Capítulo 9.

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Una semana después de su visita al lago, Harry recibió sus calificaciones, en casi todas tenía un supera las expectativas, solo en Defensa contra las Artes Oscuras tenía un Extraordinario y en pociones tenía un aceptable; está ultima lo hizo sentir un poco mal, pero, al menos no tenía ningún Troll.

Tuvieron visitas en la casa, llegó Dumbledore para entregarle al joven libros que tenía que leer, luego le encargó que debía retomar las clases de Occlumancia y Leglimancia, también tenía que comenzar a practicar duelos uno a uno con su profesor de pociones. 

Severus, por otro lado, estaba algo ansioso, el señor oscuro no había solicitado su presencia y según Black no había ataques vampíricos nuevos. Eso era extraño. También estaba la otra situación, algo extraño le sucedía cuando estaba cerca del chico, sola la otra noche se despertó en la madrugada y fue a ver si Potter se encontraba bien, no obstante, un anhelo lo embargo por querer sentir de nuevo el peso del joven en su pecho. Después estuvo la vez de la comida, accidentalmente sus piernas habían rozado por debajo de la mesa, el chico se había sonrojado fuertemente y se había puesto altamente nervioso; y él, bueno, Severus sintió su pulso desbocado, una entrañable sensación cuando vio la cara roja de Harry y tuvo ganas de reírse, pero, también había tenido ganas de abrazarlo. Eran un cumulo de emociones que estaban surgiendo en muy poco tiempo, tal vez eran culpa de la guerra, de sentir la muerte tan cerca. 

El lunes comenzó el entrenamiento de Harry, Severus decidió empezar por los duelos, era bueno en eso, así que no tendría que ahondar mucho en teoría

–Bien, Potter, necesito que te concentres e intentes lanzar un hechizo sin que pueda saber cuál es.

Harry era bueno en duelos, y aun después de haber pasado sexto, seguía complicándosele los hechizos sin pronunciarlos.  

–Lo intentó, lo intentó, Snape – empezaba a frustrarse.

–Potter, no estas concentrándote – le recriminaba Severus.

–¡Al diablo! Rictusempra.

Lanzó un hechizo. Pero fue fácilmente desviado por el profesor, que solo rodó lo ojos, movió su varita y vio al chico volar por los aires. Antes de que cayera con otro movimiento lo detuvo y lo dejo lentamente en el césped. 

>> ¡Anteoculatia!

Fue nuevamente desviado.

–Por Merlín, Harry ¿qué parte no entendiste que no tienes que gritar el hechizo?

–Ya basta, estoy cansado. Llevamos mucho practicando. 

–De acuerdo, descansa, tengo que ir a hacer una diligencia al Gringotts, volveré para la cena.

Severus estaba perdiendo la paciencia, Potter parecía no querer progresar, y sabía que algo le llevaba distrayendo desde que empezaron con el duelo.

Harry se dejó caer en el pasto y se llevó las manos a la cara. Cuando salió de la casa para ir al patio donde tendría su primera lección de entrenamiento, no esperaba ver a Severus Snape con un pantalón en tono pardo, con una camisa blanca remangada hasta sus codos, su cabello en una coleta y llevaba un portavarita en su muslo derecho. Su piel cetrina había tomado un poco de color por pasar las tardes en el lago o en el jardín, su nariz ganchuda ahora le parecía raramente atractiva, combinaba con la profundidad de sus ojos y su insipiente barba le daban el toqué que faltaba. Se veía magníficamente atractivo. Mientras luchaban, el profesor le había pedido concentrarse y hacer los hechizos sin pronunciarlos. Pero, francamente, su mente volvía a una semana atrás, cuando vio al hombre jugar con Lu, cuando sin que el mayor se diera cuenta, había visto su espalda ancha, sus pectorales, su abdomen ligeramente marcado por las líneas laterales. Severus era delgado, y, posiblemente eso hacía que sus músculos fueran más que agradables a la vista; aunque sus brazos se veían fuertes, sus manos con callos y con ese ligero tono amarillento en las puntas, lo hicieron saber que su profesor debía tener cierto tipo de entrenamiento que lo mantuviera de esa manera. 

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