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JUNGKOOK

—De acuerdo, ¿revueltos o fritos?—. Pregunto, con los huevos sobre la encimera y una espátula en la mano mientras se calienta mi sartén favorita.

Seokjin tiene un aspecto maravillosamente libertino, con mi pantalón y nada más, y el pelo revuelto por todas partes. Tiene una marca de mordisco en el hombro, que hace que me tiemblen un poco las rodillas con solo mirarla, y una mirada severa en su apuesto rostro.

—No me importa. Volvamos a la cama.

Me rio entre dientes y echo unos huevos en la sartén, optando por fritos. —Tenemos que comer. Para obtener energía.

Él pone los ojos en blanco y yo sonrío porque ha estado encima de mí toda la noche. Y no me quejo. Anoche estuvimos un rato en el patio trasero antes de irnos a la cama y, en lugar de follármelo otra vez, conseguí convencerlo para que machacáramos nuestras pollas juntas hasta que los dos gemimos de placer.

Pero esta mañana me he despertado con su cuerpo caliente contra el mío y sus labios por todas partes. Mi cuello, mi pecho, mi polla y, al final, me suplicaba que volviera a penetrarlo. No pude resistirme, a pesar de saber que aún debía de estar dolorido. Así que me tomé mi tiempo hasta que me ordenó de plano que me lo follara contra colchón, y accedí.

Mierda, mi polla intenta agitarse de nuevo en mis pantalones al recordar su tono mandón y su orden firme. Estaba caliente. Muy caliente.

Pero necesito sustento, diablos.

Vamos a comer. Y luego puede que volvamos a follar.

Sinceramente, no sé si tendré suficiente. 

Termino de preparar el desayuno, lo acompaño a la mesa, lo siento y sirvo café para los dos antes de sentarme con él. 

—Esto es muy doméstico—, bromea mientras bebe un sorbo de café, pero parece contento.

Una mirada que nunca pensé que vería en él aquí.

Sé que tiene grandes sueños. Siempre los ha tenido. Para mí nunca tuvo sentido, pero siempre estuve contento con mi vida. Yo era una estrella de fútbol en un pequeño pueblo que adora el fútbol. Por supuesto, yo era feliz. Pero también era una estrella.

Era bueno. Talento natural.

Pero nadie describiría al Kim Seokjin del instituto como contento.

—¿De verdad odiabas el fútbol?—Suelto de la nada porque así es como funciona mi cerebro. Digo lo que estoy pensando.

Debe de estar acostumbrándose porque no parece tan sorprendido. Sin embargo, se encoge de hombros con tristeza y da otro trago a su café. —Sabes que no era mi cosa favorita.

—No lo sé.—Otra vez, diciendo exactamente lo que tengo en mente. —Yo estaba allí, Seokjin. Jugué contigo durante años. Y pensé que podrías haber empezado a odiarlo en el instituto—. Sus ojos se encuentran con los míos, y me observa atentamente. —Pero lo vi.

—¿Ver qué?—No suena a la defensiva. Sólo curiosidad.

—Vi la preocupación en tus ojos cuando perdíamos, y veía el triunfo cuando ganábamos. Lo celebrabas tanto como todos nosotros—. Tomo un bocado de huevo de mi tenedor, mastico y luego le señalo con el tenedor. —Te encantaba.

Estoy esperando la discusión o que me llame loco, pero él se limita a acomodarse en su silla y a dar otro sorbo al café. —Me encantó. Me ha encantado.

Sonrío triunfante, orgulloso de mí mismo, como si hubiera resuelto una gran pieza del rompecabezas. Y él se ríe de mí, pero es amable. No hay irritación en su cara. Creo que empiezo a caerle bien.

Mi Amante, Mi Defensor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora