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Sentía pánico, si Eijirō llegase a morir no tendría sentido ser la Reina de este lugar.

Toqué su pecho y cuello en busca de pulsaciones.
Con suerte, pude sentir sus latidos, un poco débil, pero al menos seguía vivo.

- ¡Uf! Menos mal.- solté.

Miré hacia mi alrededor para comprobar el estado del resto, hasta ahora, no se me había pasado por la mente. Estaba tan preocupada por Kirishima que no me fijaba en lo que me rodeaba ni en las otras personas.

Eijirō era mi prioridad.

Mientras ponía las manos en su pecho, una haciendo presión en el sangrado, y otra en el corazón para estar cien por cien segura de que seguía latiendo, noté cómo una corriente recorría desde mi pecho hasta las palmas de mis manos.

- ¡Agh!- me quejé por el dolor en el corazón.

Vi otra vez aquella luz celeste en mis manos, poco a poco, la herida paraba de sangrar.

- ¿Cómo?

De repente, no salía ni una gota más.

Curiosa, quité las telas que cubrían la herida. Al retirarlas, no había rastro de ningún agujero, la piel estaba perfectamente sellada. Y noté como las pulsaciones de Eijirō volvían a latir con normalidad.

¿Lo había curado?

Me fijé en su cara para ver si seguía inconsciente, y sí. Así que después de revisar la mayor parte que pude del cuerpo del hombre lobo para comprobar si tenía alguna herida grave, y curarle las heridas menores, fui a mirar cómo estaban los demás.

Poco a poco fui curando cada herida que se pusiera ver sin necesidad de quitar ropa de todos.

•••

Después de unos largos minutos acabé exhausta, cada vez que curaba a alguien me dolía el corazón, y eso me agotaba. También me hacía pensar en la posibilidad de que si usase mucho ese poder, ¿podría morir? Tal vez.

Una vez que descansé lo suficiente para levantarme y seguir con mi futuro, fui hacia la puerta de la habitación y me asomé para ver si había alguien, y si la había, comprobar que no me iba a atacar.

No conseguí ver a nadie. Tenía sentido, porque nos habíamos ocupado de la mayoría de los guardias de esta planta.

Salí en busca de alguien, no sin antes cerrar la puerta bien para que estén todos seguros ahí dentro.

No sabía lo siguiente que iba a pasarle a mi vida, ¿se supone que ahora soy la nueva Reina? ¿Las personas que buscamos para que hagan una manifestación siguen ahí? ¿Están bien aquellas personas? ¿Me harán caso a lo que les diga por haber derrotado al malo de este mundo?

Y la pregunta que me dejó impactada y quieta fue: ¿Esto es un sueño?

Deseaba que esto fuese realidad, necesitaba esta vida, no quería volver a ser la _____ del otro mundo.

Deambulé por los pasillos en busca de personas.

Fui por muchos pasillos, el castillo me parecía enorme y un laberinto. Al final acabé en la entrada de este lugar.

¿Lo malo? Que me había perdido y que ya no sabía en qué sala había dejado a mis amigos.

¿Lo bueno? Que en la entrada habían un montón de guardias.

- Ammm, disculpen...- dije arrimándome poco a poco a ellos pero sin bajar la guardia.

Me miraron todos al oír mi voz, y acto seguido, se inclinaron ante mí.

- ¿Qué...?

Escuché detrás de los guardias jadeos de sorpresa, eran los aldeanos. Obviamente se quedaron sorprendidos al verme con la corona del Alto Rey, soy una humana, y hasta hace poco cualquier existencia de humanidad en este mundo estaba prohibida.

- ¡DÓNDE ESTÁ EL REY!- comenzó a atacarme con palabras un pueblerino.

Me acerqué más a ellos, dándome paso entre los guardias.

- ¡Ahora soy la nueva Reina! ¡El anterior Rey escondía que también era humano! ¡Y me secuestró para obligarme a que tengamos hijos humanos, quería que hubieran problemas en vuestro mundo! ¡Él tomaba esto como un juego con el que entretenerse! ¡Me dijo que sois unas personas súper amables y pacíficas! ¡Derroté al Rey con ayuda de mis amigos para un mundo mejor! ¡Espero que confiéis en mí, porque haré de este un mejor lugar!- Solté un discurso improvisado hacia mis pueblerinos.

Comenzaron a armar bullicio entre ellos, dando sus opiniones.

- En realidad, sospechamos algo con que no era de nuestra raza. Y la verdad, no era el mejor Rey, por eso estamos la mayoría de las personas en la pobreza.- dijo una mujer con ropa desgastada.

- Sí, era extraño que casi nunca se le viese la cara al Alto Rey, y cuando la mostraba se notaba un poco que las orejas eran falsas.- comentó otro.

- Nuestro pueblo necesita muchas reformaciones y mejoras, pero él nunca las hacía.- dijo otra persona.

Sonreí. - ¡Pues espero que confiéis en mí. Porque cumpliré todo lo que esté en mi mano!

Comenzaron a dar gritos de alegría.

- ¡Esa es nuestra Reina! ¡Nosotros somos buena gente, y no te juzgaremos por ser de raza extraña!- gritó uno.

Reí.

- ¡Bien, ya podéis volved a vuestras casas. E informar sobre esto a todas las personas que podáis!- dije.

Y comenzaron a dispersarse. Una vez que no quedaba ni un pueblerino más, me giré hacia los guardias que todavía estaban inclinados ante mí.

- Disculpen... ¿Saben dónde está la sala del trono?

- Claro, mi Reina.- respondió uno que tenía un traje más elaborado, es posible que fuera el capitán. - Por aquí, sígame.

Le seguí hasta aquella sala.

···

Al llegar, todavía estaban inconscientes así que le pregunté. - ¿Podemos llevarlos a habitaciones para que descansen mejor?

- Claro, lo que usted desee.- comenzó a agarrarlos con delicadeza uno a uno y a llevarlos a diferentes habitaciones.

Por lo visto, las habitaciones estaban en el pasillo de al lado.

Cuando agarró al último que quedaba, que era Kirishima, lo acompañé hasta el dormitorio donde lo iba a dejar.

- Gracias.- le agradecí y se inclinó y se marchó, cerrando la puerta tras de sí.

Se veía a Eijiro descansando sobre aquella cama, yo me senté a su lado, apoyando la cabeza en el cabezal de la cama.

- Debería descansar yo también, fue un día duro...- dije para mí mientras cerraba los ojos. - Espero que este sea el comienzo de una mejor vida para todos.- me acomodé para dormir mejor, abrazando al pelirrojo.

Continuará...

TRAS LA LUZ | Kirishima EijiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora