Capítulo 2

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Un hombre alto, de mirada profunda, cabello de cortina hasta los hombros, de piel cetrina, con vestiduras negras en su totalidad y con un semblante airoso, daba sus últimas instrucciones antes de despedir su clase.

-... quiero todo eso para el lunes - se escucharon varios murmullos - Otra queja que escuche y será el doble de pergamino. La clase terminó, ya pueden retirarse.

-Chicos, adelántense, los alcanzo luego - le dijo el chico de ojos verdesa sus dos amigos.

Para el hombre de vestiduras negras no pasó desapercibido la lentitud con la que el joven guardaba.

-Necesita ayuda, Potter - le dijo de forma mordaz.

Siempre tuvo muy poca paciencia y parecía que Harry Potter tenía el record para que él la perdiera mucho más rápido.

-Lo lamento, profesor, yo - hizo una pausa y no continuó.

-Usted...

-Yo... bueno y-yo - "genial ahora tartamudeo" pensó Harry - yo quería, usted sabe que, hum, verá...

-Potter, juro por merlín que si no habla en este momento lo maldeciré y no querrá volver a entrar a mi clase ni a ningún otra, estamos - le interrumpió ya exasperado por la situación y el nerviosismo de su alumno.

Harry ahora se preguntaba qué demonios hacia ahí, el hombre era un imbécil, no podía haber alguien más prepotente que Snape; sin embargo, una imagen de la noche anterior se posó en su mente; cogió el valor que caracterizaba a los de su casa y se decidió por pedirle la poción al hombre.

-Lo siento, profesor Snape, yo necesitaba pedirle una poción para dormir sin sueños - se mordió la lengua y continuó -. He estado con el profesor Lupin y me ha dicho que acuda a usted - al fin lo dijo, no fue tan difícil después depronunciar la primera línea, soltó el aire que no sabía tenía contenido.

-¿Y cuál es el motivo por el que el gran Harry Potter requiere esa poción?

Harry movía su pie con desespero y enfado.

-Es solo que he tenido pesadillas y no puedo dormir, lo que me lleva a bajar mi rendimiento de las clases.

En eso tenía razón y ya lo había visto, Snape comprobó las ojeras que poseía bajo sus ojos.

-Está bien, señor Potter, mandaré un reporte de suministro con su nombre. Le daré tres viales, suficientes para el fin de semana contando desde hoy -Snape le escudriño antes de proseguir -. El lunes venga a mi despacho, si aún persiste con las pesadillas le proveeré de más vial, pero si es así tendrá que hacerle una visita a madame Pomfrey en la enfermería. En caso de que no me encuentre en el despacho le autorizó que tome el frasco, no sin antes dejar una nota y su firma, para evitar robos.

-Señor, yo nunca... - Snape levantó la mano y le hizo callar.

-Da igual, Potter, deja la nota y se va. Ahora que ya aclaramos eso, tome los viales y retírese.

Un gracias apenas audible para las dos personas en el salón salió de la boca del chico, quien no esperó respuesta y se fue.

Severus Snape había descubierto en el chico un cierto parecido con él. Hacía ya tiempo que encontró las diferencias entre el joven y el cerdo de James o incluso la diferencia con Lily. Para empezar el hecho del sufrimiento en que estaba inmerso, la enorme responsabilidad que cargaba sobre sus hombros y que Albus en conjunto con el mundo mágico le habían cedido. El chico no era como James, él tenía verdadera bondad, no buscaba ser el centro de atención y lo supo cuando murió el chico de Hufflelpuff: Cedric Diggory, Harry se encerró y Dumbledore tardó en hacerlo salir, rechazó todas las entrevistas con los periódicos, definitivamente no buscaba la fama como lo haría James, el chico incluso había cedido las ganancias del premio. Luego estaban los ojos que todos se empeñaban en decir eran los de Lily y que cada vez parecía calar hondo en el joven Potter, pues cuando se lo mencionaban un rictus de dolor cruzaba su cara; aunque todos se equivocaban, Harry gozaba de unos ojos con un verde más intenso que su madre, con un círculo miel que rodeaba el iris y contrarrestaba de una excelente manera con el negro de su pupila. No, Harry Potter era muy diferente a sus padres, pero eso no lo admitiría ante nadie.

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