8. El tiempo decidirá, o quizás no.

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La verdad que no podía sentirme más ridícula sobre aquella estúpida tarima. Mi madre y Olivia miraban desde un pequeño sofá, totalmente embelesadas.

- Estás guapísima.

Mi madre no paraba de lanzarme piropos cada vez que las dependientas y modistas me colocaban un vestido diferente. Tampoco puedo quejarme, es mi madre.

- A mi no me convence. - Repuse yo poniendo una mueca. - Son demasiados volantes, no puedo caminar.

Ya me había probado los que para mi parecían cientos de vestidos y ninguno era mi estilo. O muy pomposo, o demasiado ceñido, muy tapado o demasiado expuesto, muy simple o demasiado extravagante.
Aunque realmente viéndome allí plantada me di cuenta de que el vestido estaba siendo un dolor de cabeza innecesario. ¿Para que iba a perder mi tiempo escogiendo un vestido de una boda que no quiero?

- Este es bonito. - Dijo Lena rebuscando entre las perchas.

Un par de modistas se acercaron y sacaron el vestido.

- La boda es en noviembre, ¿no pasará frío con el escote en V y tirantes? - Pregunto una de las dependientas.

- La ceremonia será en Dubái. No es un problema. - Indicó mi futura suegra.

Me sorprendí un poco al saber ese pequeño detalle que, evidentemente, nadie había reparado en contarme. Pero tampoco fue una sorpresa enorme, al fin y al cabo siempre soy la última en enterarse de todo.
Lena parecía más sorprendida, pero no tanto como cuando le pedí que acompañara a por un vestido de boda para casarme son Sean Grant. Es más, después de decir aquello, Lena me obligo a repetírselo unas cinco veces para asimilarlo. Sin duda cuando salga de aquí tengo una larga y tendida charla con mi amiga.

Una mujer con gafas, agujas en una pequeña esponja y metros alrededor del cuello, me ayudó a bajarme con el anterior vestido que llevaba y me acompañó al probador.

- Ahora mismo te traigo el próximo, cielo. - Me dijo afable mientras yo permanecía en el cubículo.

Me miré al espejo y no pude aguantarlo. Una pequeña lágrima recorrió mi mejilla, me sentía una completa idiota con la que jugaban a las casitas. Siempre soñé en casarme, no necesariamente algo tan aparatoso como esto, pero si elegir el vestido de mis sueños, elegir las flores, los invitados, escribir un discurso, ir hacia el altar agarrada del brazo de mi padre y comprometerme para siempre con el hombre de mi vida. Todos mis sueños e ilusiones se habían roto en mil pedazos, la ilusión de cómprame una casa y llenarla de amor y vida cada vez estaba más lejos.

- Aquí estoy. Dios, cariño, ¿estas bien? ¿Necesitas agua, aire, un descanso? - La señora me paso la mano por el brazo y me miró con preocupación.

- Estoy bien. - Mentí secándome rápidamente las lágrimas. - Es solo que, estoy agobiada con todo esto.

La mujer sonrió con ternura y me desabrocho poco a poco el vestido.

- Oh, cielo. Es completamente normal. No sabes la cantidad de chicas que pasan por aquí temblando. - Me bajo el vestido y lo dejo sobre un pequeño sillón y agarró el que Lena había escogido. - Incluso yo cuando me casé, madre mía de eso sí que hace ya tiempo. - Ella rio con esas risas nostálgicas que nos hacen sentir que, a pesar del tiempo, es feliz. - Yo llore hasta el último día. - Admitió ella mientras me colocaba la tela sobre la piel con delicadeza. - Y estaba completamente segura de que me quería casar, por supuesto, era el amor de mi vida. Y sigue siéndolo, claro. Pero es una sensación difícil de explicar ¿verdad?

Asentí y ella abrochó el último cierre del vestido.  Evite mirarme mucho en el espejo, estaba harta de probarme vestidos.
Al salir de nuevo al salón donde estaba mi madre, Lena y la madre de Sean me miraron embobadas.
Me subí de nuevo a la tarima y por primera vez me miré en el espejo con detenimiento. El vestido era una obra maestra, un escote en V con encaje que dejaba mi espalda al descubierto y cubría mi busto. La parte baja del vestido al estilo princesa daba la elegancia perfecta a la prenda sin ser muy extravagante, con tela blanca y lisa que acababa en una enorme cola estilo catedral que arrastraba por el suelo.

Entrelazados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora