Capítulo 12

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Los días siguientes las cosas fueron relativamente bien. Harry y Severus no se habían vuelto a besar, no obstante, entre los ligeros toques, las pequeñas sonrisas y las largas miradas, les prometían un futuro mejor. Para Severus era importante que Harry estuviera concentrado en el entrenamiento, el chico había dado un salto asombroso.

Los combates cuerpo a cuerpo por lo regular extenuaban a los dos, por lo que solo cenaban y se iban a dormir. Harry guardaba cada consejo que el profesor le daba, aunque fueran pocos días, estaba seguro de que ya podría llenar un libro con todo lo que Snape le decía en cada entrenamiento. El hombre era asombroso y Harry extremadamente poderoso.

Severus le dijo que le enseñaría la Legilimancia una vez volvieran a casa. Molly Weasley les había invitado a la Madriguera a celebrar el cumpleaños de Ginny, la hija menor de todo el clan. Dumbledore había dado su permiso, así que estaban listos para partir.

–¿Cuánto tiempos estaremos en la Madriguera? – preguntó emocionado el joven.

–El tiempo que sea necesario, no mucho. Te sugiero que pases rato con tus amigos, porque no pienso quedarme ahí hasta el amanecer.

–Eso es más que suficiente – le sonrió.

Severus llevaba un traje completamente negro y encima una túnica menos ostentosa que sus capas de maestro. Esta incluso tenía las costuras plateadas y pequeñas estrellas bordadas en el mismo tono negruzco de la túnica, apenas perceptibles a la vista. Harry llevaba unos simples jeans, tenis y la camisa que los señores Weasley le habían regalado para navidad. 

–¿Vamos?

–Sí, profesor.

Aun no le había dicho que le llamara por su nombre, pero Snape creía que, siendo como era el chico, ya le estaría tuteando. No fue así.

–Severus cuando estemos en la mansión, fuera de ella guardamos las apariencias.

–Sí – le miró –, Severus.

El profesor depositó un casto beso en los labios del chico, apenas un toque, un pequeño roce. El primer beso después de su encuentro en el estudio. Harry le sonrío de la manera más sincera que nunca había hecho.

Se aparecieron en la Madriguera, Arthur los estaba esperando ya en la puerta.

–Cielos, comenzamos a creer que no vendrían.

–Es solo que alguien intenta detener esa maraña que llama cabello – le replicó Severus.

–¿Es así, Harry? – preguntó divertido Arthur.

Harry no contestó, pero le dio un abrazo al patriarca de los Weasley. 

–Pasen, rápido, casi esta lista la cena – Molly se unió a ellos y los hizo entrar.

–¡Harry! – la inconfundible melena de Hermione se acercó al joven – Profesor, que gusto verlos a ambos.

Severus solo asintió y se fue dándoles privacidad a los dos amigos, pronto se acercaría Ron Weasley y se haría un caos. 

–¿Cómo van las cosas, Severus?

–Bien, Molly, Potter ha avanzado bastante en los entrenamientos. 

–Claro, es como sus padres y como su padrino – Black y Remus venían bajando las escaleras.

–Sí, Harry siempre mostró ser un gran alumno – concedió el hombre lobo.

–Dumbledore dijo que llegaría más tarde, que podíamos cenar y el estaría para el pastel – agregó desde la esquina del lugar Moody.

–Alastor, hace tiempo que no tenía el placer – saludó Severus.

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