IX

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—Oye, Zaf–el caballo movió la cabeza–¿Te gustaría ir a la feria?–resopló–lo he estado pensando y tomando en cuenta que se cancelaron mis planes.-me reí.

Estaba sentada al lado de mi caballo contemplando el lago.

Me encantaba la paz del lugar pero tenía que regresar a casa antes de que cayera la noche o probablemente me saldría un oso hambriento.

Justo antes de entrar a la finca, miré algo que se escabullirse entre los arbustos.

—¿Quiere que le quiten la silla al caballo?–me ayudó a bajarme–¿O lo hará usted?
—Hmm–miré con curiosidad los arbustos de nuevo–no, que se la quiten.
—¿Pasa algo?
—Sí... Hay algo que corrió ahí.-señalé.
—Deben ser las ardillas.-dijo sin preocupación.

Encendí la linterna de mi celular y me acerqué despacio, moví con el fuete las ramas.

—¡Leonel!
   Sentí que la sangre abandonaba mi cuerpo.
—¡Señorita!–llegó corriendo–¿Qué pasó? ¿Esta bien?
—Es Angela–me acerqué a la gran cachorra que agonizaba–corre, que preparen la camioneta, tenemos que llevarla al veterinario–el muchacho salió corriendo de nuevo–resiste, amor, te sacaré de aquí.

Metí mis manos debajo de su pesado cuerpo, las ramas arañaron mis brazos pero no me importó.

Tenía sangre, una mordida de algún animal.

La cargué hasta la camioneta.

—Yo conduzco.-el capataz me abrió la puerta.
—Que llamen a los Schumacher, la llevaremos a la veterinaria del centro.-le dije a uno de los muchachos mientras la ponía en el asiento de atrás.
—Entendido, patrona.

Todo el camino la sostuve rezando para que no fuera demasiado tarde.

—Emma–me abrió la puerta apenas nos miró bajar–¿Qué le pasó?
—Se perdió desde ayer en la mañana–la seguí por donde me indicó–la encontré ahorita entre arbustos y ramas, algo corrió supongo que lo que la mordió.
—Ponla aquí–me señaló la camilla–la vamos a revisar–se empezó a poner guantes–ve con la asistente, ahí hay un botiquín, estás escurriendo.
—Sí–suspiré–¿Anne?–me miró mientras la revisaba–haz todo lo posible por salvarla, ¿Sí?
   La jóven pelirroja me asintió.

Regresé a la sala de espera.

—Tome.-me pasó un pañuelo.
—Gracias, Leo–me limpié los brazos–y deja de hablarme de usted, somos casi de la misma edad.-le dije mientras la asistente de Anne me sentaba para ayudarme.
—Sí pero es la patrona–lo miré mal–esta bien.-se rió.
—Auch.-me quejé al sentir como limpiaban mis raspones.
—Lo siento, es para que no se infecte.-la chica se disculpó apenada.

Justo cuando me estaban terminando de poner las vendas, se abrió la puerta dejando pasar a un desesperado Mick seguido de sus chicas.

—¿Em?
   La angustia en sus ojos era evidente.
—Tranquilo, Anne la está atendiendo.
—¿Qué te pasó?
—La encontré... Gracias–le dije a la chica cuando terminó–la encontré entre unos arbustos en la salida de mis terrenos, tenía una mordida.
—Estas cubierta de sangre, en la camioneta tengo una blusa...
—No hace falta, Gin–le sonreí–voy a esperar que dice la veterinaria y regresaré a la finca.
—Si quieres te llevo.
—No hace falta, Corinna, mi capataz viene conmigo–intenté parecer amable–permiso.

Me paré al lado de un Leonel muy serio y que adoptó posición de guardaespaldas.

—Su...–levanté las cejas–tu papá–corrigió–llamó en la tarde.-me dijo despacio.
—Ahh, ahora entiendo tu postura de señor.-me reí.
—Me dijo que sino te protegía, iba a colgarme del árbol de mangos.
—Sí lo creo capaz–me reí–un momento–me disculpé porque mi celular estaba vibrando–hola, Joe.-me alejé un poco más de todos.
—Estoy en la finca, traje sushi pero me dicen que no estás.
—Sí, no estoy, estoy en el pueblo.
—¿A estas horas? ¿Qué pasó?
—Encontré a la perrita de Mick y la traje a la veterinaria, solo esperaré noticias y me regreso.
—¿Quieres que vaya por ti?
—No, está Leonel conmigo.
—¿Te espero?
—Si quieres sí.
—Perfecto, te veo aquí entonces.
—Nos vemos entonces.

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