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- Umm, gracias, supongo...- el 'supongo' lo dije susurrando.

Mi incomodidad era notoria, no sabia que podía esperarme del Alto Rey.

El iba un poco más arreglado que normalmente, tenía puesta una camisa con una corbata un poco suelta.

A mí me encanta como se veían las personas con las corbatas de esa forma, al igual que con camisas, chaqueta, etc... simplemente, me encantaba.
Pero eso no iba a permitir que dejase que hiciese lo que quiera conmigo, me iba a negar lo máximo posible, incluso a lo mejor consigo llegar a algún acuerdo para estar libre.

Pensé en hacerle alguna pregunta o comenzar alguna conversación para ver si afianzando nuestra relación consigo lo que quiero.

- Amm... ¿cómo es que sabes tanto de mí?- pregunté después de mirarle a los ojos.

Me daba muchísima curiosidad lo que vaya a responder.

El chico apoyó los codos en la mesa, inclinándose un poco hacia mí.

- ¿Sabes? Cada diez años se abre un portal desde aquí hasta el mundo humano, dando permiso a cualquier persona. Y yo, al ser el que tiene el máximo poder en este pequeño mundo puedo ver a través de los portales.- termina de decir dando un trago a su copa de vino.

Entonces, yo no he sido elegida por algo en específico, sino que fue al azar. Interesante.

El Rey dejó otra vez su copa en la mesa.

- Normalmente no me intereso en ver a través de los portales, pero hace unos días tuve la idea de traer humanos. Ya que me aburría siempre lo mismo, la gente aquí es normal, es buena y no hace nada interesante, además, quiero ver la reacción que tengan al ver otras razas.

Llegó la comida a la mesa.

Por lo visto, el gran porcentaje de personas en este mundo, no saben sobre los humanos. Supongo que solo lo sabrán las personas a las que les interesa mucho leer e informarse.

- Creé este pequeño mundo de personas medio animales por aburrimiento, y porque quería gobernar algo, tener el máximo poder, que me respetasen.

- ¿Esto lo creaste tú?- pregunté con curiosidad.

Probé la comida que se encontraba enfrente mía.

- Correcto.

- ¿Y cómo?

El hombre rió.

- Magia, cariño. Hay muchas cosas que no sabes aún. Aunque en el mundo humano no existe "magia" como tal, aquí hay todo un abanico de cosas.

- Pero, ¿las personas que viven aquí son reales?- pregunté preocupada al pensar que tal vez me estaba empezando a gustar una persona que es de mentira.

- Claro que sí, yo los creé. Ellos pueden incluso pasar al mundo humano si quisieran, pero obviamente, no saben cómo.

Inconscientemente, lo primero que se me pasó por la mente fue en que puedo llevar a Kirishima a mi mundo y que vivamos bien ahí.

Pero, ¿¡en qué estoy pensando!?
Sacudí mi cabeza para despejar mi imaginación de esas cosas.

- Y bueno, ya que solo un portal se abre después de diez años y puede pasar una persona, tengo que tener hijos. Porque no me pienso esperar diez años para que venga solo UNA persona.

- Y... ¿qué hiciste con los humanos que pasaron estos años atrás?

- Los decapitábamos.

Pero...

Pobres personas, no se lo merecían para nada.

- ¡Ah, por cierto! ¿Me podrías abrir las puertas del balcón? Es que me gusta mucho estar al aire libre, y me agobia estar tanto tiempo encerrada sin poder siquiera salir a la puerta de mi habitación, ya que la cerráis con llave...- dije acordándome de que podría ingeniar algún plan de escape si llega a acceder a abrirme el balcón.

- Lo siento, amor mío, pero eso no va a pasar. ¿Piensas que soy tonto?

- ¿Puedes parar de llamarme así, como si fuese tuya?

- Es que lo eres.

- No.

- Acabarás admitiendo que eres mía con el paso del tiempo.

Puse cara de asco.

Ni de coña iba a pasar eso.

- También rogarás para que te la meta.- dijo relamiéndose los labios.

Me eché hacia atrás al escucharle. Me recordó a a mi jefe viejo verde.

Me quería levantar, pero no quería montar un numerito, porque seguramente no me dejaría en paz.

Miraba hacia mi plato a medio comer incómoda.

De repente, llegó un guardia y se acercó a nosotros.

- Señor, ya ha llegado el médico para ver la calidad de sus espermatozoides.- dijo el guardia.

Me sorprendió lo que escuché.

- Perfecto.- contestó el Rey sonriente. - Perdóname cariño, pero tengo que ir a ver si tengo que explotarte sexualmente para tener hijos o no.- dijo mientras se levantaba de su asiento sin borrar todavía su sonrisa y mirándome a los ojos.

¿Pero qué cojones? Que puto miedo. 

No pude evitar mirarle con cara asustada. Estaba deseando poder levantarme de ese lugar, preferiría estar encerrada todo el día en mi habitación.

En cuanto dejé de verle en la sala me levanté corriendo para dirigirme a mi aposento.

Pero sin querer choqué con alguien, un guardia.

- ¿A dónde iba, señorita?

- E-eh... a mi habitación.

Supongo que si le digo la verdad no me reprochará, ¿no?

- Lo sentimos, pero el Alto Rey dijo estrictamente de que a partir de hoy se instalará en su habitación.

¿P-PERDÓN? ¡Esto tiene que ser algún tipo de broma, por favor!

- B-bueno, pues... me gustaría cambiarme d-de ropa.

- Bien, le escoltaré.

¡Perfecto!

Espero que la suerte esté de mi parte, estoy súper desesperada. Me quiero ir de aquí ¡YA!

Prefiero mil veces vivir en el bosque muerta de hambre que aquí.

···

Al llegar a mi habitación el guardia cerró la puerta con llave en cuanto entré.

No tardé ni un segundo en dirigirme a aquellas puertas que daban al balcón.

Traqueteé el manillar de la puerta para comprobar que aún seguía con llave.

¿Funcionará si pongo algún tipo de plástico liso entre medio de las puertas y se abrirá como en las películas?

Miré a mi alrededor por si veía cualquier cosa con la que se me ocurriese algo.

A simple vista habían: una maceta, un pañuelo, tacones y un marco con una foto de él.

¿Y si rompo el marco y saco su foto? Tal vez sea dura y puede que consiga abrir las puertas.

Rompí el marco dándole un puñetazo con el pañuelo alrededor de mi puño.

Me hice un poco de daño, pero me daba igual, solo quería salir de aquí.

Al tocar su foto comprobé de que no era dura. Era simplemente papel. Pero al darme ese disgusto se me ocurrió otra idea al ver mi puño protegido por el pañuelo.

Fui hacia las puertas del balcón que tenía la mayor parte de estas cristal. Y sin pensármelo dos veces le di un puñetazo fuerte a los cristales, provocando la rotura de ellos.

¡Joder, que bien!

Y salté a través de aquellos cristales.

Continuará...

TRAS LA LUZ | Kirishima EijiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora