XII

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—Dios mío.-me abrazó.
—Papá... Pá... Me estás dejando sin aire... Basta, sueltame.
—Déjala–María intervino–vas a asfixiarla–pero ahora me abrazó ella–no sabes el miedo que pasamos cuando llamó Amalia.
—¿Qué?–apenas y podía hablar de tanto apretón–¿Mi mamá llamó?
—Sí, dijo que había llamado a Mick–miró a mi papá–pero que estuviéramos al pendiente.
—Ah... Vaya.
—Al parecer nunca me voy a librar de los Schumacher ¿Cierto?
—Papá...
—Que al menos se esfuerce un poco más para recuperarte está vez.
—¿Dónde está la abuela?
   Cambié de tema.
—En el club con Patrick.
—¿Sabe?
—¿Tú qué crees? A esa señora no se le escapa nada... ¿Dónde dejaste a tu mamá?
—Me aseguré que esté en un lugar a salvo.
—¿En el psiquiátrico?
—No, James, con su familia.-lo miré mal.

Cuando el amable Patrick regresó a la abuela Matilde a casa, recibí un regaño nivel extra profesional por enfrentar a Justin sola.

Aunque le enseñé el café alemán que le había llevado, no cedió y me tocó reconocer que todo pudo salir peor.

Los siguientes días acompañé a mi papá a su trabajo, era entretenido pero no se compraba con la empacadora la cual sugería que vendiera y buscara emprender en Chicago.

Mick llamaba según sus propias palabras "para asegurarme que no te metas en más problemas" pero poco le creía, solo quería estar de fastidioso.

El domingo acompañé a María a la librería.

—¿Hoy tiene carrera?
—Debe estar corriendo justo ahora.-miré mi reloj.
—¿No lo vas a ver?
—No, me dijo que no lo hiciera.
—¿Por?
—No sé, así es él de rarito.

Ayudé con lo que solía hacer antes de dejar de trabajar ahí y comimos juntas en medio de pláticas sobre lo que había pasado en Alemania.

Regresamos a casa pero una sorpresa me esperaba por mi.

—La próxima vez dile que no exagere tanto.-sugirió mi papá con diversión y me entregó el sobre cerrado de la tarjeta.

Floreros con ramos de peonías blancas y rosas adornaban el salón completo de la casa.

—Dime que estás no las vas a regresar está vez.-suplicó enternecida.
—No...–me reí un poco–no, está vez no.

"Para la mujer más valiente, cabezona, peleonera, contestona, incansable y muy pero muy hermosa que han visto mis ojos.

Te prometí dejar el mundo sin peonías solo por dartelas todas.

–M"

No podía ocultar mi sonrisa al leer la tarjeta.

Tomé mi celular y le escribí.

Emma S: No eran necesarias tantas flores, mi salón está inundado pero gracias.

En menos de un minuto recibí su llamada.

—¿Qué opinas? Yo quería que los floreros fueran azules pero no tenían.
—¿Cómo coordinaste todo si estabas de carrera en España?
—Bueno... Tengo mis trucos.
—Ajá, claro.
—Deja de hacerte la indiferente y dime qué te gustó.
—No es indiferencia, son muy bonitas en realidad.
—¿Verdad? La señora de la florería estaba encantada.
—¿Y como no iba a estarlo? Es la flor más cara y en esa cantidad debe ser un dineral.
—Bah, eso no importa lo que importa es cumplir con mi cometido de vaciar el mundo de peonías para que vuelvas conmigo.
—Llenarme de flores como si fuera una abeja en primavera no hará que vuelva contigo, ya deberías saberlo.
—¿Sí? ¿Y si vienes conmigo a Mónaco?
—¿Ya vas a empezar?
—Anda di que sí, es una carrera importante y me gustaría que vinieras. Mi mamá y mi hermana no podrán venir al parecer, me hace ilusión.
—No creo que sea lo más óptimo tomando en cuenta todo lo que se habló de mi.
—Entiendo... Creo que una florería de Ohio maneja cantidades exuberantes de peonías...
—Basta con el tema de las flores, voy a terminar odiandolas.
—¿Entonces? ¿Vienes?
—No lo sé, veré qué puedo hacer.
—Te veré aquí, te prometo que el principado te encantará.
—Te aclaro que si voy, no será en calidad de tu novia y mucho menos vamos a compartir habitación.
—Esta bien, respeto tus límites.
—¿En serio? Por primera vez, ¿Te sientes bien?
—Que graciosita, tengo que terminar de trabajar.
—Perfecto.
—Nos vemos en Mónaco.
—No es un hecho.
—Para mi sí.
—Adios, Mick.

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