Cazadores de Sombras, tontita! ¿Qué si no?
Julia tardó un segundo más de la cuenta en procesar sus palabras. No podía haber dicho lo que acababa de decir. Era imposible.
—Espera... ¿todos los libros?
—Soy una máquina, ¿eh?
Era su saga favorita. Había vivido entre sus páginas.
» Todos, todos, no. Lo siento. Me quedan las historietas y el libro que se publicó hace poco, ese que va de Magnus y Alec en París. Y la última trilogía la tengo a medias. ¡Que la biblio no hace milagros y la librería del pueblo menos!
Luna seguía parloteando sobre los personajes, los ships y sus teorías alocadas sobre el final de la saga. «No me escondo, hay cachos que he leído en diagonal». También estuvo un rato hablando sobre el personaje de Diana y lo contenta que estaba con que Cassie hubiera apostado por la representación trans. «¡Ya era hora!». Pero Julia la escuchaba a medias. No le entraba en la cabeza que de verdad se hubiera leído todos los libros. Luna le había dicho, la primera vez que hablaron de la saga en la biblio, por su colgante del Ángel Mecánico, que ya había intentado leer a Cassandra Clare, justo cuando se estrenó la serie de televisión y que no había conseguido congeniar con los personajes. Había dejado tirado el primer libro por la mitad.
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Somos efímeros (YA A LA VENTA EN AMAZON)
Ficção Adolescente"La chica que sentía demasiado, la que se convertía en Muerte y el chico que temía a las sombras. Estaban juntos, el resto no podría importarles menos". El internado la Gloriosa abre las puertas al nuevo curso escolar, uno repleto de secretos efímer...