Cap. 31.- El enfrentamiento final

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Wen KeXing se acercó a Jing Beiyuan. Si bien su opinión del hombre había mejorado considerablemente, todavía le tenía un cierto desagrado proveniente de los celos que su cercanía con Zhou ZiShu le habían producido.

—Señor Séptimo, le traigo noticias —dijo.

—¿Hay novedades sobre los chicos? —preguntó Jing Beiyuan.

—Sí, pero no de los chicos que esperamos. Nie HuaiSang ha cumplido sus instrucciones. Acaba de llegar junto al bruto de su hermano.

Jing Beiyuan sonrió. Nie MingJue había organizado una escaramuza contra los Wen, atacando directamente Ciudad sin Noche sin tener idea de lo que se iba a encontrar allí. Claramente aquello había sido un fracaso rotundo, sus hombres habían muerto y él había sido hecho prisionero. Qinghe Nie era uno de los bastiones más fuertes que tenían, por lo recuperar al líder se convirtió en una prioridad. Lo sorprendente fue ver a Nie HuaiSang ofrecerse voluntario para rescatar a su hermano mayor; y Jing Beiyuan constató con satisfacción que ese niño tenía una habilidad para la estrategia similar a la suya. Así fue como logró infiltrarse en la fortaleza de los Wen, junto a los hermanos Jin y los discípulos principales de la secta Huanyue, rescatando a Nie MingJue y, al mismo tiempo, logrando obtener los últimos detalles que necesitaban para organizar la ofensiva.

Sin embargo, esta victoria no eclipsaba la preocupación que lo embargaba por sus niños desaparecidos. Se había encariñado con Wei Ying, Xue Yang y Mo XuanYu, además de que le preocupaban Zhang Chengling, Lu Ta y Bai Qing, de quienes no tenía noticias desde hacía días. Zhou ZiShu apareció, temiendo que su amigo y su pareja se estuvieran comiendo con la mirada, y dijo:

—Todo está listo. El Gran Chamán pregunta si necesitas algo más.

Jing Beiyuan miró la ballesta que reposaba a su lado, y un mapa del campamento donde había señalado las diferentes trampas dispuestas alrededor del mismo. Recordó que Jiang YanLi y Bing Xin se habían presentado, junto con los hermanos menores de Shen Qiao, Yuan Ying y Gu Hengbo, todos dispuestos a proteger el lugar.

—Dile a Wu Xi que se cuide, o yo mismo bajaré al inframundo para traerlo de vuelta —dijo. Después de seis vidas, estaba familiarizado con el inframundo.

—Se lo diré. Lao Wen, vamos.

Wen KeXing asintió, alejándose junto a Zhou ZiShu. Había llegado la hora de dar el golpe final a las huestes de Wen RuoHan.

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Las fuerzas conjuntas de Qinghe Nie, Yunmeng Jiang, Gusu Lan, Lanling Jin y el ejército de Nanjiang marcharon juntas a Qishan Wen. En la entrada a la ciudad, se encontraron con la primera defensa de Wen RuoHan: una gran cantidad de muertos vivientes, revividos con magia demoníaca, todos pertenecientes a prisioneros y fallecidos de ataques anteriores. Para los combatientes, fue un shock terrible ver a sus antiguos camaradas convertidos en cascarones, al servicio del hombre que les había quitado la vida y ahora les quitaba la dignidad; apresando sus almas dentro de sus cuerpos como motor de energía.

Para los presentes, era algo nunca antes visto.

—¿Cómo vamos a combatir esto? —dijo uno de los cultivadores de Gusu Lan, impactado por lo que veía.

—No se inquieten —dijo Shen Qiao—. Sigan adelante.

El grupo se acercaba cada vez más, aproximándose al grupo de cadáveres, los cuales comenzaron a moverse con velocidad pasmosa, atacando a sus enemigos. En ese momento, Wu Xi se interpuso entre ellos agitando su báculo, el arma mágica que llevaba consigo; este movimiento provocó que los cadáveres anduvieran con una lentitud pasmosa, eliminando todo aquello que los hacía peligrosos.

—¡No se detengan! —exclamó el Gran Chamán—. ¡Denle a sus camaradas la dignidad de la muerte!

Para sorpresa de los demás, una flecha surcó el aire, atravesando de golpe una hilera de cadáveres errantes, y los atravesó con un solo tiro; desvaneciéndolos a todos. Bai Qing, acompañada por la secta Hehuan, se había unido finalmente a la batalla. Estaba segura de que en Ciudad sin Noche podría encontrar el paradero de su hermano y sus amigos, así tuviera que enfrentarse al mismísimo Wen RuoHan.

Y, para el absoluto pasmo de todos los presentes, Xie Lian, Mu Qing y Pei Ming se unieron a ellos, lo cual elevó los ánimos de todos los presentes. ¡Tres de los dioses marciales más fuertes se habían presentado para ayudar! Ya no había forma de que temieran las artes malvadas de los Wen.

Las huestes de la alianza comenzaron a atacar, aprovechando el hechizo de debilidad del Gran Chamán para atacar a aquellos cuerpos, otorgando el descanso eterno a sus amigos, hermanos, amantes, reintegrando sus almas al ciclo de reencarnación. Fue cuestión de tiempo para que Wen RuoHan apareciera, con sus dos hijos como comandantes, al frente de su propio ejército.

Fue entonces que comenzó la verdadera batalla.

Una segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora