𝑝𝑟𝑜́𝑙𝑜𝑔𝑜

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"I'd give you my sunshine, give you my best.
But the rain is always gonna come if you're standing with me."


Dorothea despertó aquella mañana con la llamada de una de las directoras del departamento espacio-temporal de la federación intergaláctica. Eran apenas las 5:30 cuando su delgado aparato telefónico vibró y mostró un holograma con el logo de la federación. Al abrir los ojos, la mujer se levantó de un respingo. Se apresuró a contestar, consciente de que no recibiría llamadas de ese canal a no ser que fuera una emergencia.

—Dorothea Winter — haciendo su mejor esfuerzo para aclarar su voz, se sentó en la orilla de la cama y sostuvo con fuerza el teléfono.

Al otro lado de la línea, aquella voz robótica que ya conocía se coló por sus tímpanos.

—Este mensaje ha sido pregrabado, por favor, escuche con atención.

Pasaron unos segundos de silencio en los que Dorothea podía sentir su corazón palpitar fuertemente.

—El departamento espacio-temporal de la Federación Intergaláctica de la nave Endurance solicita su presencia en la torre central en 30 minutos.

"¿La torre central...?"

—La dirección le pide que mantenga esta reunión en secreto. El propósito de la misma es sumamente confidencial. De no seguir las instrucciones de este mensaje, el destinatario se atiene a las reglas firmadas en el contrato de Restauradores y Guardianes del tiempo y a las leyes de la Constitución Federal Intergaláctica.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Winter. Sus ojos azules se cristalizaron ante el temor de haber cometido el peor error de su vida.

Su departamento no estaba lejos de la torre central, por lo que le pareció extraño que la federación le diera 30 minutos para llegar a aquella reunión imprevista. Se acercó a la ventana de su habitación y corrió las cortinas blancas; afuera todo lucía extrañamente perfecto.

Aparentemente tenía tiempo de sobra, sin embargo, se apresuró a cambiarse y llegó a la cita 10 minutos antes. Sacó su identificación y la pasó por el escáner de la puerta principal, adentrándose en las oficinas. Faltaba al menos una hora para que comenzaran a llegar los trabajadores, así que el lugar estaba sombríamente vacío. Dorothea asumió que la reunión tendría lugar en el último piso, donde solían establecerse las directoras. Le tomó menos de 3 segundos llegar al vigésimo piso en el elevador de cristal que acostumbraba disfrutar, pero esa mañana... algo se sentía fuera de lugar.

Las puertas del elevador se abrieron suavemente, haciendo el menor ruido. La recibió una sala que parecía un juzgado con muebles de color blanco y torres altas que sostenían el techo. Frente a ella, las 3 directoras de la Federación estaban sentadas en la tribuna principal, como si fueran las juezas y Dorothea estuviera a punto de ser declarada culpable por un delito mayor.

Un delito imperdonable.

Las directoras cubrían su apariencia con largas capas blancas. Y sus voces, distorsionadas, hacían eco en las paredes blancas de la sala. Confundida, Dorothea no se atrevió a hablar, en su lugar, decidió entrar en la sala caminando recto hacia la alta tribuna. Miró a su alrededor, sintiendo que no estaba sola.

—Dorothea Winter — habló una de las directoras, pero la mujer no pudo distinguir cuál —, haz defraudado a la federación.
—Haz roto más de 3 leyes de la Constitución y tu comportamiento va en contra de todo lo establecido en el contrato que firmaste hace 12 años.

Dorothea quiso hablar, pero ya no había nada que decir. Ella sabía perfectamente que ese día llegaría.

—Este hombre es el culpable de tus delitos contra la federación — la directora sentada en el centro señaló a su izquierda, donde dos guardias sostenían al hombre del que Dorothea se había enamorado en su última misión. Ella lo miró y su expresión se tornó rápidamente en una de pánico puro. Él tenía los ojos y la boca cubiertos, no se movía, y ni siquiera parecía hacer el esfuerzo de liberarse.
—¿Qué... — sollozó — qué hace él... aquí?

Era imposible. Un hombre del planeta tierra no podía estar pisando la nave Endurance. Dorothea sabía que por sus errores la iban a destituir de su cargo, del puesto que le había tomado más de 10 años obtener. Sin embargo, eso no significaba nada para ella.

—Serás removida de tu puesto como Guardiana y desterrada a un planeta aleatorio en una galaxia perdida. Este humano tiene conocimientos sobre la federación, por lo que será juzgado como intruso y asesinado en...

Fue como si palabras de la directora fueran bajando su volumen. Dorothea ya no podía escucharlas.

—No pueden — reaccionó para gritar —. ¡No pueden matarlo!

Hubo un pequeño silencio.

—Yo... pagaré por las faltas a la federación. ¡Él no ha hecho nada!
—No devolveremos a un humano como él al planeta tierra. En otras palabras, no dejaremos cabos sueltos.
—¡No!

Dorothea quiso correr hacia él, pero la detuvieron otros dos guardias. Ella forcejeó y profirió un grito desgarrador.

—Mátenme a mí sí hace falta... pero déjenlo ir.
—No se trata de eso, Winter.

Ella lo sabía, pero necesitaba salvarlo. Él era todo lo que amaba. Todo lo que la hacía sentir viva.

—Por favor... — rogaba entre lágrimas — renunciaré.

El cuerpo de aquel hombre se movió por primera vez. Comenzó a forcejear y se oyeron sus gritos, hasta que uno de los guardias lo golpeó para silenciarlo.

Dorothea posó su puño sobre su corazón.

—Yo, Dorothea Winter, renuncio a mis memorias.

El hombre que amaba se retorcía y lloraba como nunca al escucharla decir esas palabras.

—Dorothea, esto significa que ambos perderán los recuerdos de todo lo que haya pasado entre ustedes para siempre. Y aun así perderás tu puesto.
—Eso no importa — respondió la de ojos azules —. Solo quiero que lo dejen vivir.

Dorothea bajó la mirada hacia su vientre.

"Aún hay un hilo invisible que nos unirá por siempre", pensó para sí.

—Dorothea Winters, la Federación Intergaláctica te destituye oficialmente de tu puesto como Guardiana.

𝐆𝐔𝐀𝐑𝐃𝐈𝐀𝐍𝐀 𝐃𝐄𝐋 𝐓𝐈𝐄𝐌𝐏𝐎 ; 𝐀𝐫𝐦𝐢𝐧 𝐀𝐫𝐥𝐞𝐫𝐭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora