—Su cumpleaños es en unos días.
—¿Sí?–asentí–¿No volvieron a hablar desde lo de Canadá?
—No, ha llamado unas cuantas veces pero no puedo.
—Deberías considerar hablar con él.
—¿Lo defiendes ahora?
—No pero veo innecesario que te estés torturando de la manera que lo haces.
—Ya veré.-seguí escondiéndome en el reporte mensual.
—Me iré unos días a Cincinnati, tengo un mes de pruebas y esas cosas–le di un vistazo rápido por encima de la computadora–y también iré a Toronto.
—¿Se te olvidó algo allá?
Evidentemente sabía porque iría pero me divertía.
—No–se puso rojo–iré de visita.
—Hmm–asentí aguantandome la risa–lo bueno es que no querías.
—Es que–se puso las manos en la cara–es muy bonita, me trata muy bien–me miró entre sus dedos–¿Debería?
—Si la lastimas te mato, lo sabes.
—La voy a tratar muy bien, ya me merezco el amor que no quisiste darme...
—Ah, ya vas a empezar.-me reí.
—Esta bien–levantó las manos–yo sé perder.
—Sí, ahora pierdete y pide de comer, muero de hambre.
—A sus órdenes señora presidenta.Salió de la oficina.
El resto de la semana, miré el calendario más que de costumbre. El cumpleaños de Mick sería el viernes, tantos planes que habíamos hecho.
El jueves antes de terminar mis quehaceres en la empacadora, recibí la llamada de Leonel.
—La yegua está entrando en labor de parto.
—No puede ser–la emoción se apoderó de mí–salgo en este momento para allá.
—Voy a bajar a avisar a los veterinarios...
—No, no, yo voy me queda más cerca
—¿Segura?
—Sí, sino que voy a hacer yo ahí sola, nunca he cuidado yeguas a punto de parir.
—Bueno–se rió–te vemos aquí entonces.
—Hasta ahora.Avisé a la secretaria y salí.
Joseph ya se había ido a Estados Unidos para continuar con su trabajo y su misión de conquistar a una risueña Olivia que cada vez que le tocaba el tema, se ponía roja como tomate.
Pasé por el local de los veterinarios que atendían a los animales de la finca pero estaba cerrado, miré la hora aún era temprano pero no entendía.
Conduje unas cuadras más y sin mucha opción, me decidí.—Hola, Emma, ¿Todo bien?
—Hola, Anne... No... Bueno, sí.
—¿Sí o no?
—Mi yegua está entrando en labor de parto y el veterinario no está, ¿Podrías ayudarnos?
—Oh, sí–miré la sorpresa en su rostro–claro, voy a avisar a mi compañero y subiremos con todo lo necesario en un momento ¿Te parece?
—Excelente–suspiré aliviada–los veo arriba entonces.Al llegar a la finca, prácticamente corrí hasta las caballerizas.
—Wow, tranquila flash–me detuvo–esta todo bajo control.
—Voy a ser abuela, Leonel, ¿Te das cuenta?
—Sí–se rió–ya se te nota.
—Gracioso.-lo regañé.Anne y un par más de veterinarios llegaron unos minutos después con todo su equipo.
Ver el parto de una yegua era toda una experiencia que me había dejado con gran asombro.
Miraba a los veterinarios asistir a la yegua después de dar a luz y asegurarse de que el nuevo bebé estuviera en buenas condiciones hasta que me interrumpieron.
—¿Señorita?
—Dime.-le sonreí.
—La buscan en la entrada.
—¿Quién?
—Su mamá.
—¿Mi mamá?–me sorprendí–¿Te dijo que quería?–negó con la cabeza–ahora voy, gracias.
La chica que nos ayudaba con la limpieza de la casa se fue.
—Ve yo me quedo supervisando.Caminé hasta la casa pero el cuadro que me encontré me sacó el aire.
—¿Mamá?–le tomé la cara–¿Qué te pasó? Pareces jesucristo.
—Emma.-tenía los ojos cristalizados.
—¿Fue él?–sentí la rabia apoderarse de mi–Amalia, ¿Fue Justin?–asintió–hijo de puta.
Comencé a dar vueltas por el salón como perro enjaulado.
—Me escapé como pude pero ya debe estar buscándome, tengo mucho miedo.
—Mamá te di dinero para que te fueras a Berlín o a cualquier parte del mundo.-el desespero se anunció en mis palabras.
—Me descubrió el cheque y lo rompió, desde que tomaste el control de la empresa se puso violento conmigo–sollozó–ya había sido así antes pero no al grado de golpearme.
—No puedo creerlo, es un poco hombre.
—Emma, ¿Y si me encuentra?
—No te va a encontrar, si se le ocurre pararse aquí tengo suficientes hombres para meterle pólvora por todos los orificios que tenga.
—Estoy muy asustada.
—Aquí no te va a pasar nada, yo voy a cuidar de ti.
—¿Luz?–llamé a la chica–usa el botiquín de la cocina, dale algo de comida y que descanse por favor.
—Sí, señorita.
—Te vas a quedar aquí, tengo que terminar un asunto en la granja pero volveré en seguida, ¿Estamos?
—Sí.-la pobre apenas podía hablar.