XVII

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Me despedí de Mick en el aeropuerto de Alemania para volver a Chicago y él fuera a Suiza, era probablemente la vez que más me costaba despedirme de él.

Pero teníamos cosas que atender y esta vez los dos teníamos seguro que volveríamos a encontrarnos porque ahora éramos esposos.

La abuela me regañó de todas las maneras que sabía, yo solo la abracé tanto como pude.

Mi papá insistía en que me veía más radiante pero yo culpaba a mis nuevas vitaminas.

—¿Y ese anillo?
   Por un momento entré en pánico pensando que no me había quitado el anillo de oro y diamantes.
—Ah–me reí–es de los que le regalé a Mick en navidad.
—Podría ser el de compromiso pero eligió el camino equivocado.
—James, déjala en paz.
—Gracias, María–me levanté–tranquilo, pá, no me voy a quedar a vestir santos.
—Eso espero, que se decida o deje de hacerte perder el tiempo.
—Pero bueno–me reí–voy a contestar esta llamada–alcé mi celular–luego puedes seguir con tus celos de papá ogro.

Salí de la cocina y contesté.

—Hola, Em, ¿Cómo estás?
—Hola, Jack, todo bien ¿Pasó algo?
—Tengo dos noticias, una buena y una mala, ¿Cuál quieres primero?
—La buena.
—La buena es que Alexa no estará presente en el siguiente gran premio, tal vez en los próximos tres porque se lastimó un tobillo.
—¿Y la mala?
—Guenther está tramando hacerle modificaciones al coche de Mick.
—Hijo de perra.
—Exactamente–escuché su suspiro–Mick me pidió que te dijera que le gustaría que venga tu familia al gran premio.
—¿Qué eres? ¿Su nuevo asistente?
—Primero me corto los dedos, pero estará ocupado en la fábrica y no quiere que pase más tiempo sin saber si pueden... Ah sí, también me dijo que te dijera que no podrá hablar probablemente hasta pasado mañana.
—¿Así de mal están las cosas?
—Sí, amiga, esto apesta.
—Dile que sí, hablaré con mi papá pero lo más seguro es que así sea.
—Se lo diré entonces, ¿Te puedo hacer una pregunta?
—Si mi integridad no depende de ello, sí.
—¿Volvieron o porque está tan sonriente? Ilumina más que el sol.
   No pude evitar sonreír al escucharlo.
—Sí, Jack, volvimos.
—Ahora entiendo su buen humor, en fin, tengo que trabajar. Llamaba para servir de mensajero.
—Te veo en Canadá entonces.
—Así será, nos vemos.

Invité a la familia a cenar para invitarlos a la carrera.

Y por familia, también me refería a Patrick que ya era parte también.

—Llamó Mick–me aclaré la garganta–bueno, en realidad fue Jack amigo nuestro y su ingeniero. Mick quiere que nos acompañen el fin de semana en Canadá para la carrera.
—¿Es este?
—No, el próximo.
—Puedo tomarme un fin de semana libre–encogió los hombros–¿Qué dices, cariño? Nos vendrá bien un finde libre.
—Creo que sí, puedo darme la licencia de cerrar la librería.
—¿Y tu abu? Patrick, tú también estás invitado.
—Oh no, solecito...
—Nada de no, eres parte de esta familia también.
   Mi papá tosió su vino tinto.
—Si Matilde quiere mi compañía, estaré encantado.
—Sí quieres, ¿Verdad abuela?
—Por supuesto.-contestó con alegría.
—Es un hecho entonces, avisaré a Mick y viajaremos la próxima semana a Canadá.

Después de cenar, dejé un mensaje a Jack para que le confirmara la asistencia de mi familia a Mick.

Sorpresivamente mis amigos canadienses también irían al gran premio, me lo hicieron saber a través del grupo de WhatsApp, eso sería una locura tremenda estaba segura.

Coordinaba la empresa a distancia y la finca con la ayuda de Leonel.

Mick por fin pudo ponerse en contacto conmigo, acordamos el hotel donde se hospedaría mi familia y la suya porque Gina y Corinna también venían.

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