—Gene–se rió–vinimos a dejar las llaves de los coches que ya no se usarán.
—Hmm–entrecerró los ojos–no me meto en las relaciones de mis trabajadores pero...
—Es así, señor–respondí–puede ver por usted mismo las llaves.
—Tranquilo, Gene, yo no soy de esos.El ingeniero me hizo caminar.
—¿Le dirás?
—Tengo que, si llega a oídos suyos que nos vieron salir de ahí lo va a malinterpretar todo. Además a mí no me gustaría que me ocultaran algo así.
—Ah bueno–resopló cuando los vimos–investigaré que tanto tiene que ver Esteban.Platicaban animadamente Esteban, Mick, Lance y Max en el medio del Paddock.
—No lo quiero ni ver, te lo juro.
—Vamos al coche, Don ya debe estar allá.
Intenté pasar de largo con Jack pero me detuvo.
—¿Todo bien?
—Sí, te veo afuera.-sentí la mirada de todos.
—Los veré después.-les dijo.
—¿Emma?–lo miré–que bueno verte por aquí.
—Gracias, Lance...
No les creía ni lo más mínimo.
—Oye, Penelope preguntó si vendrás pronto porque quiere mostrarte su cuarto de juegos.-interrumpió el momento incomodo.
—Dile que sí–sonreí–dile que volveré pronto, tengo asuntos que resolver aquí.
—¿Sí?
Su mirada se llenó de confusión al igual que su pregunta.
—Hasta luego, Max, me despides de las chicas y de tu papá, ¿Sí?
—Claro–me dió un pequeño abrazo cortés–nos veremos.Comencé a caminar al lado de Jack dejando a Mick despedirse de sus amigos.
Tenía tantas ganas de decirle un par de cosas a Esteban y aunque no sabía si Lance estaba inmiscuido también, no me generaba confianza tampoco porque los dos eran muy buenos amigos.
Subió a la camioneta justo detrás de nosotros formando un silencio bastante tenso e incómodo.
—Y bueno–Don se atrevió a hablar–¿Vendrán al after?
—Veremos.-contestó.
Su mirada acusatoria me acechaba.
—Entiendo.Nadie habló más hasta que nos despedimos en la entrada del hotel.
—¿Me explicas?–me hice la loca intentando abrir la puerta de mi habitación–adivino no soy, ¿Qué hice ahora?
—Nada... Sorpresivamente está vez no hiciste nada.-acepté.
—¿Entonces?–sostuvo la puerta para que entrara–miré a Jack, me evitó la mirada todo el camino–se quedó parado–Emma.
—No–lo apunté con la botella de agua–no, ni lo pienses.
—¿Entonces? Además ¿Qué fue eso con los muchachos?
—Mick–suspiré–tengo algo que decirte pero tienes que prometerme que no vas a perder la cabeza.
—La estoy perdiendo justo ahora porque no me dices que pasa.
—Esta bien...Le conté toda mi travesía desde el salón vip hasta el hospitality y lo que había escuchado.
—¿Esteban?
—Alexa lo mencionó, gracias por no decirme que era hija de tu jefe.
—Media, se casó con su mamá cuando era muy pequeña... Nada importante, ahora bien, ¿Por qué Jack estaba así?
—Porque llegó justo cuando estaba escuchando y nos tuvimos que esconder en la oficina, al salir tu otro jefe nos encontró y dió a entender que él y yo... Ya sabes.
—Lo aviento al mar si se atreve.
—No seas tonto... Hay otra cosita pequeña que tengo que decirte.
—¿Ahora que?
—Cuando tuviste el accidente que ahora sabemos lo provocó Guenther...
—Emma–me tomó por los hombros–recorta camino, pequeña, te lo suplico.
—Ah sí, bueno él no me dejó entrar a verte... Prácticamente me echó fuera.
—Hijo de perra.
—Dijo que si no era esposa mánager o familiar directo no podía estar ahí.
—¿De cuando acá eso tiene relevancia? Esta buscando afectarme desde que se empezó a saber que estaba buscando equipo nuevo y va en contra de ti sabiendo que puede doblegarme.
—Mick, yo solo te pido que no se lo permitas, mientras tú estés ahí fuera dando vueltas como loco, yo sabré como arreglarmelas para que no me fastidie.
—¿Eso significa que seguirás acompañándome?
—Le dije a tu mamá que no te dejaría sólo, no porque te lo mereces. Sé que ella está más tranquila si vengo yo.
—Esta bien–suspiró–por ahora quiero olvidarme de todo y llevarte a donde podamos hablar de nosotros solamente.
—¿Llevarme?
—Estaba pensando en que vengas a Suiza está semana, es un lugar tranquilo y nos servirá para hablar.
—No creo que sea posible, Joseph me llamó. Hará su declaración el miércoles y lo voy a acompañar, además tengo que atender unas cuantas reuniones y cosas de la finca.
—Ahh–se estiró–mi mujer de negocios.-dejó caer sus brazos alrededor de mi.
—No soy tu mujer.-me reí.
Pero me dejé querer.
—Todavía–levantó las cejas–te acompaño, ¿Puedo?
—¿Quieres?
—Sí, me vendrá bien el pueblo unos días. ¿Quieres ir a la fiesta?–negué con la cabeza–yo tampoco, mejor nos vamos, no soporto Mónaco.
—Voy a alistar la maleta.
—Sí y yo voy a llamar para que tengan listo el vuelo.
—Sí.
—Esta bien.
—Mick.-me reí.
—¿Hmm?
—Para hacer todo eso, tienes que soltarme.
—¿Sí?–me apretó–yo pensaba hacerlo todo así.
—No se puede... Además–intenté zafarme–no sé cuál es la necesidad de todo el mundo últimamente.
—¿Por?–me apretó más–¿Cual necesidad?
—Esta de apretarme... Basta.-me quejé.
—Es que eres muy apretujable.
—¿Qué son esas palabras de señor? Déjame ir.
—Te dejo hacer la maleta, ir no.-me liberó.
—Que amable, ahora ve tú también a alistar tus cosas.
—Te veo en un rato.