Capítulo II

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Secretos revelados parte II

Lamentablemente, el destino les tenía preparado un giro trágico en su camino hacia Mondstadt. El temible dragón Ursa, sediento de destrucción, embiste contra ellos con una furia desenfrenada. La batalla se convierte en un caos apocalíptico, donde las llamas y los rugidos del dragón llenan el aire.

Crepus, movido por su amor incondicional hacia Diluc, se interpone valientemente entre Ursa y su hijo. Sin importarle el peligro que enfrenta, lucha con ferocidad, pero la fuerza y el poder del dragón son abrumadores.

Los ataques de Ursa dejan a Crepus herido y debilitado. Su cuerpo, marcado por las llamas y las garras del dragón, muestra el sacrificio que está dispuesto a hacer para proteger a su hijo. A pesar del dolor agonizante, su mirada se mantiene firme y determinada.

Como último recurso para enfrentar a la imponente y temible presencia de Ursa, Crepus, con su ingenio y determinación, recuerda un antiguo artefacto conocido como "Engaño". Estos tesoros misteriosos y poderosos tienen su origen en la enigmática organización Fatui, famosa por sus artes ocultas y su búsqueda de poder.

Con cada ataque y cada ilusión, Crepus agota su vida poco a poco. Pero su determinación no flaquea, y su voluntad de proteger a los suyos lo impulsa a seguir adelante. A medida que el dragón se debilita, el último acto de sacrificio de Crepus se convierte en una luz de esperanza en medio de la oscuridad.

Finalmente, con un último esfuerzo, Crepus y Diluc logran derrotar a Ursa, poniendo fin a su amenaza. Diluc, horrorizado y desesperado, corre hacia su padre, cayendo de rodillas a su lado. 

Las lágrimas se mezclan con la sangre en su rostro mientras susurra palabras angustiadas. - Padre... lo siento... Lo siento tanto. Si tan solo te lo hubiera dicho antes... Si tan solo hubiera aprovechado cada momento para decirte cuánto te amo y cuánto significas para mí-.

Crepus, luchando por respirar, sonríe con tristeza. - Diluc, mi querido hijo... no te culpes. El tiempo que compartimos fue precioso... y ahora, en estos últimos momentos, siento un amor indescriptible por ti. 

Diluc toma la mano de su padre, sintiendo cómo se debilita entre sus dedos. - Padre... quiero que sepas que serás abuelo, lamento no habértelo dicho antes... Lamento no haber compartido esta alegría contigo antes de que fuera demasiado tarde-. 

La mirada de Crepus se llena de asombro y amor, una mezcla de alegría y tristeza que se refleja en sus ojos cansados. - Diluc, mi hijo... no puedo describir cuánto significan esas palabras para mí. Aunque la vida nos haya arrebatado tiempo, saber que seré abuelo... es un regalo inmenso-. 

Crepus lucha por hablar, su voz entrecortada por el dolor. - Diluc... mi dulce hijo... estoy orgulloso de ti... de la persona en la que te has convertido... Sé un padre amoroso y valiente-. 

Las primeras gotas de lluvia caían lentamente, como lágrimas del cielo que reflejaban el dolor y la tristeza que Diluc llevaba en su interior. Cada gota que tocaba su rostro marcaba el inicio de una tormenta tanto interna como externa.

En medio de esa lluvia implacable, Kaeya y los demás Caballeros de Favonius llegaron al lugar, sus rostros reflejando una mezcla de preocupación y conmoción al ver a Diluc destrozado, arrodillado junto al cuerpo sin vida de su padre.

 La mirada de los Caballeros de Favonius se posó en Diluc, y sus rostros reflejaban una mezcla de asombro y preocupación al verlo destrozado por dentro. El agua de la lluvia se mezclaba con las lágrimas que surcaban su rostro, mientras la tristeza y el pesar se apoderaban de su ser.

