Renacer del frío…
Kaeya se encontraba en la sede de los caballeros de Favonius cuando Jean lo llamó para hablar en privado. Sus pasos resonaban en el pasillo mientras se dirigía a la oficina de la Gran Maestra. Jean lo recibió con una expresión seria, pero sus ojos reflejaban comprensión y apoyo.
-Kaeya, tengo una misión importante para ti-, comenzó Jean, su voz tranquila y firme. -Alice, la madre de Klee, dijo que haría un viaje fuera de Mondstadt. Durante su ausencia, me gustaría que cuides de Klee. Sé que esta tarea puede ser desafiante, pero confío en que eres la persona adecuada para esta responsabilidad.-
Las palabras de Jean resonaron en los oídos de Kaeya. La idea de cuidar de Klee, una niña enérgica y llena de vida, le parecía un desafío. Aunque su corazón todavía estaba entrelazado con hilos de tristeza, aceptó la tarea con determinación. Era una oportunidad para llenar su vida con algo más que sus propias preocupaciones.
Jean le dio las instrucciones necesarias y le aseguró que no estaría solo en esta misión. -Muchos de los caballeros están dispuestos a ayudarte, Kaeya. Pero recuerda, cuidar de Klee no solo significa estar atento a su seguridad física, sino también a su bienestar emocional. Sé que es una tarea difícil, pero confío en ti.-
Después de su conversación con Jean, Kaeya se dirigió hacia la salida de la sede de los caballeros de Favonius, donde encontraría a Klee. El viento frío le azotaba el rostro mientras caminaba, pero algo dentro de él se sentía diferente. A medida que se acercaba a su destino, un sentimiento de anticipación y nerviosismo se apoderaba de él.
Al llegar al cruzar la puerta, Kaeya encontró a Klee jugando alegremente con otros niños. Su risa y sus gritos llenaban el aire, creando una atmósfera cálida y viva en medio del invierno. Kaeya se quedó observándola durante un momento antes de acercarse con una sonrisa.
-Klee, ¿te acuerdas de mí?-, preguntó con suavidad.
La niña levantó la mirada y sus ojos se iluminaron al verlo. -¡Sí, claro! Tú eres el caballero que mamá conoció.-
Kaeya se agachó a su nivel y le ofreció una sonrisa amable. -Así es. Jean me ha pedido que cuide de ti mientras tu mamá está fuera. ¿Te gustaría pasar tiempo juntos?-
La respuesta de Klee fue un entusiasta asentimiento y una sonrisa radiante. Ese día, y en los siguientes, Kaeya y Klee compartieron momentos llenos de risas y juegos. La niña parecía irradiar una energía inagotable, y Kaeya se encontraba cada vez más sumido en su mundo de inocencia y alegría.
A medida que pasaban los días, Kaeya notó cómo el ambiente a su alrededor comenzaba a cambiar. Las risas de Klee y su entusiasmo eran como un bálsamo para su alma herida. A medida que pasaban tiempo juntos, Kaeya comenzó a experimentar momentos de felicidad genuina. Sus conversaciones, sus juegos y sus aventuras llenaban su vida de colores antes desconocidos.
En una ocasión, decidieron cocinar juntos en la cocina de la sede de los caballeros. Aunque los resultados no fueron exactamente los esperados, las risas y el caos compartido les unieron aún más. En otra ocasión, decidieron ir a pescar en el lago cercano. Klee se emocionó tanto que la pesca se convirtió en un concurso de risas y bromas.
Un día, mientras paseaban por las calles de Mondstadt, Klee detuvo su paso frente a la casa de Kaeya. Miró la fachada con curiosidad y luego volvió su mirada inquisitiva hacia él.
-¿Esta es tu casa, Kaeya?- preguntó, sus ojos llenos de interés.
Kaeya asintió, sintiendo un nudo en la garganta mientras miraba su hogar. -Sí, es mi casa.-
Klee sonrió y le dio un suave golpecito en el brazo. -¡Entonces deberíamos entrar y ver cómo es!-
Kaeya no pudo evitar reír ante la emoción de la niña. Juntos entraron en la casa y Klee miró a su alrededor con curiosidad. Se detuvo frente a una pequeña caja que estaba sobre una mesa, sus ojos brillando de curiosidad.
-¿Qué es eso?- preguntó Klee, señalando la caja.
Kaeya se acercó y recogió la caja con cuidado. -Es una caja de recuerdos-, respondió con una sonrisa suave. -Tiene fotos y cosas especiales.-
Klee pareció intrigada y curiosa. -¿Puedo ver?-
Kaeya asintió y abrió la caja. En su interior, había varias fotos, algunas cartas y recuerdos que habían compartido. Klee miró con atención cada imagen, pero se detuvo en una en particular. En ella, había una imagen de Diluc y Kaeya, ambos sonriendo y abrazados.
-¿Quién es este?- preguntó Klee, señalando a Diluc en la foto.
Kaeya miró la imagen y una sonrisa triste se dibujó en sus labios. -Es alguien muy especial para mí. Solía ser mi compañero de vida-
Klee miró a Kaeya con curiosidad. -¿Por qué parece que estás triste cuando hablas de él?-
Kaeya suspiró suavemente. -Es complicado, Klee. A veces, las cosas cambian entre las personas y se vuelven difíciles. Pero aún así, él siempre será alguien importante en mi vida.-
Klee pareció contemplativa por un momento antes de asentir con seriedad. -Entonces, si te hace sentir triste, ¿por qué no le dices cómo te sientes?-
Las palabras de Klee resonaron en el corazón de Kaeya. Miró a la niña con sorpresa y admiración. Aunque era joven, sus palabras tenían una sabiduría sorprendente. Y en ese momento, Kaeya se dio cuenta de que había estado evitando enfrentar sus sentimientos de tristeza y dolor.
-Creo que tienes razón, Klee-, murmuró Kaeya con gratitud. -A veces, enfrentar nuestros sentimientos es lo más valiente que podemos hacer.-
A medida que los días pasaban, Kaeya continuó cuidando de Klee y compartiendo momentos especiales con ella. Su compañía y su sabiduría infantil eran como un bálsamo para su alma herida. A través de su relación con Klee, Kaeya comenzó a sanar, a aceptar su pasado y a permitirse encontrar alegría en el presente.
Los días de invierno cedieron paso a la primavera, y con ella, el cambio que había comenzado en Kaeya se hizo más evidente. La tristeza que una vez lo consumía había sido reemplazada por una renovada esperanza y un sentido de propósito. A medida que florecían las flores en Mondstadt, también florecía algo dentro de Kaeya.
Y aunque el camino hacia la curación todavía tenía sus desafíos, Kaeya sabía que no estaba solo. Tenía a Klee a su lado, una luz que le recordaba que la vida podía ser hermosa incluso después de la oscuridad.
.

ESTÁS LEYENDO
|Verdades congeladas|
Fanfiction"Verdades Congeladas" Diluc y Kaeya mantienen una relación secreta y apasionada. Sin embargo, el destino les tiene preparado un giro inesperado. El día en que Diluc planea revelarle a Kaeya que está embarazado, su padre fallece trágicamente en una b...