Capítulo 4

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Cuando Ron despertó, lo primero que vio fue a una melena azabache, escribiendo en un pergamino, y por lo que podía apreciar ya lleva más de 40 centímetros de escritura.

–¿Harry? – fue lo que pudo articular.

–Hola, Ron, ¿te desperté? – le respondió Potter.

–No, es solo que no imagine que estuvieras despierto – se rascó un poco los ojos, antes de continuar –. ¿No pudiste dormir?

–Solo un poco, desperté hace un par de horas y decidí avanzarle al ensayo que pidió Snape.

Mintió. 

Bajaron a desayunar después de un rato, parecía un día prometedor y bastante común. Ron se esforzaba por pedirle a Hermione que la ayudará con sus deberes, ella le reprendía y se negaba, Potter sabía que terminaría accediendo. El Gran Comedor les brindaba un banquete exquisito y apenas eran las 10:00 de la mañana.

Severus despertó con un fuerte dolor de espalda, y se maldijo por haber decidido quedarse en el sofá. No tenía ganas de ir al Gran Comedor, así que les pidió a los elfos que le llevaran el desayuno a sus aposentos. Desayuno tranquilo. Faltaba media hora para las clases del día, y tenía que llevar bien estructurado todo el temario del día.

Una vez que las clases terminaron recibió la visita del director.  

–Severus, lamento no venir a verte antes, pero el ministerio solicitó verme.

–¿Todo bien?

–Sí, al parecer Fudge no cree necesario brindar protección al castillo.

–Bueno que se puede esperar de ellos, Albus, quizás apenas se estén dando cuenta que hay un maniaco aterrorizando al mundo mágico y queriendo matar a todo mago y bruja que se le interponga.

–Tienes razón, mi muchacho, tienes razón.

Severus invitó a Dumbledore a sentarse y le sirvió un vaso de Whiskey de fuego.

–El señor oscuro no plane atacar para final del curso, eso te lo aseguro.

–Me lo imaginaba – tocó su barba blanca y llevó el primer tragó del alcohol a su boca –. Siempre has tenido muy buen gusto para los licores, Severus.

–Lo único bueno que obtuve de mi padre – añadió con despreció.

–Volviendo al tema, ya sabes que es lo que Tom hacía en Transilvania.

–Oh, sí, trajo acompañantes.

–¿Aliados? – preguntó curioso y algo ansioso.

–Él cree que sí, yo tengo mis dudas al respecto.

–¿Por qué crees eso?

–Son vampiros, Albus, el Lord fue y volvió acompañado de tres vampiros de la casta de los Petrova. Tú los conoces, son criaturas que no tienen amo, son seres sin alma, despiadados, capaces de hacer lo que sea por conseguir sangre fresca.

–Sí, una casta de más de 3000 años, se les desterró cuando solamente mataban por placer. Perdieron toda decencia. Y tienes mucha razón en desconfiar, algo planean viniendo aquí, no siguen reglas sino tienen un fin que les favorezca.

El anciano miró pensativo las llamas de la chimenea.

>>Severus ahora más que nunca debemos seguir el plan inicial, buscar un nuevo hogar para Harry, antes de que sea tarde. Tengo contactos de otras castas vampíricas, ellos nos podrán aportar cierta información.

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