Especial De Halloween

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¡Alerta spoiler!

La cocina estaba impregnada de un delicioso aroma a galletas recién horneadas. La luz del atardecer se colaba por las ventanas, dando al ambiente un brillo cálido y acogedor. En la encimera, una bandeja de galletas con formas de calabazas, fantasmas y murciélagos esperaba a ser decorada. El par de pelirrojos estaban completamente concentrados en la tarea.

Hanna, con su cabello pelirrojo sujeto en una pequeña coleta, tenía la lengua ligeramente fuera mientras aplicaba glaseado naranja sobre una galleta en forma de calabaza. Su nariz ya estaba manchada de azúcar, y algunos rastros de glaseado adornaban sus mejillas. Diluc, a su lado, decoraba meticulosamente un pequeño murciélago de galleta, aunque no podía evitar lanzar miradas cariñosas hacia su hija.

—Papá, ¿cómo te quedó tan bien? — Hanna miró con admiración la galleta de Diluc.

Diluc sonrió con orgullo, levantando la galleta decorada para mostrársela mejor. —Es cuestión de práctica, cariño. Pero a ti te está quedando genial —señalo la calabaza que ella había hecho, sin preocuparse por los trazos algo desiguales y las gotas de glaseado que caían por los bordes.

La pequeña sonrió ampliamente, encantada con el cumplido. Entonces, Diluc, con una expresión traviesa, tomó un poco de glaseado de su propia galleta y lo colocó en la nariz de Hanna, haciéndola reír a carcajadas.

—¡Papá! — le regaló una mirada de indignación fingida — ¡Eso es trampa!—

—¿Ah, sí? ¿Qué vas a hacer al respecto?—con una sonrisa juguetona desafio a su hija, mientras retrocedía un poco.

Sin perder tiempo, Hanna tomó un poco de glaseado de color morado con su dedo y, con una precisión sorprendente, alcanzó la mejilla de Diluc, dejando una mancha dulce y pegajosa.

—¡Ahora tú tienes que ser un monstruo morado! —estalló en carcajadas.

En ese momento, Kaeya entró en la cocina, atraído por las risas y el aroma dulce y observó la escena con una sonrisa.

—Hmm, parece que alguien se ha estado divirtiendo sin mi —dijo en tono de broma, mirando la mancha en la mejilla de Diluc y el pequeño desastre que habían hecho en la encimera.

Kaeya se acercó, posando una mano en el hombro del pelirrojo y, con un gesto inesperado, le dio un beso suave en la mejilla, justo donde estaba la mancha de glaseado. —Oh, creo que aquí queda mejor sin tanto glaseado —murmuró, limpiando suavemente el rastro con el pulgar.

—Ahora sí estás perfecto —susurró Kaeya con una sonrisa, provocando que Diluc desviara la mirada ligeramente, con un leve rubor en las mejillas.

—Gracias, aunque dudo que eso vaya a salvarme de las “garras” de nuestra brujita … —señaló a la niña.

Hanna observaba a sus padres con una sonrisa cómplice, encantada de verlos así. Luego, con una expresión de picardía, extendió las manos manchadas de glaseado hacia Kaeya.

—¡Ahora te toca a ti, pa! —anunció con determinación, intentando alcanzarlo para embadurnarlo de glaseado también.

Kaeya soltó una risa y retrocedió un paso, levantando las manos en señal de rendición. —¡Oh no, piedad, pequeña bruja! Prometo ser bueno—bromeó.

Hanna rió, pero finalmente decidió no atacar a Kaeya y regresó a su tarea de decoración, dejando que ambos hombres la observaran con cariño. Diluc y Kaeya se miraron por un momento, compartiendo una sonrisa silenciosa llena de sentimientos.

—Bueno, creo que Hanna está lista para conquistar el vecindario —el peliazul miraba con ternura a la pelirroja qué adornaba la última galleta.

Diluc asintió, observando a su pequeña con un amor que se reflejaba en sus ojos. —Sí… creo que esta va a ser una noche inolvidable.—

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