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Al entrar a la cabaña fui directa a la cama. Estaba súper cansada y había sentido muchas cosas en un solo día. Kirishima siguió mis pasos.

Me senté en la cama mirando por la ventana, intentando calmar mis emociones. Sentía como si mi corazón fuese a salir por mi boca en cualquier momento. Y él se sentó a mi lado, mirándome fijamente.

Se le veía con un aura apagada, tenía las orejas hacia abajo.

- Oye, ¿por qué tienes tantos rasguños? ¿¡Te maltrataba!?

- ¿Eh? Ah... no. Nada de eso.- dije girando mi cabeza para mirarle a los ojos. - Es que, tuve que salir de allí por la puerta del balcón que era de cristal. Y como esta estaba cerrada con llave, se me ocurrió que si rompía el cristal podía salir de allí.

Tenía rasguñado el puño con el que rompí el cristal, a la vez que tenía algunos cristales clavados en el cuerpo, acompañados de sangre, y una raja en la pierna, la cual, no me había dado cuenta hasta ahora. No era algo grave.

- Joder, pobrecilla.- dijo cogiéndome de la mano con cuidado para no hacerme daño. - Esto hay que curártelo.

Se levantó para salir de la habitación, yo mientras tanto, seguía sentada en la cama, esperando a que viniese.

···

Luego de un rato volvió y se sentó igual que estaba antes. Trajo con él una pequeña mochila donde habían cosas para curar.

Me cogió de vuelta la mano con cuidado y empezó a vendármela, mientras que yo le miraba a los ojos, observando a la vez cómo me curaba.

- No hacía falta, pero gracias Eijirō.- le dije, y me miró sorprendido. - Digo, ¡Perdón! Kirishima.- me corregí avergonzada.

Llamarle por su nombre me salió solo, no pude evitarlo. Era la primera vez a la que me dirigía a alguien con confianza.

Kirishima rió.

- No te preocupes _____, llámame por mi nombre, me gusta. - dijo con una sonrisa.

Me alegró oírle decir eso.

- Bien, Eijirō. Gracias.- dije con una sonrisa en la cara y él me devolvió la sonrisa.

Terminó de vendarme la mano y comenzó a hacerme lo mismo en la pierna, excepto por que me echó un producto para que la herida no se me infecte.

- Ya está. Deberías bañarte, tienes sangre seca por el cuerpo, y te ayudará a relajarte.- propuso el pelirrojo.

- La verdad es que sí... Aunque estoy muy cansada.

- Bueno, puedes ducharte mañana por la mañana si quieres. Pero en mi opinión, creo que estarás más tranquila.

Suspiré, intentando mentalizarme para tener fuerzas.

- Bien, ¿hay ducha aquí?

- Lo malo es que no. Esta cabaña solo sirve para dormir y poco más.

- Joder. Se está haciendo de noche, y seguro que el agua estará congelada.

- Puedo ir a comprobar.

- No, no hace falta, voy yo.- dije levantándome de la cama.

Pero al levantarme me mareé, y tuve que sujetarme a alguna superficie, lo primero que pillé fue el brazo de Eijirō.

- Ey, cuidado.- dijo Kirishima sujetándome de la cintura con su brazo derecho.

Chasqueé la lengua.

- Voy yo, tranquila, no me cuesta nada.

TRAS LA LUZ | Kirishima EijiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora