—Estoy bien, Soph.-repetí por décima vez.
—No me importa, iremos todas.
—Soph, dame la oportunidad de terminar de trabajar y te prometo que iré yo a Canadá, ¿Sí? Solo atenderé esta gala y me regresaré unos días.
—¿Me lo prometes?
—Sí.
—¿Sí que?
—Sí, te lo prometo.
—Te creo entonces.
—Me tengo que ir, tengo que prepararme.
—Esta bien, cuídate mucho y mándame fotos de tu outfit.
—Por supuesto, saluda a todos de mi parte.
—Lo haré, te quiero.
—Y yo a ti.Miré el vestido que había comprado colgando en la puerta del clóset.
No tenía absolutamente nada de ganas de ir a la dichosa gala.
Me metí a bañar más a fuerza que de voluntad.
Mi celular comenzó a vibrar.
—Hola, Em, ¿Ya lista?
—Recién me salgo de bañar.-me reí.
—Oye, no sé si después de lo que te diré aún quieras llegar conmigo.
—No me digas.-suspiré.
—Sí, lo siento.
—Me da igual, Joseph, lo hablaré con él mañana en la oficina. Hoy iré en representación de mis abuelos, es todo.
—¿Entonces sí voy por ti?
—Obvio.
—Te veré en dos horas entonces.Mi mamá atendería la gala con Justin y no había nada que me causará más náuseas.
Mientras me cepillaba los dientes, miré mi cabello.
Ya me llegaba a la cintura, necesitaba un corte... Las tijeras en la estantería brillaron como un destello.
Aún tenía el cabello húmedo, rápido busqué un turial en Youtube, no parecía complicado. Seguí todos los pasos y justo antes de cortar la primera coleta suspiré profundo porque sentía que estaba temblando.
Tenía que cortarlo para sentir que estaba avanzando en mi vida.
Lo corté por fin y cuando me solté las dos coletas, cayó en amables capas hasta la altura de mis hombros.Ni tan mal, pensé.
Me gustaba como se veía.
Y más valía que me gustará porque no había marcha atrás.
Comencé a arreglarme, casi una hora después estuve lista.
El vestido se ajustaba demasiado bien a mi silueta aún cuando era consciente de que había perdido peso.
Me puse los últimos accesorios, en mi joyero miré la cadena que me había regalado Luciano y no dudé en ponermela.
Joseph llegó puntual por mi, iba en un precioso traje color vino.
—Que guapa.-me saludó.
—¿Zapatillas deportivas?–lo regañé–¿En serio Joseph?
—Yo dije... Qué guapa.
—Imposible.-puse los ojos en blanco.
—No me iba a poner un traje aburrido de señor, me veo guapo acéptalo.
—Mheñ.
—Por cierto, te veo algo diferente.
—¿Sí?–me hice la desentendida–alucinas, vámonos.
—He–me detuvo–¿Te lo cortaste sola?–me reí–Emma, no puedes cortarte el cabello sola, ¿Estas loca?
—No pasó nada, papá–me volví a reír–vámonos que es tardísimo.