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Me desperté al día siguiente, recordando lo sucedido del día anterior.

Sentí unas manos rodeándome la cintura por detrás. Giré mi cuerpo para observarlo.

Ahí estaba, durmiendo con una cara de ángel que contrastaba con su personalidad.

Me levanté, seguido de un ruido procedente de mi estómago que decía a gritos que tenía hambre.

Fui al salón, intentando despejarme un poco del sueño. Y por la ventana se podía observar el amanecer, era precioso.

No había comida en la cabaña, y pensando de dónde podía conseguirla opté por salir afuera para ver si había alguna fruta o algo que sea comestible.

•••

Busqué al rededor de 20 minutos, estaba cansada y con mucha hambre, encontré solo algunas bayas, pero no quería comermelas por si eran venenosas, así que me las guardé en el bolsillo para preguntarle a Kirishima cuando se despierte.

Entré a la cabaña y dejé todas las bayas en la mesa del salón.

Salí otra vez, decidida a relajarme debajo de la cascada del precioso río que había al lado de esta.

Me quité toda la ropa al lado de la orilla, teniendo cuidado con que no se cayera. Y me metí en el agua, dirigiéndome hacia la cascada para sentir esa agua cayendo fuertemente sobre mis hombros, provocándome satisfacción.

En cuanto llegué, cerré los ojos, fundiendome en una relajación inexplicable.

Podía sentir el olor de las plantas, mezclado con el del río. El aire se sentía tan puro, era maravilloso.

Toda esa sensación se esfumó cuando sentí que alguien me estaba observando. Miré hacia todas partes, asustada.

¿Y si era alguien desconocido fuera del grupo de amigos de Kirishima, y venían a matarme?

Y lo encontré, entre los arbustos diferencie unos ojos negros junto a una bola morada al lado del ojo.

Grité, mientras me tapaba como podía con mis brazos y manos.

Mi grito hizo que la persona saliera de su escondite. Era un chico muy bajo con el pelo en forma de bola de color morado, tenía orejas de conejo, con una colita pequeña esponjosa.

- ¡No quería pero, no pude resistirme!- dijo excusandose el pelimorado mientras seguía mirándome con baba cayéndose de su boca abierta.

- ¡Qué cojones, tío, eres un puto pervertido!- escupí con rabia.

¡PAM! Se escuchó un ruido, dirigido de la cabaña. Era Kirishima, que salía corriendo de la puerta de esta, debido a mi grito.

- ¿¡Dónde-?! Ah... - calló al darse cuenta de dónde estaba y cómo.

Acto seguido, se fijó en el chico, el cual le miraba a los ojos con cara de preocupación y vergüenza.

- ¡¿Qué has hecho Mineta?!- gritó Kirishima furioso.

- ¡Estaba mirándola, p-pero, tu lo sabes, está muy buena!- respondió.

En ese momento Kirishima fue a donde Mineta a paso rápido, y le agarró de la camiseta haciendo que este se elevara del suelo.

Desde lo lejos, pude ver la cara del pelirrojo. Tenía cara de enfado, y enseñaba sus colmillos, a la vez que arrugaba un poco la nariz, como si un perro estuviera gruñiendo.

- ¡Como vuelvas a hacer algo así, de invadir su privacidad, te mato! ¿Escuchaste?

- ¡S-sí, sí!

Después de esa amenaza por parte del hombre lobo, le soltó, provocando que Mineta se fuera del lugar.

Poco después, el chico se giró para mirarme y disculparse, entonces se fue hacia la cabaña para dejarme ese momento a solas que necesitaba.

Yo, en lugar de quedarme un rato más ahí, en el río para relajarme tras lo sucedido, decidí salir del agua y vestirme.

Pero al salir, recordé que no podía ponerme la ropa con el cuerpo todo mojado, porque no quería ponerme enferma.

Lo cual, para secarme con el calor del sol, me senté en la orilla del río, colocando mis rodillas en el pecho, y dejando mi cabeza relajada sobre estas. Intentaba taparme lo máximo posible.

•••

Después de a saber cuántos minutos, empecé a sentirme lo suficientemente seca como para poder ponerme ya la ropa.

Me vestí, y fui directa hacia la cabaña. Al entrar, me encontré con el pelirrojo sentado en el sofá con un rubor en las mejillas que le delataban al mirarme con unos ojos de cachorro.

No pude evitar mirar hacia otro lado sonrojándome también.

- Perdón... - dijo Kirishima.

- No, tranquilo, si me has ayudado en realidad, así que, gracias.- dije mientras le miraba a los ojos que provocaban la aceleración de mi corazón.

Sonreímos al unísono, fundiéndonos en una tranquilidad acompañado del piar de los pájaros.

- Van a venir mis amigos dentro de un rato.

- Ahm... vale.- dije. - ¡Por cierto! ¿Sabes si esas bayas son venenosas?- pregunté señalando el montón de frutos que recogí hace más de una hora.

-  Ah, pues, estuve estudiando los frutos que son venenosos, y cuales no, los que son más sanos, etc.- respondió al girarse para ver aquellas bayas.

Se levantó, y fue directo hacia ellas, cogiendo una para observarla con más detalle.

- Son las que más llaman la atención, por su hermoso color, pero en realidad, son las más  venenosas.- dijo mirando la baya que sostenía con su mano.

- Oh, pues menos mal que no me la comí.- dije sorprendida por su conocimiento.

- Puedo ir a por algo de comida si quieres.- dijo el pelirrojo.

-No, no te preocupes...- en cuanto dije esas palabras, mi estómago respondió sinceramente rugiendo como un monstruo.

Kirishima rió ante la vergüenza que sentía en aquel momento, a la vez que por ese rugido que delataba que tenía mucha hambre.

- Tranquila, no es un problema ir por comida.- dijo dirigiéndose hacia la puerta. - No tardaré mucho, ten cuidado.

- Lo tendré. - contesté mirándole.

Acto seguido, se fue, cerrando la puerta tras de sí.

¿Iba a cazar o a coger algún tipo de fruta?
De todas formas, no importaba qué cosa traería, ya que me lo iba a comer conforme lo viese.

- ¿Hola?

Escuché a alguien hablar. No reconocía aquella voz, por lo que suponía que no eran los amigos de Kirishima.

¿Era alguien que venía a matarme porque me había visto? ¿Le abro? ¿Y si es amistosa? ¿Debería esconderme?

Un montón de preguntas rondaban por mi mente. No sabía que hacer.

Continuará...

TRAS LA LUZ | Kirishima EijiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora