30. nos merecemos más

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28 de junio, 2021

Era el final de una etapa, el principio de muchas más.

Para cumplir las medidas de seguridad, la graduación tuvo lugar en el patio trasero de la Gloriosa, la junta apenas puso dinero, así que todo quedó a cargo de los estudiantes, del club de teatro y del centro cívico, que no dudaron en poner su granito de arena, aunque fuera en forma de guirnaldas de luces, voluntarios y poco más. Se decidió que todos los alumnos podían invitar a dos personas de fuera. Si bien la mayoría se decantó por sus progenitores, algunos escogieron a sus respectivas parejas o amigos de la infancia. El equipo de organización, para la desgracia de Elena, había optado por lo clásico y lo sencillo. No por voluntad propia, sino por exigencias de arriba y por falta de patrocinadores. Spotify con anuncios y un cáterin básico. 

Elena se quejó durante una semana. Muy fuerte. Morros incluidos. Ahora, al lado de Carlos, cuchicheando codo con codo, sonreía como si no hubiera despotricado contra la directora y la junta directiva durante horas.

Julia les hizo un gesto para que se acercaran. Con Belong to my echo de Ataraxia sonando a todo volumen desde los altavoces portátiles, Carlos hizo un gesto con la barbilla en dirección a la barra, y torció los labios al ver como un idiota metía las manos dentro de la fuente azul. Y así, sin más, se le quitaron las ganas. 

Elena puso los ojos en blanco. 

Iban conjuntados (o todo lo que se podía ir con dos tonalidades de rojo distintas). El renacuajo llevaba unos pantalones de talle alto, zapatos de tacón y una camisa de mangas bombachas, maquillaje a juego. Elena, colgada de su brazo, vestía un mono rojo vino con la espalda al descubierto y unas plataformas que le hacían el doble de alta, destacando por encima de todos. En cuanto al peinado, un recogido simple, con rizos cayendo sobre sus hombros. Al igual que el maquillaje y la fiesta, había preferido lo sencillo.

Julia llevaba un vestido azul oscuro, también con la espalda al aire, pero con el pelo recogido en dos moños gemelos.

—Estamos rodeados de guarros.

—Esos se han fumado algo segurísimo.

Julia se colgó del otro brazo de Carlos, pasaron de largo de la zona de las bebidas y atravesaron la multitud con sendas sonrisas, dejaron que la música inundara sus sentidos (una playlist de lo más peculiar, pues todos habían metido un par de canciones y nadie se había preocupado de ordenarlas ni de hacer de filtro) y que el calor, cada vez más sofocante, a medida que junio daba paso a julio, quedara relegado a un segundo plano. Por suerte habían colocado aspersores súper flojitos para refrescar el ambiente. 

En un principio, la junta se había negado en rotundo a contar con alcohol en la fiesta, pero sabiendo que los estudiantes se las apañarían para colar alguna botella, cedieron. «Cervezas sin alcohol y máxima vigilancia». Ya habían pillado a más de un grupito con petacas, botellas térmicas y polo flash con sorpresa.

Elena consiguió dos refrescos, para Carlos y Julia, y una cerveza para ella.

—¿No hay cerveza para mí? —protestó Carlos; miró la Fanta de naranja como si le hubiera insultado en la cara.

—Tienes diecisiete.

—¿Y qué?

—Que no bajo mi responsabilidad.

Carlos hizo un puchero ligeramente molesto. Elena negó con la cabeza. Julia se mordió el labio divertida. Al final, en algún momento, el moreno se las apañó para darle un sorbo al botellín de Elena y poner cara de asco, todo seguido. Más que bailar, hicieron el idiota, como si el mundo a su alrededor no existiera, como si solo fueran ellos tres, ahora, mañana y para siempre. Ninguno se lo tomó en serio, cada uno a su ritmo, tropezando unos con otros, pero fue divertido. Liberador. A Julia le dolía la mandíbula de tanto sonreír, le lloraban los ojos y le molestaba el estómago por las risas. Sin embargo, en algún momento, entre la entrega de diplomas y el discurso de los ojeadores, acabaron separándose.

Somos efímeros (YA A LA VENTA EN AMAZON)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora