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Tom

No tengo idea de cuantas horas habían pasado. El sol comenzaba a esconderse, y mis pies a doler.

—Tom, joder.— espetó Christen— Estoy cansada. Llevamos todo el día recorriendo joyerías.

—Será la última, lo prometo.— recorrí todo el centro comercial con mi mirada, intentado encontrar a lo lejos la última joyería que visitaría. Al menos por hoy— En ningún maldito lugar tienen rubíes ni plata.

—Dios... No recordaba lo persistente que puedes llegar a ser.— caminaba con pesades, mirando de mala manera todo su alrededor.

—Debe ser perfecto, Chris.— le dí una última mirada a la rubia antes de adentrarme en la joyería.

—Tu limitate a observar los anillos y escoger uno de una maldita vez.— se adelantó hasta llegar con una de las trabajadoras, dió rápidamente las instrucciones de todo lo que buscaba en el anillo.

Había únicamente tres anillos que aparentemente cumplían con mis peticiones. Estaba impaciente por tenerlos frente a mí de una vez por todas. Me sentía casi tan irritado como Christen, esta era la tercera vez en la semana que salíamos en busca del anillo, Megan comenzaba a molestarse conmigo por lo mismo.

Mi mirada se fijó en un precioso anillo plateado, adornado con un rubí que captaba toda la atención, y alrededor, varios diamantes incrustados. Simplemente el anillo perfecto.

—¡Este!— señalé la caja que aún seguía en las manos de la trabajadora.

—¡No me jodas!— La rubia me miró con indignación. Su reacción género varias risas en algunas de las personas que nos rodeaban— Me hubieras hecho caso, de ser así habríamos venido aquí desde el principio ¡Joder!— relajó su rostro al notar mi sonrisa— No sé por qué eres mi amigo.

—Callate, Christen.— empujé suavemente su hombro con el mío— Mira el anillo, es simplemente perfecto. Mucho más lindo del que te dió Chase.— suspiró cansada, caminó directo hacia la caja registradora, mirándome desde allí impaciente por irnos de una vez por todas.

Caminábamos de regreso al estacionamiento, mi mirada estaba fija en el hermoso anillo que sostenía entre mis manos. Estaba seguro que a Megan le encantaría, sobre todo porque seguía completamente nuestra historia. Los rubíes se habían vuelto nuestra marca personal, algo propio de nosotros dos.

—¿Lo llevarás a casa?— preguntó la rubia mientras acomodaba su cuerpo sobre el asiento del copiloto.

—No puedo hacer eso.— fruncí los labios. Ni siquiera había pensado en eso ¿Dónde carajos dejaría el anillo?— No puedo dejarlo con Bill, él le cuenta absolutamente todo a Megan, y Georg no lo cuidaría bien.

—¿Y Gustav?

—Vive con Tessa, si ella lo descubre saldrá corriendo a contarle a Megan o terminará contandoselo inconcientemente.

—Te aseguro que si no tuviera que volver a Alemania lo guardaría con mi vida...— miró a su costado, murmurando cosas para sí misma, intentando encontrar una solución— ¿Y Alondra? Ella es muy cuidadosa con sus joyas y esas cosas.

Alondra era mi única opción, pero también podría ser la peor si Megan llegase a enterarse de que dejé su anillo de compromiso en manos de una de las personas que más detesta. Sería como dejarlo en manos de Lisa. Un caos total.

—Podría dárselo yo.— comentó nuevamente— O le pediré a Chase que lo haga, así no habrán inconvenientes.

—Megan me mataría...— dentro de mí sabía que terminaría aceptando de todas formas.

𝐀𝐃𝐃𝐈𝐂𝐓𝐄𝐃 𝐓𝐎 𝐘𝐎𝐔 | 𝘛𝘰𝘮 𝘒𝘢𝘶𝘭𝘪𝘵𝘻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora