Extra 5: Un atardecer para dos

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En la residencia de la secta Wuliang, se escucha el sonido combinado de un dizi y un guqin. Afuera, algunos discípulos curiosos se detenían para escuchar antes de ser regañados por sus superiores para que siguieran con sus ocupaciones.

Dentro, Wei Ying y Lan WangJi tocaban para Song Chungui, que se había convertido en el líder de la secta tras la muerte de Li Buyu y su hijo. Dado que al joven le habían arrancado su núcleo dorado abruptamente y estaba cultivando para formarlo nuevamente, sus dos acompañantes se habían ofrecido para ayudarle. Al terminar la melodía, Wei Ying se acercó y preguntó:

—¿Me permitiría ver su herida, maestro Song?

—Adelante —dijo Song Chungui.

Con cuidado, Wei Ying apartó las túnicas de Song Chungui dejando su pecho al descubierto. Dado que había sido atacado por un fantasma, había energía demoníaca alrededor de ésta, y Wei Ying constató con alegría que el cultivo musical estaba funcionando: los bordes de la cicatriz estaban menos ennegrecidos y las venas negras que solían cubrir la piel pálida estaban remitiendo.

—Es probable que con unas cuantas sesiones más la energía demoníaca de Hong Wang se haya purgado de su cuerpo —dijo, volviendo a acomodarle la ropa—. Aunque, le reitero que sería más sencillo si me dejara llevarlo a la Ciudad Fantasma.

—Se lo agradezco, maestro Wei —dijo Song Chungui, con un tono que indicaba familiaridad, pero que no iba a cambiar de opinión—. Pero deseo seguir como hasta ahora. Temo que cualquier cosa proveniente de fantasmas no tendría buen recibimiento.

Song Chungui lo había dicho con tacto, pero aún así Wei Ying se sintió ofendido. Le molestaba el que alguien osara insinuar que Hua Cheng haría algo como lo que hizo Jiang Qulian, pero tampoco iba a perder el tiempo con los prejuicios tontos de esas basuras inútiles. Además, lo que pensara la gente de las Llanuras Centrales no le importaba, no venía demasiado a menudo como para preocuparse realmente.

—Muy bien. Me imagino que querrá hablar a solas con Hanguang-Jun, así que los dejo.

Wei Ying salió de la habitación. Pudo ver con el rabillo del ojo como Lan WangJi le dirigía una mirada de soslayo, y se congratuló de notar algo de pena en esos ojos ambarinos suyos. En su vida anterior, había sido incapaz de detectar algo en su mirada hasta después de muchos años juntos y se alegró de ser capaz de detectarlos ahora.

Si algo bueno le había dejado recuperar sus recuerdos, había sido eso.

El joven se dirigió a la plataforma Bagua, por motivos de investigación. Había escuchado que habían sellado un cadáver allí abajo, y aunque ya no estaba, los conjuros que usaron seguían allí y él quería estudiarlos. Tenía la autorización de Song Chungui, así que nadie lo molestó cuando se internó bajo el lugar y comenzó a husmear tranquilamente, analizando los conjuros desdibujados que encontraba y los calcaba para estudiarlos más profundamente después.

Su mente pensó en cómo podría mejorarlos para usarlos contra otros fantasmas. Usaría el cultivo demoníaco para atacar a otros cultivadores demoníacos y a fantasmas de todo tipo que causaran daño a las personas. Para cuando salió de la cueva, Lan WangJi lo estaba esperando.

—¡Lan Zhan! —exclamó, saltando encima de él para darle un abrazo—. Vayamos a Lanxi.

Y sin esperar respuesta, lo jaló fuera de la secta Wuliang para pasear por la ciudad. Wei Ying fue de un lado a otro con Lan WangJi a su lado, y finalmente, justo al atardecer, se detuvieron en un muelle que habían visto de paso. Wei Ying volteó hacia Lan WangJi y le dio una cajita.

—Te compré algo. Ábrelo.

Lan WangJi tomó la caja y la abrió, encontrándose con una peineta de color negro, con flores rojas y mariposas plateadas. El joven volteó con sorpresa, solo para que el chico frente a él le diera un beso en los labios, dubitativo, esperando el rechazo que nunca llegó.

—Te quiero —dijo Wei Ying—. Te amo. Deseo pasar el resto de mi vida a tu lado, no quiero a nadie más. No deseo a nadie más. Te juro por el cielo, la tierra, y mi corazón, que estoy hablando en serio.

—Wei Ying... —dijo Lan Zhan—. Yo...

Las palabras no salieron de sus labios, por lo que decidió actuar, devolviendo el beso que había sido robado anteriormente. Wei Ying correspondió el gesto con alegría, envolviendo los brazos en el cuello de Lan WangJi, y la luz del atardecer los envolvió mientras el sol se ocultaba.

Una segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora