Capítulo XV

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Pesca fallida

Pasado

—Paaaaa— dijo un Diluc de 13 años alargando la última vocal, y jalando a su padre del abrigo. —No es justo, dijiste que nos llevarías a Kaeya y a mi a pescar—

El pequeño pelirrojo fruncia el ceño y tenía las mejillas hinchadas de frustración. Kaeya, a su lado, no podía evitar reírse ante el berrinche de su hermano.

Crepus se arrodillo frente a Diluc y lo tomó de los hombre y mirándolo a los ojos habló —Diluc, mi niño, se lo que dije y les pido disculpas por no poder cumplir con mi palabra, les prometo que me voy a desocupar de este asunto lo más rápido que pueda para poder llevarlos a pescar, ¿de acuerdo? —

—Ya no te creo—Dijo el pequeño pelirrojo haciendo un puchero y cruzando sus pequeños brazos sobre su pecho. —Vamos a jugar Kaeya—dijo mientras jalaba a fuerzas al peliazul.

Crepus suspiro y dejó escapar una pequeña risa nasal al ver la actitud consentida de su hijo. Se levantó y tras acomodarse el abrigo le habló a Adeline mientras se preparaba para salir. —Adeline, voy a salir. Te encargo a los niños —

Diluc y Kaeya subieron las escaleras al segundo piso del viñedo y entraron a la habitación del pelirrojo.

El oji carmín suspira amargamente mientras se acuesta en la cama.

—Kae, realmente quería ir a pescar con papá y contigo—

Diluc permanecía tumbado en la cama, con el ceño fruncido, mientras Kaeya, comenzaba a pensar en alternativas para hacer que su día fuera más interesante.

—Luc —dijo Kaeya con una sonrisa traviesa, poniéndose de pie—, ¿quieres pescar, ¿verdad? Pues… ¿qué te parece si nos escapamos para ir al río?—

—¿Cómo? —preguntó Diluc, su mirada encendiendo una chispa de curiosidad.

—Tengo un plan. Escucha bien —dijo Kaeya, acercándose y bajando la voz dramáticamente, como si ya estuvieran conspirando.

Ambos se sentaron en el suelo de la habitación, el peliazul dibujó en un pedazo de papel el esquema del viñedo como si fuera un mapa.

—Primero, tenemos que asegurarnos de que Adeline esté ocupada. Ahora mismo está en la cocina, así que es el momento perfecto para actuar. Debemos salir por la puerta trasera —Kaeya levantó un dedo, enfatizando la importancia del próximo paso— Pero hay que evitar que haga ruido cuando la abramos. Para eso necesitamos un cojín. Si lo ponemos entre la puerta y el marco, no se escuchará cuando la cerremos—

Diluc, totalmente embelesado por la brillantez de su hermano, asintió con entusiasmo—. ¡Buena idea! Pero ¿cómo salimos de la habitación sin que nos vean?—

—Tenemos que  bajar las escaleras en silencio, pero tenemos que esquivar los dos últimos escalones. ¿Te acuerdas que siempre crujen? Si los evitamos, nadie nos escuchará —dijo Kaeya, moviendo su mano por el mapa improvisado.

—Es cierto, siempre hacen ruido —agregó Diluc, visiblemente emocionado por lo detallado del plan.

—Después de salir por la puerta trasera, entramos al establo y, en lugar de abrir la gran puerta frontal, tomamos el camino detrás de los barriles. Papá nunca guarda nada pesado ahí, y eso nos permitirá salir sin que los empleados nos vean. Cuando lleguemos al camino que da al río, estaremos libres.—

Diluc sonrió, impresionado por el ingenio de su hermano—. Pero, ¿y si Adeline nos atrapa mientras bajamos las escaleras?

Kaeya pensó por un momento, luego sonrió de oreja a oreja—. Tengo justo lo que necesitamos. Vamos a dejar mi peluche favorito en la sala principal, donde Adeline lo vea. Seguro se distraerá porque siempre lo recoge y lo pone en su sitio. Eso nos dará tiempo suficiente para escapar.—

—Kae, eres brillante—dijo Diluc con los ojos brillando de emoción y aplaudiendo a la inteligencia de su hermano.

Kaeya dio una palmada suave—. Entonces, a prepararse. La operación pesca comienza ahora—
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Con su "plan maestro" en marcha, los dos hermanos se pusieron manos a la obra. Kaeya cuidadosamente lanzó desde el segundo piso su peluche hacia el salón a un lugar estratégico del salón mientras Diluc se aseguraba de agarrar el cojín para  colocarlo entre la puerta trasera y el marco.

Cuando estuvieron listos, Kaeya hizo una señal con su mano, al estilo de un espía, y ambos se movieron con sigilo por la casa. Tal como habían planeado, evitaron los escalones que crujían, salieron por la puerta trasera y tomaron el camino detrás de los barriles para no ser vistos desde las ventanas. Con cada paso que daban, sus corazones latían más rápido, no solo por el miedo de ser atrapados, sino también por la adrenalina de su pequeña travesura.

Finalmente, llegaron al río, jadeando un poco pero llenos de orgullo por haber ejecutado su "operación" a la perfección.

—Lo logramos—exclamó el pelirrojo qué traía las mejillas enrojecidas de alegría.

Ambos niños luego de celebrar su éxito por la operación pesca procedieron a la tarea principal: pescar, o al menos intentarlo.

—Kaeya, lo estás haciendo mal —protestó Diluc con aire de autoridad, observando la torpe forma en que Kaeya sujetaba la caña—. Papá siempre lanza la caña así—añadió, imitando el gesto que había visto hacer a su padre tantas veces.

Sin embargo, en su intento por mostrarse experto, Diluc terminó lanzando la caña con demasiada fuerza y perdiendo el equilibrio. El pelirrojo cayó de frente al agua con un gran chapuzón, quedando completamente empapado.

Kaeya, por supuesto, no pudo contenerse y estalló en una carcajada—¡No te rías! —le gritó Diluc, enfadado y con el ceño fruncido, mientras intentaba levantarse, las mejillas rojas de vergüenza.

El peliazul, aún riendo, se apresuró a ayudar a su hermano. —Perdón, perdón. Es que... No puedo —dijo Kaeya, limpiándose una lágrima imaginaria de la risa, antes de recobrar la compostura.

Mientras se sacudían y revisaban que el pelirrojo estuviera bien, Kaeya de repente señaló hacia el río con ojos entrecerrados. —Oye, Luc... ¿Esa de ahí no es la caña de papá? —preguntó, su voz bajando en tono.

Diluc volteo a el lugar señalado por el peliazul a su lado, ambos veían con horror cómo la caña de pescar, la misma que Crepus usaba y valoraba tanto, era arrastrada lentamente por la corriente del río.

—Creo que sí—respondió Diluc, su voz entre sorprendida y preocupada. El momento de diversión se evaporó al instante, reemplazado por la preocupación de lo que les esperaba.

Ambos se miraron con ojos grandes, sabiendo que estaban en serios problemas. Sin importar cuánto lo intentaran, la caña ya estaba demasiado lejos para recuperarla. Los dos se apresuraron a correr por la orilla del río, pero todo fue en vano. La caña fue arrastrada por la corriente.

Derrotados y sin otra opción, los hermanos emprendieron el regreso al Viñedo del Amanecer. Empapados, llenos de barro y sin pescar un solo pez, arrastraban los pies mientras intentaban pensar en cómo explicar la desaparición de la caña de su padre.

—Papá va a matarnos... —murmuró Diluc en voz baja, bajando la cabeza.
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Weon, en mi país andamos con apagones de 14 horas TnT, terrible...

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