Capítulo VII

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Un Latido de Amor

Diluc se encontraba frente al espejo de su habitación en la posada de Liyue. Observó detenidamente su reflejo, buscando cualquier indicio de cambio en su cuerpo. Después de varias semanas de embarazo, su pancita había comenzado a crecer lentamente, aunque aún era apenas perceptible para los demás.

Sin embargo, Diluc acarició suavemente su vientre abrazando la cálida presencia que se estaba desarrollando en su interior. Un nudo se formó en su garganta mientras las lágrimas de emoción llenaban sus ojos carmesí.

Era un momento íntimo y personal, un vínculo único que solo él y unos pocos seres queridos conocían.Aunque el mundo exterior aún no podía ver el crecimiento de su pancita, él lo sentía en lo más profundo de su ser. Era la confirmación de que su hijo, fruto de su amor con Kaeya, se estaba desarrollando y creciendo dentro de él.

Diluc cerró los ojos por un momento, permitiendo que la emoción fluyera libremente. Su corazón rebosaba de alegría y gratitud. Aunque enfrentaba desafíos y peligros en su búsqueda de la verdad, el pensamiento de su hijo le daba fuerzas renovadas para seguir adelante.

Con cuidado, Diluc se secó las lágrimas y se recompuso. Sabía que tenía que mantenerse fuerte y enfocado en su objetivo. Su misión de desenmascarar los engaños y proteger a su familia era ahora más importante que nunca.

Con una última caricia a su vientre, Diluc se preparó para continuar su travesía en Liyue. Sabía que el mundo aún no podía ver el crecimiento de su pancita, pero él lo sentía profundamente y eso era suficiente. Con amor y determinación, caminaría hacia el futuro con su hijo a su lado, esperando un mañana lleno de promesas y felicidad.

Decidió que necesitaba un momento de tranquilidad y reflexión, así que se dirigió al Estanque Luhua, un lugar sereno y hermoso en las afueras de la ciudad. Mientras caminaba por los senderos que rodeaban el estanque, el suave aroma de las flores Chinxing en el aire lo envolvió, llenándolo de calma y paz. Llegó a la orilla del estanque, donde se sentó en el césped, se sacó las botas y metió los pies en el agua fresca.

-¿Puedes sentirlo, pequeño?-, murmuró Diluc con una sonrisa mientras dejaba que el agua acariciara su piel. -El agua fresca y el suave viento de Liyue. Todo esto es tuyo también.-

Miró hacia el horizonte, donde el sol comenzaba a ponerse en una explosión de colores cálidos y dorados. Suspiró profundamente, sintiendo la calma del entorno llenar su corazón. -Estoy seguro de que te gustaría este lugar. Un lugar de paz y serenidad.-

Se inclinó hacia adelante, apoyando sus manos en la hierba húmeda, y cerró los ojos por un momento. -Kaeya…-, susurró en voz baja, su voz cargada de un anhelo profundo. -Ojalá pudieras estar aquí conmigo, compartiendo este momento.-

Volvió a acariciar su vientre con ternura. -Pero sé que aunque no puedas estar aquí físicamente, siempre estarás conmigo, y nuestro hijo sabrá cuánto me amaste.-

Diluc permaneció en silencio, con el agua acariciando sus pies y los últimos rayos del sol iluminando su rostro. Sabía que tenía un camino difícil por delante, pero también sabía que tenía un propósito mayor y un motivo para seguir adelante. Cerró los ojos por un momento, imaginando un futuro lleno de esperanza y amor.

Cuando finalmente se puso de pie y volvió a ponerse las botas, lo hizo con determinación renovada. Regresó a la posada con el corazón más ligero, sabiendo que aunque los desafíos eran muchos, tenía un motivo poderoso para enfrentarlos: el latido de amor que crecía dentro de él.

Diluc regresó a la posada con el corazón más ligero, llevando consigo el recuerdo de ese momento de paz en el Estanque Luhua. A medida que caminaba por las calles de Liyue, la gente a su alrededor continuaba con sus quehaceres diarios, ajena a la lucha interna que él enfrentaba. Pero eso estaba bien, porque en ese momento, Diluc tenía una conexión especial que lo guiaba.

Al llegar a su habitación en la posada, se sentó junto a la ventana abierta, permitiendo que la brisa fresca acariciara su rostro. Miró hacia el horizonte, donde el sol se hundía lentamente en el cielo. -Mi pequeño-, murmuró con cariño mientras acariciaba su vientre. -Cada día que pasa, siento más cerca el momento en que finalmente te tendré en mis brazos.-

Imaginó el futuro que le esperaba junto a su hijo. Los momentos compartidos, las risas y los desafíos que enfrentarían juntos. Sabía que no sería fácil, pero estaba dispuesto a hacer todo lo necesario para protegerlo y brindarle un mundo lleno de amor y seguridad.

-Y también habrá un lugar especial en tu vida para tu otro padre-, continuó Diluc en voz baja, su mirada perdida en el horizonte. -Aunque nuestras diferencias nos hayan separado, quiero que sepas que hubo un tiempo en que fuimos más que amigos, fuimos amantes. Y ese amor, a pesar de todo, sigue latente en mi corazón.-

Se levantó de su asiento y se acercó a la cama, donde había colocado una pequeña caja de madera tallada. La abrió con cuidado y sacó un puñado de fotografías. Eran imágenes de él y Kaeya en momentos felices, sonriendo y abrazándose. -Estas son algunas de las memorias que quiero que conozcas-, susurró mientras sostenía las fotos en sus manos. - Son recuerdos de un tiempo en que éramos jóvenes y llenos de sueños, un tiempo que tal vez puedas conocer a través de estas imágenes.-

Diluc colocó las fotografías en la mesita junto a su cama y se acostó, sintiendo el cansancio del día en su cuerpo. Cerró los ojos con la imagen de su hijo en su mente y el suave murmullo de la ciudad de Liyue como canción de cuna. Sabía que tenía un camino por recorrer, pero también sabía que no lo recorrería solo. Con su hijo en su corazón y en sus pensamientos, se dejó llevar por el sueño, listo para enfrentar lo que el mañana le deparaba.


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