Kaeya se acercó a Diluc, con una expresión llena de compasión y amor. Extendió una mano para tocar suavemente su mejilla y ofrecerle consuelo en medio de su dolor.

-Diluc, estamos aquí para ti. Lamento profundamente la pérdida de tu padre. - Las palabras de Kaeya resonaron en el silencio, su voz llena de apoyo y solidaridad. - Él era un hombre extraordinario y estoy seguro de que estaría orgulloso de lo fuerte y valiente que eres. 

Luego de la pérdida de Crepus, Kaeya llevó a Diluc al Viñedo del Amanecer, buscando consolarlo y ofrecerle todo su amor y apoyo. Con ternura, lo bañó, secando sus lágrimas con suaves besos y abrazándolo con fuerza. No escatimó en palabras de aliento y cariño, tratando de calmar el tormento interno que Diluc atravesaba.

Sin embargo, las dudas comenzaron a carcomer la mente de Kaeya. Si Khaenri'ah y Mondstadt se encontraran en guerra, ¿a quién debería ofrecer su ayuda? ¿A su padre biológico, quien lo había abandonado despiadadamente, o a su padre adoptivo, quien lo había amado y criado con todo su corazón? Un suspiro escapó de los labios de Kaeya, revelando la tormenta de pensamientos que lo atormentaban.

El hombre que lo había mantenido dividido entre Mondstadt y Khaenri'ah, su lugar de nacimiento, ya no estaba. Consumido por el sentimiento de culpa, Kaeya entendió que no tenía sentido ocultar más su verdadera identidad como espía de Khaenri'ah. Sin embargo, al enterarse de la traición de Kaeya, Diluc se sintió profundamente traicionado, lo cual lo llevó a guardar en secreto que estaba esperando un hijo suyo. La confianza entre ambos se había quebrado.

En ese momento de desesperación, las espadas se alzaron, esta vez apuntándose mutuamente. Kaeya sintió que aquel enfrentamiento era el castigo merecido por todas las mentiras y manipulaciones que había tejido a lo largo de su vida.

-¿Por qué justo ahora? ¿Querías verme aún más destrozado?- cuestionó Diluc con voz temblorosa y llena de dolor.

No hubo respuesta por parte de Kaeya, solo una triste sonrisa que se desvaneció rápidamente. Mientras peleaban, se encontraron en el exterior del viñedo, consumidos por la euforia y la angustia que los embargaba.

Las espadas se cruzaron y una poderosa energía elemental se apoderó de Kaeya. Desde la punta de su espada, brotó un frágil y helado poder elemental que se encontró con las ardientes llamas de Diluc. El choque de fuego carmesí y hielo azul creó un remolino repentino de viento, envolviéndolos en una danza sombría. En ese instante, la Visión de Kaeya se manifestó, testigo silencioso de su conflicto interno y las decisiones difíciles que debía tomar.

Las emociones se volvieron insoportables para Diluc, agregando también que tuvo el enfrentamiento con Ursa y Kaeya, su cuerpo no soporto y la parte baja de su vientre comenzó a sangrar y a doler de forma horrible, amenazando con un aborto espontáneo. En ese momento, su enfoque se centró únicamente en la vida que crecía dentro de él. Dejando a un Kaeya confundido con su espada caída en el suelo, el pánico se apoderó de Diluc. Corrió hacia el baño en un intento desesperado por detener la hemorragia, mientras suplicaba a Adeline que llamara a un médico de emergencia.

Entre lágrimas y dolor, Diluc luchó por su vida y la del bebé que llevaba en su vientre. Mientras tanto, el corazón de Kaeya se desgarraba al presenciar la consecuencia de sus acciones. La verdad se había revelado, la confianza se había roto y la batalla interna de ambos se volvía más intensa que nunca. El destino había lanzado su golpe más cruel, y ahora debían enfrentar las consecuencias de sus decisiones y buscar la manera de sanar las heridas que se habían abierto.

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