Mientras Sean conducía de vuelta a casa yo me recosté contra la ventanilla. Estaba enfadado, lo notaba; la forma en la que tomaba el volante, la mirada nerviosa, los gestos bruscos... Me había pasado, lo sabía, pero me costaba mantenerme al margen cuando se trataba de Noah y de... él.
La primera hora de trayecto fue rara, incómoda, como unos desconocidos. Lena se mantuvo callada y absorta en el paisaje, tampoco soltó ni un solo suspiro.
Los ojos me pesaban, eran casi las tres de la madrugada. Sean parecía sumamente despierto, como si las horas no el afectasen, sabía que en su cabeza se estaban disputando muchos temas mientras recorríamos la carretera. Estaba ido, su cuerpo estaba allí; sentado, apretando el acelerador, girando el volante. Pero su mente estaba a años luz de este lugar.
Me permití mirarlo por el rabillo del ojo, él apretaba la mandíbula y con la mano con la que no sujetaba el volante, se tocaba la comisura de los labios.
Quería decir algo, pero no sabía el que. En el fondo yo también estaba enfadada, se había largado de un viaje que estaba siendo increíble para meterse en un casino. Entendía que quisiese ayudar a Noah, yo también lo quería, pero hay más personas en el mundo, más problemas, más situaciones que no se pueden alejar así de golpe.- ¿Por qué no me llamaste?
Mi voz hizo que el chico saliera de su viaje mental y volviera al mundo real. Ni si quiera lo mire para preguntárselo.
- ¿Que?
Él no entendía, o no quería entender.
- Cuando te fuiste, no me mandaste ni un simple mensaje. ¿Por qué?
Cuando hablé, él miró instintivamente al espejo retrovisor central, allí observó que mi amiga yacía dormida contra la ventanilla y no sería testigo de nuestra conversación.
- No quería preocuparte más, no quería arruinar lo que os quedaba de vacaciones.
Su voz era fría, seca, dura. Las palabras salieron de su boca de forma automática, como si ya supiera que esa pregunta llegaría tarde o temprano.
- Lo arruinaste desde que saliste por esa puerta.
Mi respuesta fue instintiva. Sean presionó sutilmente el freno y bajo la velocidad mínimamente para poder desconcentrarse un poco de la carretera.
- No quería hacerlo.
- ¿El que?
- Arruinaros las vacaciones.
Su respuesta dolió, no era la que yo esperaba. Seguí mirando al frente, viendo como los focos alumbraban la carretera a nuestro paso.
- Ni irme. Tampoco quería irme. - Susurró él, haciéndolo casi inaudible.
Pero lo escuché y giré mi cuello para mirar su perfil. Él movió momentáneamente la vista para corroborar que lo miraba y después siguió con la mirada fija en el asfalto.
Esa respuesta era la que necesitaba, la que no sabía si era cierta pero mis oídos necesitaban escuchar.- No tienes por qué hacer esto solo.
- No puedo involucraros en problemas que son míos. Ni a ti, ni a Lena, ni a Caleb. No debiste aceptar el trato de Malcolm.
- ¿Pero por qué? - Pregunté nerviosa.
Lena se removió en su asiento y nuestra conversación llego a su fin.
Cuando nos adentramos de nuevo en la ciudad de Laguna Beach unas resplandecientes luces de colores llamaron mi atención. Lena suspiró en el asiento trasero y yo abrí la boca asombrada. Con lo alborotada y surrealista que estaba siendo mi vida no recordaba que ni en que día vivíamos. Encendí la pantalla de mi teléfono y vi que marcaba siete de diciembre.
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Entrelazados.
Teen FictionMaya Miller no sabía que la repentina fortuna de su padre conllevaría vestirse de blanco en un altar. Tras un pacto con un cliente, Maya no tendrá más remedio que casarse con el hijo mayor del socio de su padre para que los negocios familiares prosp...