Capítulo 4

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Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia -y algunos personajes- son míos.

Gracias a todas y todos -si es que hay algún chico por ahí- por comentar y agregar la historia a su lista.

A leer.

Capítulo 4:

Abro la puerta de la habitación. Hay un aroma a limón muy concentrado en el aire, y sé entonces que han acabado de limpiar.

-¿Le gusta la habitación, señora Swan? -pregunta el botones.

Su voz me saca de mi momentáneo ensimismamiento. Abro la cartera y coloco un billete de cinco dólares en su mano.

-Sí, es perfecta. Gracias -respondo con cortesía.

Cuando él se va, me dirijo directamente al único cuarto de la pieza.

-Hora de dormir, cariño -anuncio luego de terminar de cambiar su pañal.

Anthony me mira muy fijamente, y me veo obligada a quitar la vista.

Hoy está siendo uno de los días en que más trabajo me cuesta convivir al lado de mi hijo.

-Eres tan parecido, mi Tony -ahueco mis brazos y lo pongo a él entre ellos, me balanceo de un lado a otro, tarareando alguna melodía que surge espontánea en mi cabeza.

-Pa-pá -balbucea; el corazón se me cae a los pies.

-No. Él no está aquí -reprendo- Será mejor que te acostumbres.

Una vez más, Anthony me recuerda lo inteligente que es, pues como si entendiera el significado de mis palabras, se remueve entre mis brazos, negándose a que lo sostenga por más tiempo. Pone tanta fuerza, que no tengo otra opción más que dejarle sobre la cama.

-De acuerdo -bufo- Eres igual a tu padre, Tony. Agredes al mundo entero cuando no tienes lo que quieres.

Salgo de la recámara y voy directo al bar a por una copa. En cuanto un líquido ámbar se resbala por mi tráquea, siento la dulce sensación de algo quemando mi garganta y consigo un estado de relajación equivalente al de tomar un té de tila y un baño de burbujas y lavanda.

Escucho unos pasos torpes y ruidosos aproximarse a mí.

-¿Ahora si vas a dormirte? -pregunto mirándole a los ojos mientras él se sostiene de la tela de mi blusa.

Le dejo un momento en el suelo antes de volver a cargarlo e intentar hacer que duerma.

.

Una hora más tarde Tony respira casi imperceptiblemente y me tiene sujeta por el dedo índice, el cual está pegado a su pecho.

Lo deposito sobre la colcha y rodeo su cuerpo pequeño con almohadas para evitar que se caiga.

Regreso a la sala y me sirvo dos dedos de cognac, que desaparecen en medio minuto del recipiente cristalino.

OoO

Tony está sentado en el columpio mientras yo le balanceo suavemente de atrás hacia adelante. Al lado de él está Abby, la hija de Alice.

-Me da mucho gusto que hayas conseguido un trabajo con tantas comodidades -dice Alice, limpiando todo rastro de helado de la cara de Evan- Espero que ahora sí logres ser feliz.

Frunzo el ceño- ¿De qué hablas?

-Esto... Hum, bueno, no te enfades... -esconde las manos en los bolsillos traseros de sus jeans- Es que no parece que seas feliz. No luces como una esposa feliz ni como una madre feliz; mucho menos como una mujer satisfecha con lo que tiene. Su comentario me toma con la guardia baja y no puedo evitar que sus palabras me lastimen en cierto nivel. No es grato para mí saber hasta qué punto mi amargura es visible.

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